Don Abel, a punto de
jubilarse, Tito joven recién ingresado en la fábrica y su cuñado Lucio,
quien le consiguió el puesto, aguardan con paciencia frente al Cajero
automático para poder retirar su haber quincenal que según les han
prometido, estará depositado esta tarde después de las 15 horas. El sol
pega fuerte sobre los vidrios del Banco y como estamos en un pueblito
donde todos se conocen nadie va a
quitar su lugar en la “cola” cuando habiliten el pago así que cruzan de
vereda y bajo un frondoso árbol comparten unos frescos mates de
“tereré” que prepararon en una jarra con unos cubitos de hielo y algún
yuyo característico de esta zona.
En
sus casas aguardan a los tres hombres sus familias, quienes han
preparado la comida con el resto de lo que ha quedado luego de consumir
la quincena anterior, pero felices por saber que en un rato nomás
llegará la “platita” fresca para comprar lo justo y necesario, porque “a los gurises no les puede faltar el pan”.
Esta
es una pobreza digna que nada sabe de macroeconomía, títulos públicos o
Dólar paralelo pero son Ministros de Economía en potencia en cada uno
de los hogares en donde deben hacer maravillas para poder vivir con lo
que tienen, sin culpar a nadie por las privaciones que en más de una
ocasión deben sufrir. Ellos no saben de hipocresía, miran a los ojos
cuando te saludan, aprietan sus dedos contra los tuyos cuando dan la
mano y la palabra es un documento, por ello cuando vuelven del cajero en
el Banco, antes pasarán por el boliche del portugués que ya tiene
preparada la cuenta escrita con el lápiz que siempre lleva en la oreja y
como una ceremonia que se renueva cada 15 días, los tres hacen fila
para cumplir con su obligación y esperar que en la próxima quincena haya
un poco mas de trabajo para sumarle unos pesos a sus presupuestos
acotados.
Esta
escena se repite en la Argentina grande, donde muchos de los que
habitan las grandes ciudades desconocen cómo se vive en el interior
profundo de nuestro hermoso país y cuando nos sentamos frente al
televisor para ver las
noticias o algún programa periodístico vemos a los mismos especialistas
en Economía o Políticos, cuyos rostros se van llenando de arrugas como
los nuestros con la diferencia que los de aquí son por el esfuerzo y
sacrificio de gastar la piel y el lomo de tantas madrugadas y sol
golpeando la frente, buscando la forma de sobrevivir con las bondades de
la tierra y rogando que el clima acompañe para poder extraer el fruto
de tanto sacrificio.
A
los argentinos nos gusta hablar del trabajo y esfuerzo de sus
habitantes…NO DEL NUESTRO…Y cuando alguno de los famosos mediáticos le
cuenta a la teleplatea que recorren todo el país y conocen los
problemas que afectan a la gente de cada región, cuesta creerles que lo
dicho sea verdad, salvo cuando las elecciones se acercan y junto con la
enorme pancarta con la foto, están obligados a hacer acto de presencia
en lugares que
jamás pensaron existían.
Es
común ver a muchos “idealistas de bolsillo” que desde sus casas frente a
la computadora viven criticando e insultando a los gobernantes por la
miseria que soportan sus hermanos en las Villas o cuando se arma algún
piquete en las rutas acompañan con cánticos y sus clásicas mochilas en
la espalda, pero cuando llegan los ya famosos fines de semana largos
hay que buscarlos con una lupa porque han viajado a cualquier lado para
“descansar” y se olvidan de ayudar a sus “hermanos necesitados” y allí
radica la gran hipocresía que nos ha dado vuelta como una media
convirtiendo al ciudadano en habitante al que solo le importa de verdad
pasarla bien y hacer un poco de ruido como para que los pobres,
indigentes o trabajadores con bajos salarios sigan creyendo que algún
día la vida les dará la cara, mientras tanto
continuarán mirándole la espalda, con su dignidad al hombro y sus
ansias de progreso a flor de piel.
Quien
esto escribe no es de izquierda ni derecha porque al final de cuentas
son palabras estúpidas que se pronuncian para diferenciarse entre grupos
antagónicos que no tienen ideologías ni ideas, solo propósitos y les
viene como anillo al dedo pertenecer a uno u otro lado de la ruta, la
misma que llegado el caso no dudarán en cruzar cuando la oportunidad
aparezca y la billetera esté flaca.
“Se
trata de elevar a un pueblo a la alta dignidad del hombre libre, de
consagrarle sus más importantes derechos, combatiendo legalmente por la
práctica
de sus instituciones, que formuladas en un código, son sin embargo,
desconocidas y holladas por los malos mandatarios”. Leandro Alem
Ricardo Bustos (DNI 7788556) - Capioví – Misiones - Argentina
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