domingo, 29 de septiembre de 2013

Sin pan y sin tortas (¿o con?)

imagePor Enrique G. Avogadro
“Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás, buscando un pecho fraterno para morir apretado” Enrique Santos Discépolo
La ridícula participación de nuestra egregia Presidente en la Asamblea General de las Naciones Unidas fue, tal vez, la mayor muestra del profundo estropicio que el kirchnerismo ha cometido en materia de relaciones internacionales, no todas ellas atribuibles a la estupidez y a la ignorancia de nuestro lamentable Canciller, el Twitterman. Ir a Nueva York a rogar que el Parlamento de Irán apruebe el memorándum que tuvo un trámite express, hace ya un año, en su homólogo argentino por orden de doña Cristina, torna aún más inexplicable todo el asunto, que tuvo un enorme costo político interno para el Gobierno.
Las razones que los mentideros locales dieron, en su momento, a esa enorme torpeza tampoco permitieron, a la fecha, justificarla: ni la balanza comercial con Irán ha mejorado y, mucho menos, llegaron combustibles para paliar la profunda crisis energética en que la voracidad y la rapiña del matrimonio imperial ha provocado y que, seguramente, tendrá consecuencias gravísimas en el futuro inmediato. Peor aún: el alineamiento de los países del arco chavista con el régimen de Ahmadinejad terminó abruptamente cuando éste perdió el poder y la realpolitik obligó a su sucesor a abrir promisorias negociaciones con Occidente. O sea, Argentina no obtuvo beneficio alguno con la firma del memorándum en cuestión y, por el contrario, quedó del lado de quienes perdieron.
La soledad de nuestro país se manifestó, una vez más, en el silencio de Brasil y otros países amigos que, más allá de la habitual retórica diplomática, siguen discutiendo fuertemente las maniáticas posiciones de Patotín Moreno, pero quedó cruelmente expuesta por la casi total ausencia de delegaciones extranjeras durante el prolongado discurso -¡duró 45 minutos, cuando lo permitido es 15!- con el cual la Presidente apabulló al mundo entero. Inclusive España, que tiene similares problemas a Malvinas en Gibraltar, rechazó asociarse a nuestro país en su reclamo.
En otro orden de cosas, muchísimo más gravitante por cierto, debo referirme a un tema al que hice a lo largo de varias notas recientes: el inminente robo de más de cuatro mil millones de dólares de las ya exhaustas reservas del Banco Central. Obviamente, estoy hablando de la obligación de pagar, el año próximo, esa enorme suma a los tenedores de los bonos atados al crecimiento del PBI argentino.
Como recordará, expliqué claramente que, al falsear el Indec las cifras de ese crecimiento, nacería esta obligación que, incluida en la Ley de Presupuesto 2014, ya ha recibido media sanción en la ex H° Cámara de Diputados y que, seguramente, será sancionada por el ex H° Senado en quince días, conjuntamente con la extensión de la absolutamente justificable emergencia económica. Me permitiré, entonces, volver a formularle una pregunta: si todos los economistas y analistas del mundo, incluidas las universidades de Harvard y Buenos Aires, están convencidos que la Argentina no creció este año, ¿quién puede haber comprado anónimamente esos bonos, salvo quien hubiera podido manipular las cifras? Al cobro los presentarán bancos, que actuarán en nombre de ocultos clientes, pero tenga la más absoluta certeza de que, tras esos velos, se ocultan caras en exceso conocidas. ¿Serán éstas las tortas finales de la década rapiñada?
Habría que pensar, e investigar, qué –o cuánto- pueden haber recibido los diputados teóricamente de oposición que contribuyeron, con su esencial voto, a que el Gobierno obtuviera tal regalo para sus bolsillos, por lo demás ya tan llenos y, sobre todo, analizar muy bien quiénes integran cada una de las listas-sábana que nos serán propuestas en menos de un mes, cuáles son sus antecedentes personales, cuán honestos son. No vaya a ser cosa que elijamos, los argentinos, otra vez mal y sigamos convalidando nuestro derrumbe como sociedad y como país.
La educación o, mejor, la increíble decadencia que ha sufrido, pese al incremento de la asignación de recursos, sólo superada durante la presidencia de Arturo Illia, ha vuelto a aparecer en los titulares de la semana por los mismos motivos, la toma de colegios por estudiantes que pretenden decidir acerca de cómo debe educárselos. La frutilla de ese trágico postre fue, por supuesto, la invasión de cinco alumnos del otrora glorioso Nacional Buenos Aires a la iglesia de San Ignacio, que intentaron destruir e incendiar después de profanarla; increíblemente, el acto fue justificado por el Ministro del área, el compañero Sileoni.
La violencia habitual, incrementada al punto de poner en riesgo la vida del candidato a diputado que encarna el fin de ciclo presidencial y matrimonial, volvió por sus fueros hace ya una semana; la forma en que reaccionaron los naturales responsables de la seguridad pública –tan preocupados por el desierto que comenzarán a atravesar cuando concluya- dejó muy pocas dudas acerca de qué filiación tenían los agresores.
Finalmente, un pequeño párrafo para referirme a la encendida defensa que hizo doña Cristina de DirecTV y la posibilidad que el sistema de televisión satelital brinda a sus usuarios de acceder a todos los canales del mundo; si los más pobres y miserables de los argentinos tuvieran acceso a ellos y, entonces, verificaran cómo viven los españoles, los griegos y los portugueses que se encuentran en su misma condición (caídos del sistema), rápidamente comenzarían a construir balsas para emigrar a esa Europa en crisis con que la Presidente dice comparar a nuestro exitoso país, después de quemar la Casa Rosada, Olivos y los hoteles de Calafate.
En resumen, el Gobierno sigue bailando en la cubierta del Titanic, a pesar de saber el tamaño –del cual ha sido gran responsable- del iceberg puesto a flotar por una ciudadanía harta de prepotencia, de mentira, de inseguridad y de tantos otros males que nos aquejan, agravados después de toda una década ganada por tan pocos, contra el cual chocará el buque kirchnerista.
Bs.As., 29 Sep 13 
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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