Por: Héctor Blas Trillo
Si bien desde sus comienzos el kirchnerismo se ha caracterizado por la utilización de eufemismos para evitar contar la realidad tal cual es, esta tendencia ha arreciado en estos últimos meses.
Posiblemente por la evidente necesidad de ajustar las cuentas públicas mediante la toma de diversas medidas que permitan “cerrar” los números; el oficialismo ha debido tragarse varios sapos, siguiendo el recordado eslogan del líder supremo del “movimiento” que hoy y desde hace ya muchos años, gobierna el país.
No estamos ante un serio problema inflacionario, sino que se producen reacomodamientos de precios como consecuencia de la puja distributiva. No existe un cepo cambiario, ya que todo el mundo viaja al Exterior. No estamos ante un impresionante recrudecimiento de la inseguridad, sino que los “medios” magnifican los hechos provocando un enorme desasosiego en la población. No nos enfrentamos a un tarifazo, sino que estamos asistiendo a una reasignación de los subsidios estatales, o, más contundente todavía: “una reducción diferencial de subsidios”.
La impronta del kirchnerismo es la mentira y el sofisma. Esto hay que decirlo con todas las letras. Desde la explicación del enriquecimiento de la presidenta en Harvard hasta la increíble protección al juez Oyarbide. Desde la penosa puesta en escena del ocultamiento y la dilación en el caso Báez, hasta el más triste aún sobreseimiento del matrimonio presidencial por el mismo juez nombrado. Los más resonados casos ventilados en la Justicia, como por ejemplo los que involucran al vicepresidente Boudou, han sido claramente sometidos a todo tipo de presiones y artilugios, incluyendo en su momento la renuncia del Procurador General de la Nación.
La mentira ha sido una constante en todos estos años. A fines de 2006, una patota miserable encabezada por el secretario de comercio Moreno avanzó sobre el Instituto de Estadísticas y Censos de manera ominosa, cruel y especialmente cobarde. Lo hizo con la finalidad de destruir las estadísticas y mentir sobre la tasa inflacionaria, sobre el índice de pobreza, sobre el índice de indigencia, sobre el índice de crecimiento y sobre cuanto índice pudiera reflejar mínimamente la realidad argentina. Al mismo tiempo, dejaron de suministrarse datos técnicos y estadísticos de todo tipo en diversas reparticiones oficiales. Pero todo esto fue llevado a cabo con el aval del entonces presidente de la Nación.
No se conocen balances de Aerolíneas Argentinas o de Aysa. Nadie sabe qué pasó con ENARSA. Se ha vedado el acceso a las declaraciones juradas de los funcionarios. Y así podríamos seguir largamente. Todo se oculta, todo se esconde. No se explica, no se habla, no se contestan las preguntas más obvias. Y todo este entramado de ocultamientos y protecciones baja de lo más alto del Poder político. Por eso decimos tan claramente como podemos que acá de lo que se trata es de una manera de gobernar, basada en el ocultamiento y la mentira. Y también en los “aprietes” y las delaciones, pero esas no son cuestiones que nos ocupen en este caso en particular.
La frutilla de la torta acaba de ocurrir con el dato del crecimiento del PBI durante el año 2013. Se había calculado oficialmente en torno del 4,9%, lo cual obligaba a pagar más de 3.600 millones de dólares a los tenedores de los llamados cupones asociados al crecimiento del PBI, ideados por Lavagna cuando el canje de deuda de 2005. De buenas a primeras se procedió a cambiar la base de cálculo, y ahora resulta que en realidad el PBI creció sólo el 3% el año pasado. Como el porcentaje está por debajo del mínimo requerido para pagar el referido cupón (que es el 3,22%), el cupón no se pagará.
Es notable pero para esta nueva base de cálculo, se informó que se ha tomado como base el año 2004, en lugar de la anterior que era del año 1993. ¿Y qué pasó con ese mismo índice de crecimiento del PBI entre 2004 y 2012? No lo sabremos NUNCA. Porque desde muchos lugares venía sosteniéndose que el crecimiento a tasas chinas anunciado por el gobierno nacional era una mentira más. Que no era que el país no creciera al compás de la soja o el sector automotor, sino que lo hacía mucho menos que lo que señalaban las cifras oficiales. Cuándo no, podríamos agregar.
La mentira alcanzó todos los aspectos de la vida política. Desde las justificaciones a la pésima calidad de la educación pública hasta el funcionamiento de la justicia que se intentó avasallar de manera flagrante. Nosotros nos quedamos en estos comentarios con la cuestión económica, porque esa es nuestra especialidad.
Luego de la confiscación de Repsol ocurrió lo que ya todo el mundo sabe: se llegó a un “acuerdo” que dejó locos de contentos a los españoles y con los bolsillos más flacos todavía al sufrido pueblo argentino. Pero hemos escuchado en varias oportunidades a funcionarios sostener que luego de la estatización de YPF en la Argentina se acabaron los problemas de desabastecimiento de combustibles y al respecto también tenemos varias cosas para decir.
Porque siguiendo el ritmo de la mentira oficial acá parece que lo que pasó es que simplemente al hacerse cargo el Estado de YPF se acabaron todos los problemas de la “especulación” de las empresas petroleras. No vamos a repetir en detalle lo ocurrido con YPF, el grupo Eskenazi y la “venta” obligada por Néstor Kirchner del 25% del paquete accionario contra utilidades futuras. Pero sí debemos decir que desde que se produjo la apropiación ilegal de las acciones del grupo español, los precios de las naftas comenzaron a subir sin prisa y sin pausa.
No todo el mundo sabe que las petroleras deben abastecer al mercado mediante cupos y que si no les alcanzan los combustibles deben importarlos, pagándolos al precio internacional. Por lo que en tal caso venderlos localmente al precio oficial significaba desde hace varios años trabajar a pérdida en el excedente importado. Sí es sabido que durante mucho tiempo los precios de las naftas evolucionaron de manera bastante tenue con respecto de la inflación, de tal forma que resultaban demasiado baratos y por ende un incentivo al consumo, tal como pasó con la energía en general en todos estos años. Por un lado se trabajaba a pérdida con el combustible importado, y por el otro se consumía en demasía por ser barato localmente. Una pintura perfecta.
También debe señalarse que hasta comienzos del año pasado, la exportación de petróleo argentino era reconocida hasta un tope de 45 dólares el barril, quedando el excedente en manos del Estado en concepto de “retención”, utilizando un mecanismo similar al que pretendió imponerse al campo con la famosa resolución 125. Pues bien, ese valor se corrigió a 70 dólares. También se ajustó el valor por el millón de btu de gas para aproximarlo un poco al valor internacional
Es decir, se cambió el criterio seguido anteriormente que mantenía los precios baratos, incentivaba el consumo, desalentaba la exportación, hacía trabajar a pérdida a los importadores y desalentaba todo tipo de inversión en exploración. Sin embargo los adalides las explicaciones funambulescas del gobierno, afirman sueltos de cuerpo que lo que aquí ha ocurrido es que gracias a YPF nacional y popular, y al “mago” Gallucio, la funesta destrucción de la actividad en manos privadas ha sido corregida. Baste agregar, por si cupiera, que YPF representa hoy un poco más del 30% del mercado petrolero argentino. Y el resto, claro está, sigue en manos privadas que trabajan en áreas concesionadas.
La mentira ha sido la constante, repetimos. Aquella surrealista filmación donde el ex ministro de economía le dice a una reportera griega que, simplemente, se quiere ir, porque le pregunta por la inflación, es de una elocuencia y de un patetismo conmovedores. Nadie como Lorenzino puso mejor en evidencia la mentira y la cobardía. Tal vez Guillermo Moreno, también. Un patotero de historieta, ahora premiado con un cargo diplomático en Roma, al mejor estilo de aquel “embajador plenipotenciario y extraordinario” otorgado a José López Rega en tiempos de Isabel Perón.
El pánico escénico de Lorenzino y las explicaciones de la presidenta en Harvard sobre su condición de “abogada exitosa” son, a nuestro modo de ver, el sumun de lo que significa un modelo de mentira y perversión.
Porque detenernos en detalles sobre los dichos cotidianos del jefe de gabinete, que en general son abstrusos y ridículos; o los dirirámbicos insultos de Aníbal Fernández o Carlos Kunkel no aportan nada más que una muestra del andamiaje elaborado para salir a cruzar las denuncias y hasta las evidencias.
Pero, en los casos citados verdaderamente el rey quedó desnudo, y todos lo vimos por televisión. Y eso es irrefutable. (Fuente: Segunda Opinión)
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