En respuesta a estas situaciones se intenta por la fuerza, sostener posiciones inflexibles, que traban a cada momento la posibilidad de comunicarse eficazmente en búsqueda de resolver la situación de conflicto, y ofreciendo en cambio una imagen oscura y poco ejemplificadora, ya que con distintos indicadores algún grado de violencia se manifiesta en todo el país desde hace varios años.
Como Maestro Rural, que fui hace Cincuenta años, veo preocupado que los hechos cotidianos de paros, marchas y manifestaciones son observados por la sociedad, lamentablemente confluyendo en que prima la imagen de “bandos”, Gobierno Vs. Gremios, demostrando la nula visión de conjunto para la búsqueda de solución ante la grave crisis de la educación argentina.
Las normativas deben revisarse, los tiempos y las sociedades cambian con demasiada rapidez y los jóvenes perciben esto y quieren ser protagonistas. Hoy nos resulta muy difícil abordar situaciones de crisis, pero debemos asumir que entre todos las “dejamos crecer y desarrollarse” más que por desconocimiento, por no exponerlo socialmente, olvidando que en algún momento ese conflicto, tapado y oculto, estalla y la urgencia para resolverlo impide abordarlo adecuadamente desde lo técnico y lo ético. Habrá que sentarse a pensar entre todos, si se desea seguir fortaleciendo esta violencia social o si se elaboran nuevas formas de relacionarnos para convivir en armonía.
Hace años ya se vislumbraba el impacto negativo de los conflictos familiares y sociales dentro del ámbito educativo, y hoy se instaló como una forma habitual de comunicación. Ese conflicto explícito, manifestado a través de las agresiones verbales, la violencia física y el vandalismo, bullying, etc., lo cual confirma que al conflicto no se llega por casualidad sino por causalidad.
Hoy la violencia extrema se agudizo demasiado sobre la población escolar, aumentando la opacidad social, con la que desde hace años carga la escuela argentina. Los niños y jóvenes solo aprenderán a escuchar cuando los adultos demostramos actitudes de diálogo, que queremos hablar y que disponemos de tiempo para escucharnos y escucharlos activamente... y sobre todo habrá que repensar si la cantidad y diversidad de contenidos curriculares impide desarrollar y practicar contenidos y habilidades sociales que son indispensables en la vida de los hombres del siglo XXI.
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