Columnista
Como
ha ocurrido antes con el socialismo, no faltan ahora quienes digan que
el populismo es en "esencia bueno" pero, para que sea fructífero, ha
de ser "bien aplicado", lo que equivale a afirmar que "en teoría"
funciona, pero que "en la práctica" no lo hace. Subyacente a esta
falacia, se esconde la errónea dicotomía entre la teoría y la práctica:
"Muchas
veces hemos oído decir "una cosa es la teoría y otra la práctica”.
Tomado al pie de la letra esta afirmación no es más que una estúpida
perogrullada. Decir que una cosa es la comida y otra la olla no agrega
mucho al conocimiento. No pasa de ser una observación trivial. Pero en
realidad con la citada afirmación sobre teoría y práctica se quiere
decir algo bien distinto. Se pretende sostener que una teoría puede ser
buena pero en la práctica no sirve. Esta última afirmación carece de
validez. Es incorrecta por donde se la mire. La teoría es para
interpretar los nexos causales subyacentes en la realidad. Si la
interpreta bien, la teoría debe ser adoptada. Si no la interpreta, debe
ser rechazada. Entonces, una teoría no puede ser buena y no servir en
la práctica puesto que el ejercicio práctico exitoso, precisamente,
significa la adopción de una buena teoría. La teoría por la cual se
sostiene que no debe haber teoría, es una muy mala teoría, puesto que
implica que debemos dar palos de ciego sin tener idea qué estamos
haciendo ni adónde apuntamos. Por esto es que se ha dicho que nada hay
más práctico que una buena teoría."[1]
Respecto
de que el populismo representara una ideología, o que supuestamente
tuviera alguna, es cuestionado por los autores más serios que lo han
estudiado en detalle, cómo surge de la siguiente cita:
"Los
populismos de nuestra región -el plural resulta apropiado, dada la
diversidad de las experiencias- se caracterizan por sus imprecisiones
ideológicas y por su dependencia de liderazgos personales fuertes y
determinantes, lo cual los complementa y a veces hasta los hace
indistinguibles de otro fenómeno muy característico de América Latina,
el caudillismo, más identificado con la historia del siglo XIX. Esto
impidió que llegaran a alcanzar el grado de estructuración ideológica de
otros movimientos, por lo que la relación líder-masa adquirió un valor
fundamental. En ausencia de una línea política clara y precisa el
líder se asemejó al caudillo de otros tiempos, llevando al movimiento
por las aguas turbulentas de la cambiante política, acercándose a la
derecha o a la izquierda según lo aconsejaran las cambiantes
circunstancias de la hora. "[2]
En condición, el populismo es un movimiento personalista,
donde su fundamento último es el culto al líder y la reverencia a sus
caprichos, aun a los más aberrantes. Los ejemplos más cercanos son los
vividos en la Argentina con los Kirchner, Ecuador con Correa, Bolivia
con Morales y el castrochavismo comunista venezolano.
"Entre
las primeras manifestaciones del populismo latinoamericano se cuentan
las de Brasil y Argentina, donde aparecen dos poderosas personalidades
políticas, Getulio Vargas y el Gral. Juan Domingo Perón, que llegaron a
dominar la escena de sus países durante muchos años. El mensaje de
estos y otros líderes, si bien teóricamente confuso y hasta
manifiestamente contradictorio, se distinguió sin embargo por dos rasgos
notables: a) lo que podríamos llamar el tercerismo y, b) una vocación
de cambio que respondía de algún modo al momento que se vivía en cada
país. En un contexto en el que capitalismo y socialismo se enfrentaban
de plano en un combate ideológico incesante y donde las dos grandes
potencias del mundo estaban comprometidas en la Guerra Fría, el mensaje
populista trató de navegar entre las aguas de los sistemas
contrapuestos, elaborando fórmulas que, si bien carecían casi siempre
de un contenido preciso o aún de viabilidad práctica, resultaban
impactantes y capaces de movilizar los sentimientos y las energías
latentes en amplios sectores de la población."[3]
Desde
luego que el populismo no es ninguna "teoría científica", ni puede
catalogárselo como integrante de la ciencia política ni mucho menos:
"Las
teorías científicas pueden ser verificadas por sus consecuencias
prácticas. El hombre de ciencia es responsable, en su propia esfera, de
lo que dice; lo podemos juzgar por sus obras y distinguirlo, así, de
los falsos profetas." Uno de los pocos pensadores que han sabido
valorar este aspecto de la ciencia es el filósofo cristiano J.
Macmurray...:"La ciencia misma -expresa-, emplea en sus propios campos
específicos de investigación un método de comprensión que restaura la
rota integración de teoría y práctica». Esta es, a mi juicio, la razón
de que la ciencia constituya una ofensa a los ojos del misticismo, que
elude la práctica creando mitos en su lugar"[4]
Precisamente, el populismo encaja dentro de esa concepción de misticismo,
porque lo que se mitifica en él es el o la líder. En el populismo todo
se hace depender del carisma providencial del jefe o caudillo a quien
se supone poseedor de poderes cuasi sobrenaturales e inteligencia
infinita. En consecuencia, los "teóricos" afines al populismo solo
recomiendan el obediente e incondicional culto al líder "supremo", y
piden de sus súbditos religiosa devoción y fe en que el/la jefe
populista solucionará como por arte de magia todos los problemas
sociales existentes. No es erróneo pues afirmar que el populismo no
constituye más que una simple y vulgar secta, con la única
particularidad que actúa dentro del plano político, y que se agota en
el dogma de la pura idolatría a sus jefes.
Por
ello "El populismo,... más apegado a las grandes fórmulas vacías que a
programas claros de gestión económica,.... se acercó en muchas de sus
manifestaciones, indudablemente, al fascismo"[5]
[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz "populismo"
[3] C. Sabino, Diccionario...ob. cit. voz "populismo"
(*) SOBRE EL AUTOR: http://www.accionhumana.com
http://gabrielboragina.blogspot.com.ar/
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