Por: Aldo Norberto Bonaveri
Sin duda alguna el acontecimiento político más importante en lo que va del año ocurrió el 22 de abril, la convergencia de ocho partidos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Coalición Cívica, Proyecto Sur, GEN, Libres del Sur, Partido Socialista Autentico y Frente Cívico de Córdoba, amalgamados en el naciente Frente Progresista Unen “FPA”, introduce variantes sustanciales en el escenario nacional, que trasciende a las agrupaciones que la integran y, seguramente traerá aparejado un replanteos de estrategias en el Frente Renovador y el PRO, no resultando tampoco neutro para el oficialista Frente para la Victoria.
El acto en sí habló más con las imágenes de presentar juntos a los 18 máximos dirigentes, que por las expresiones de éstos en la ocasión. Con buen tino prescindieron de discursos, que para el caso hubieran alentado estériles competencias de cartel. Tras la entonación del Himno Nacional en la vos de Jairo, la coalición quedó formalizada con la lectura del acta constitutiva a cargo del actor Luis Brandoni, refrendada por: Ernesto Sanz y Julio César Cleto Cobos (UCR), Hermes Binner y Roy Cortina (PS), Elisa Carrió y Pablo Javkin (CC), Fernando “Pino” Solanas y Alcira Argumedo (Proyecto Sur), Margarita Stolbizer y Sergio Buil (GEN); Mario Mazzitelli y Virginia González Gass, (PSA), Humberto Tumini y Victoria Donda (Libres del Sur), Luis Juez y Norma Morandini (Frente Cívico de Córdoba) y en carácter de independientes Alfonso Prat Gay y Martín Lousteau.
El documento versa sobre el compromiso asumido en lineamientos políticos comunes, dentro de los que enfatizan el sostenimiento de la ética pública como condición indispensable de la convivencia social, remarcando literalmente “La ejemplaridad de las conductas y la honestidad en el ejercicio de funciones de gobierno son tanto un imperativo moral, como una garantía de una justa distribución de los dineros públicos”.
La conformación del Frente, inspirada en la exitosa experiencia porteña del espacio Unen en las PASO del año pasado, constituye el mejor aprovechamiento de la valiosa herramienta que son las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias; las que nobleza obliga, resulta un acierto para destacar del Gobierno de Cristina Fernández, erróneamente subestimado por el grueso de las fuerzas políticas, empezando por el propio oficialismo.
Si nos basamos en la performance alcanzada por los partidos que la integran en las elecciones de 2009 y el caudal obtenido en 2013, podría estimarse que el FPU contaría a priori con un 30/32% de intención de votos a nivel país; no obstante es bien sabido que en política no siempre 2 + 2 son 4. Cada vez existen menos electores cautivos, y en consecuencia un alto porcentaje de ciudadanos decide la orientación de su sufragio en cada elección.
En consonancia con esa lógica, si el referido intento repite errores (falta de propuestas convincentes, privilegio de proyectos personales, etc.) la cosecha podría ser tan magra como en 2011. De la misma manera, si logran interpretar el reclamo de la sociedad, organizarse como alternativa válida e “interpretando la misma sinfonía” la ecuación puede ser superior al potencial que hoy se vislumbra.
La referencia del 2013 es bastante demostrativa de lo posible, donde las fuerzas que ahora componen el FPU se presentaron en alianza: Santa Fe, Mendoza, Santa Cruz, Capital Federal, Catamarca, La Rioja y Jujuy, Tucumán y Formosa, donde bien se alzaron con la victoria o en su defecto demostraron progresos sustantivos. Todo esto sin contar con el creciente deterioro que cada vez es más palpable en el Frente para la Victoria, producto de la evidencia del fracaso de la economía, la corrupción y la ausencia de políticas adecuadas en temas estratégicos para el país, a pesar de las excelentes condiciones internacionales imperantes.
Por cierto que el desafío es muy importante; disperso como estaba este espacio, ninguno de sus componentes tenía posibilidad alguna de ser considerado como una opción sería para el 2015; hoy tiene frente sí un desafío muy grande: posicionarse con chances de arribar a una segunda vuelta. Naturalmente no se trata de una misión simple, sobre todo si tenemos en cuenta el cúmulo de errores cometidos por la clase política, que si bien no son exclusivos de estos dirigentes, cabe consignar que los potenciales votantes de estas fuerzas, son por concepción mucho más exigentes que los de orientación peronista; fenómeno que se relaciona con el verticalismo histórico del PJ.
El posicionamiento con chances de una coalición progresista plantea una modificación significativa del escenario vigente; de repasar las características de las demás fuerzas que protagonizan la vida política argentina, rápidamente advertimos que todas ellas están conducidas por liderazgos excluyentes. Sergio Massa, Mauricio Macri y Cristina Fernández son indiscutibles en sus partidos; los dos primeros serán candidatos a la presidencia sin ningún escollo; la presidenta está impedida por la constitución, pero nadie ignora que el postulante del Frente para la Victoria será quien ella determine. En el oficialismo el único con posibilidades de hacer una digna elección es Daniel Scioli, aunque todos saben que Cristina sólo lo bendecirá si privilegia evitar una catástrofe electoral.
El FPU no cuenta con un paladín irrefutable, pero dispone de varios dirigentes descollantes que acreditan conductas irreprochables; lo hay con capacidad de gestión con éxitos marcados en el timón de sus provincias; Hermes Binner y Julio César Cobos, políticos de raza y predicamento: Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Fernando Solanas, Margarita Stolbizer, Ricardo Gil, Lavedra, Ricardo Alfonsín, Luis Juez, etc. Economistas de fuste: Javier González Fraga y Alfonso Prat Gay, jóvenes con presente pero gran futuro como Victoria Donda o Martín Lousteau, e inclusive un estadista avezado de los quilates de Rodolfo Terragno, además de segundas líneas con pergaminos comparables.
Materia gris hay más que suficiente, con estas figuras podrían formar un gabinete con prestigio e idoneidad, como así también ocupar los distintos puestos estratégicos de la administración; más que diferencias ideológicas entre ellos hay matices distintos para nada insalvables. El gran reto es con esas individualidades formar un EQUIPO; el éxito o el fracaso dependen fundamentalmente de la grandeza que sepan tener. Es legítimo que en la Nación y en cada Provincia quienes tienen aspiraciones se presenten a competir en las PASO, pero es menester que tras el veredicto de las urnas se allanen a trabajar en el lugar que estas les asignó.
Este paradigma, normal en cualquier democracia avanzada, en nuestro país plantea serios interrogantes, no porque los obstáculos sean infranqueables, sino porqué se trata de una asignatura pendiente de la dirigencia política argentina. Justamente ese es el salto cualitativo que está obligado a dar la incipiente alianza, si realmente pretende insertarse en la lucha por gobernar el país. Demás está decir que a la sociedad deben presentarle un acuerdo programático creíble, con una plataforma acorde a los cambios que el país necesita.
En razón de lo expresado, un hipotético gobierno del Frente Progresista Unen, independientemente de cual sea la fórmula presidencial que lleve en octubre del 2015, el perfil deberá ser mucho menos presidencialista de lo que es habitual en el país, naturalmente en ese aspecto, debate mediante tendrán que concientizarse sus referentes y, saber explicarlos a una sociedad, un tanto cansada de figuras providenciales.
Sabido es que no hay unanimidad de criterios en cuanto a la extensión del Frente; algunos de sus impulsores ven con buenos ojos incorporar al PRO, otros en cambio fijan allí su límite. Difícilmente se imponga a rajatabla un criterio sobre otro; ni los más entusiastas están dispuestos a romper la unidad de la coalición en esta instancia; no obstante pocos se mostrarían intransigentes de acordar de antemano un posible acuerdo con vistas al ballotage, máxime teniendo en cuenta que ese es el escenario más probable, aun cuando sea prematuro presumir quienes serán los “finalistas”
En las filas de Macri cuidan de involucrarse con el tema, no obstante su plana mayor lo sigue con mucha atención. Ellos más que nadie sufrieron el crecimiento de Unen en Capital y, si bien en su territorio el jefe de Gobierno de la CABA se encuentra fortalecido por la buena gestión que consideran los vecinos, y en las últimas elecciones legislativas logró buenas performances en cuatro provincias, instalar la candidaturas en todos los distritos aparece muy distante. Para lograr ese cometido tenía previsto sumar a referentes provinciales, que a partir de la construcción de FPU se sientes allí contenidos.
Para el Frente Renovador si el FPU logra instalarse con la fuerza que suponen sus mentores se le crea un problema. Desde su aparición el crecimiento resultó espectacular, con un triunfo memorable en la provincia de Buenos Aires, tras del cual siguió reclutando nuevos adherentes, especialmente dirigentes desilusionados del kirchnerismo.
Más allá de su gran performance electoral, el objetivo de Sergio Massa es instalarse con apoyos de peso en todo el territorio nacional, para ello su estrategia contaba con sumar popes radicales de distintas provincias, quienes a partir de la constitución del FPU, al menos por ahora, no están dispuestos a contemplar esa posibilidad.
Hay una certeza, la creación del Frente Progresista Unen “pateo el tablero”, ¿podrá armar el rompecabezas?
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