lunes, 1 de abril de 2013

No existe ninguna “mano invisible” sino la naturaleza humana
Juan Fernando Carpio
Si uno pregunta a un grupo de personas en la calle “¿qué pasa con el precio de algo si su cantidad escasea de un día para el otro?” la respuesta unánime es “subirá”. Sin embargo el mismo grupo de personas denunciará o incluso usará la fuerza (leyes, policías, soldados) contra el “acaparador” que al día siguiente de un terremoto, suba el precio del agua embotella de -digamos- $1 a $5. ¿Cómo es posible vivir con tal disonancia conceptual, me pregunto yo?
Si por un lado asumimos como natural y lógico que suban los precios ante una mayor escasez de un bien, y por otro pensamos mal (es “avaro, codicioso, desalmado, inhumano”) de quien sube los precios en plena tragedia, creo que hemos aceptado inconscientemente la idea de que la economía la mueven fantasmas, duendes o cualquier tipo de “mano invisible”.
Me explico: para que un precio suba en respuesta a la escasez, es obvio que no son entidades invisibles o unas leyes de la economía que están flotando por ahí en el éter, quienes suben el precio. Lo hace el autointerés racional de las personas. Y es que ante dicha escasez sólo hay dos formas de reparto posible: económica y política. El reparto económico del agua escasa en medio de un terremoto se da vía subasta abierta (un seller’s market) que eleva los precios del bien. El reparto político se hace mediante cuotas, colas o diplomacia (“conozco por años al dueño de la tienda, seguro me vende a $1 o $2 el botellón de un galón de agua”) en cuyo caso se pagará mediante mala asignación, tiempo malgastado y favores a pagar después, ese descuento en el precio. El reparto político es notablemente injusto y torpemente lento. Es una tentación tan antigua (Hammurabi ya controlaba precios y cortaba la mano a quien violase sus precios máximos) como contraproducente. Veamos por qué.
Si el dueño de la tienda de barrio puede subir el precio a $5, siguiendo su autointerés (buscando un beneficio extra para él y su familia), ese precio extraordinario es una clara señal (e incentivo) para que tenderos y comerciantes de poblaciones aledañas a la suya, lleven botellones de agua al área afectada. De este modo y por el efecto inverso al de la inicial subasta, el precio bajará a $4, $3 o tal vez incluso $2 por litro si es fácil llevarla en buenas cantidades. Si en cambio el precio era fijado por decreto (un alcalde o gobernador que ponga multas o cárcel a quien venda por encima de $1 como era factible antes) dicha señal/incentivo jamás se hubiera generado y hubiera habido agua de $1 por pocos días (¡u horas!) y no un suministro constante durante meses (o años si tardan las reparaciones) desde otras locaciones.
Ciertamente la Cruz Roja y decenas de organizaciones de voluntarios estarán ahí las primeras semanas con agua y otras vituallas para el terremoto. Pero lo único que asegurará un suministro sustentable de agua a la ciudad que ahora tiene las tuberías rotas por el terremoto, es la perspicacia comercial. Si no dejamos que el precio se eleve, no habrá suficiente incentivo para traer agua adicional, simplemente.
Además, un precio de $5 inicial hará que el agua sea cuidada como un tesoro (que de momento y por el terremoto en efecto, es) y sus usos más dispensables sean sacrificados a favor de los más indispensables en cada hogar. Incluso se sacrificará otros bienes para obtener agua, enfocando a la comunidad en su conjunto a mejores usos de sus ahorros e ingresos. En otras palabras, los precios nos ayudan a coordinar razonablemente nuestros comportamientos.
En este y otros ejemplos entonces queda claro que no se trata de una “mano invisible” ni que las leyes de la Economía se cumplan “solas” sino que son los tenderos, bodegueros “acaparadores” y comerciantes como los de este ejemplo los que suben los precios y nos ayudan a hacer uso adecuado de recursos escasos. La metáfora de la “mano invisible” jamás me gustó por eso: introduce un elemento animista, cuando en realidad es la capacidad humana de razonar sumada al afán de lucro lo que nos permite tener una economía funcional y que cada año beneficia más a todos, en especial a los más pobres.
Fuente: Publicado en     Instituto Ludwig von Mises Ecuador http://misesecuador.drupalgardens.com

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