lunes, 28 de abril de 2014

Un imperio en explosión

ImageTanto el poder político como el poder económico de Estados Unidos dependen de una deuda que Estados Unidos no podrá pagar. Bill Bonner analiza en este artículo cómo la principal economía del planeta ha llegado a este callejón sin salida.
Por Bill Bonner (*)
El imperio y la burbuja de deuda probablemente lleguen a su fin al mismo tiempo. Uno depende del otro.
Si Estados Unidos no fuera tan grande y tan poderoso, no podría imponer su moneda como la principal divisa del mundo. Sin ese estatus (dólares en lugar de oro), Estados Unidos no sería capaz de inundar el mundo con su propio efectivo. Sin los dólares, la burbuja de deuda no podría haber crecido. Y sin el crecimiento de la deuda no habría manera de pagar los gastos de mantener al gran imperio mundial.
Esto no explica el milagro del crecimiento económico sin ahorros, pero nos da una pista de lo que pasará cuando el crecimiento sostenido por la deuda ya no funcione. Todas las burbujas, y los imperios, explotan. Un imperio que depende de la burbuja de deuda es doblemente explosivo. Todo lo que se necesita es detener el ciclo de la deuda, y la mecha está encendida.
Desde la Guerra Hispanoamericana de 1898 a la Guerra de Vietnam, el imperio estadounidense era financiado por los ricos, el poder productivo de la economía estadounidense. Pero a medida que la Guerra de Vietnam se torcía, la fuente de financiación del imperio cambió de los ingresos actuales y reales a los ingresos previstos en el futuro.
Estados Unidos cambió en 1971 el patrón oro por el papel moneda sustentado por la deuda, y se dedicó a asumir deuda para financiar sus aventuras militares.
El argumento para el gasto militar y en seguridad masivo desapareció entre 1979 (cuando China adoptó gradualmente una economía de mercado) y 1989 (cuando cayó la Unión Soviética). Pero el "complejo industrial-militar" del que Eisenhower nos alertó ya se había hecho con el control de Washington.
Los presidentes -demócratas y republicanos- vienen y van. Pero nada ni nadie puede evitar que la industria militar y de seguridad siga absorbiendo cada vez más recursos. A una desastrosa aventura militar siempre le sigue otra.
Cada guerra provee una fuente más de dinero, estatus, poder, generales, operaciones ilegales, descontrol presupuestario y más parásitos que fingen proteger al mundo de un enemigo invisible y desconocido.
La rentabilidad de la inversión en este tipo de gastos probablemente esté por debajo de cero. Es decir, que estas aventuras militares probablemente hayan creado más enemigos de los que hayan podido destruir. Pero no importaba. Además, el mismo fenómeno estaba ocurriendo en otras grandes industrias.
En sanidad, educación y finanzas, más y más recursos eran absorbidos por el poder político a pesar de que en Estados Unidos estos sectores eran considerados parte del sector privado.
En educación, por ejemplo, el número de profesores no ha crecido mientras que el número de administradores y "educadores" se ha incrementado. Con la intervención de funcionarios y políticos hubo pocos avances reales en este sector. Y todo esto mientras el sector industrial se marchitaba, con salarios reales estancados y un pobre crecimiento económico.
Mientras tanto, el gasto público en bienestar seguía aumentando. "Armas y mantequilla", como prometió Lyndon B. Johnson. Sin embargo, sin el fuerte crecimiento económico de los años 50 y 60 no fue posible mantener a los miles de parásitos del Estado. Así que el imperio se dedicó a endeudarse, y desde entonces no ha tenido un presupuesto público equilibrado. En lugar de eso, desde 1980 el déficit público se ha incrementado año tras año.
Cuando Reagan fue investido como presidente a principios de los años 80 había una fuerte batalla interna sobre qué hacer con las finanzas públicas. Los viejos conservadores, liderados por David Stockman, pensaban que la obligación del Gobierno era mantener el equilibrio en sus cuentas.
Pero los nuevos conservadores, los neocons, se dejaban seducir más por el ánimo del público y por el milagro hecho posible gracias al abundante crédito. "El déficit no importa" dijo Dick Cheney, vicepresidente durante el mandato de George W. Bush. Los neocons ganaron.
Stockman abandonó el Gobierno y se marchó a trabajar a Wall Street. El déficit público se disparó y Stockman escribió un gran libro, "La gran deformación", explicando cómo la economía estadounidense había sido corrompida por sus grandes sectores: Gobierno, seguridad y finanzas.
Ya en los años 90, la combinación de un mercado alcista en Wall Street, tasas de interés decrecientes, el fin de la Guerra Fría y la desilusión que causaba el tradicional modelo de gasto público masivo de los demócratas dejaron al Gobierno de Bill Clinton en una poca habitual buena posición.
Se encontraron con que no podrían gastar todo el dinero que recaudaban lo suficientemente rápido ya que las oportunidades de gastar eran limitadas. El resultado fue lo que se llama un presupuesto equilibrado, pero las cuentas sólo cuadraban si se ignoraba el desajuste de la Seguridad Social.
Saludos, Bill Bonner.
(*)  Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "FinancialReckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos.
FUENTE: PUBLICADO POR EL INVERSOR GLOBAL - Newsletter Semanal - Enviado por mail

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