Por el Dr. Gabriel Boragina(*)
No es ninguna novedad que en nuestra sociedad el lucro ha tenido y
sigue teniendo muy "mala prensa". Desde prácticamente casi todos los
sectores se lo ataca como el causante de todos los males sociales de nuestros
tiempos. Sin embargo, tales acusaciones no son más que burdas falacias, y constituyen
vacua retórica todos los "sistemas" que han ideado los teóricos para
reemplazar al espíritu de lucro, desconociendo con ello la mismísima naturaleza
humana. Muy por el contrario a tan vanos esfuerzos, estamos en condiciones de
afirmar tajantemente que el lucro ha sido y sigue siendo el motor social fundamental
que impulsa a los hombres al progreso y a la eliminación de la pobreza, allí
donde se le permite aflorar libremente.
Refutando el Dr. A. Benegas Lynch (h) -con la acostumbrada lucidez que
lo caracteriza- a los críticos de la sociedad abierta, y explicando los
mecanismos que operan en ella, expresa:
"Por
esto es que la metáfora del “darwinismo social” es del todo inapropiada. La extrapolación del campo biológico
al campo de las relaciones entre seres humanos no corresponde. Darwin señalaba que las especies aptas eliminaban a las
ineptas. Ocurre exactamente lo contrario en el campo que estamos
considerando: los más fuertes trasmiten su
fortaleza a los más débiles a través de la acumulación de capital. Sin duda
que, salvo en la filantropía, ésta no es una consecuencia buscada, se trata de una externalidad positiva que provee el
proceso de mercado. Por esto es que condenar las ganancias y el lucro es
como escupir al cielo, si en verdad lo que se busca es el bienestar de los más
necesitados. Lo relevante es la mejora de todos y no el acortamiento o el ensanchamiento de las diferencias, las cuales
dependen de las condiciones del mercado establecidas por los propios consumidores."[1]
El lucro es pues el verdadero benefactor de la humanidad, aparte de ser
una tendencia natural que se encuentra ínsita en todas las personas, sean estas
de la condición económica de la que sean.
Comentando las últimas crisis económicas explica el Dr. Krause:
"Está claro que no podemos atribuir el origen
de esta crisis a la voracidad de ganancias de los banqueros o inversionistas en
el mercado de capitales. Esa motivación por obtener las mayores ganancias
posibles está siempre presente, no solamente en el momento particular donde se
genera la burbuja que lleva a la crisis. Es más, esa motivación está presente
en todos, no solamente en banqueros e inversionistas. Todos queremos el salario
más alto posible o vender la mayor cantidad de productos y servicios, ¿por qué
ocurren estos problemas en los bancos y no en otras actividades donde el motivo
del lucro está igualmente presente? La respuesta es un deficiente marco
institucional en el mercado monetario y financiero"[2]
El espíritu de lucro está presente en todos, llámense "ricos"
o llámense "pobres", empleadores y empleados, empresarios y menesterosos.
Nadie en absoluto carece de él. Lo recusable del lucro aparece únicamente
cuando este intenta lograrse a costa de terceras personas, que es como
ordinariamente operan los gobiernos del mundo y la clase política encaramada en
el poder. Nuestros gobiernos se lucran ilegítimamente mediante los impuestos
que nos cobran, y el sinfín de toda una parafernalia de "medidas
económicas" (mejor habría que llamarlas "medidas"
antieconómicas) que tienen por único objeto meterle descaradamente la mano en
el bolsillo a la gente, con lo cual, como siempre ocurre con estas políticas,
los más perjudicados son siempre los que menos tienen, es decir los más pobres.
El lucro que logran los gobiernos es la herramienta más eficaz para perpetuar
la miseria de los indigentes y sumir en la pobreza a amplios sectores de la
población que antes gozaban de cierta fortuna.
El espíritu de lucro es, además, fundamental para el progreso y
mejoramiento de la humanidad, especialmente para los sectores que están más
desprotegidos y desfavorecidos, desprotección y desamparo que mucho tienen que
ver con los gobiernos de esos países. Sólo mediante el lucro de la acción
empresarial se asegura el consumo de las masas:
"La empresa con fin lucrativo hállase
inexorablemente sometida a la soberanía de los consumidores; las instituciones
que no persiguen la ganancia crematística, en cambio, ni rinden cuentas ante
las masas consumidoras, ni tienen por qué preocuparse del público. Producir
para el lucro implica producir para el consumo, ya que el beneficio sólo lo
cosechan quienes ofrecen a las gentes aquello que éstas con mayor urgencia
precisan."[3]
Inclusive en áreas que comúnmente se consideran fuera de la órbita del orden
del mercado el espíritu de lucro es primordial e imprescindible, tal como
sucede en el campo educativo y explica el Profesor Mercado Reyes:
"El modelo educativo libre. Este consiste en
que la tarea educativa la realiza la sociedad. Los individuos que aprecian el
valor de la educación fundan escuelas de todo tipo y viven de lo que pagan los
clientes. Si es un modelo puro, quiere decir que no existen escuelas de
gobierno, no existe un aparato centralizador que establezca normas tipo
Secretaria de Educación Pública o Department of Education en Estados Unidos.
Cualquiera puede tener escuelas y formar sus propios planes y programas de
estudio. No existen subsidios gubernamentales y son los bancos quienes ayudan
para que los negocios educativos prosperen. Por supuesto, una de las
motivaciones que tienen los individuos para poner escuelas es la persecución
del lucro."[4]
Como dijimos antes, el lucro sólo es condenable cuando quienes lo
procuran son los gobiernos, porque cada centavo que ingresa a la arcas fiscales
es un centavo menos que pierde el ciudadano más pobre que vive bajo la egida de
un gobierno de tal tipo.
[1] Alberto
Benegas Lynch (h) Las oligarquías reinantes. Discurso sobre el doble
discurso. Editorial Atlántida. Pág. 124 y 125
[3] Ludwig von
Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A.,
cuarta edición. Pág. 456
[4] Santos
Mercado Reyes. El fin de la educación pública. México. Pág. 10.(*) www.accionhumana.com
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