jueves, 29 de mayo de 2014

¿Quien se atreve a juzgar a Lucía?...

Ver la foto en el mensajePor Ricardo Bustos
Conocí a Lucía por razones profesionales en momentos en que me desempeñaba como profesional del micrófono en una Emisora de Radio en la Ciudad de Mar del Plata. La dama en cuestión comenzaba a incursionar en el medio y me solicitó si podía acompañarla en la conducción de un programa porque ya tenía la publicidad para el mismo y después, cuando se sintiera segura, continuaría sola. Me pareció lógico y al cabo de un mes, ya veía sus condiciones como para dar un paso al costado como habíamos quedado desde un principio y apoyarla en lo que necesite en el futuro.
Mar del Plata, la "Ciudad Feliz", tiene situaciones muy encontradas que muchas veces no se mencionan porque sería mala prensa para un balneario de nivel internacional, pero ocurre que todo el brillo dura solamente tres meses y después son nueve los que se debe luchar para mantenerse con la cabeza fuera del agua ya que escasea el trabajo y las depresiones están a la orden del día. Para quienes habitábamos la Ciudad todo el año, no era problema pues teníamos la vida organizada de una manera absolutamente diferente a la del turista o de aquellas personas que venían a buscar futuro y se quedaban cuando culminaba la dichosa temporada de verano. Lucía, la muchacha que mencioné al comienzo del relato, venía de Mendoza y tenía una hija de unos 14 o 15 años, muy buena criatura, humilde y respetuosa, fruto de un gran amor de su Mamá con un hombre importante de una provincia cuyana, el mismo caballero que jamás se preocupó por el futuro de su sangre, pero la vida le enseñó a la niña que Mamá era "el todo" para Ella y siempre estaban juntas apoyándose mutuamente.
El tiempo pasó y después de muchos años, cuando ya había dejado Mar del Plata por haber sido contratado para desempeñarme como locutor en Ceremonial de una Provincia, el mismo trabajo me fué llevando por lugares que jamás pensé iba a conocer y cada espacio nuevo que mis ojos recorrían, eran como un juguete que recibe un niño pobre toda vez que no lo esperaba. Las posibilidades que tuve y aproveché viajando por todo el país, por cada Pueblo, Villa,Ciudad o Provincias no hubieran existido de no haber sido por mi tarea profesional. En uno de esos viajes programados, fue el turno de Mar del Plata a donde volví ya como un visitante mas por motivos laborales y con mis compañeros de tareas nos alojamos en uno de los tantos hoteles para preparar los actos que debíamos realizar con las autoridades al día siguiente.
Esa noche, estábamos cenando, cuando ingresaron al Restaurante del hotel unas "damas", ligeritas de ropa y con colores muy llamativos, por lo tanto no viene al caso recordar cual era su circunstancial oficio a esas horas, pero ya finalizando los postres y cuando nos disponíamos para ir a descansar porque a la mañana siguiente debíamos madrugar, una de las damas se acerca y me saluda con una gran sonrisa, me abraza y pregunta si me había olvidado de Ella. Me costó mucho reconocer a esa muchacha cuando me dijo su nombre y recordó la historia de la radio cuando trabajamos un tiempo juntos. Por un momento quedé helado porque jamás imaginé que algún día la vería en ese tipo de "trabajo" ya que sus principios y conducta siempre me habían mostrado lo contrario pero aún así, pensé que no tengo autoridad en la vida para juzgar a nadie y por nada.
La invité a la misma mesa a tomar un café, porque por sobre todas las cosas, para mi seguía siendo Lucía, la chica que conocí hace mucho tiempo y en una tarea distinta a la que hoy ejerce. Entrada ya la conversación en un camino sin retorno porque no pudo disimular lo que estaba haciendo, me confesó que ingresó al "oficio" por bronca e impotencia, ya que un día al regresar a su casa, los días se hacían años por la falta de dinero y tenía junto a su hija, carencia de todo en un hogar que se caía a pedazos por la angustia y depresión que las habían llevado al límite de cometer una locura. Abrió esa tarde la puerta del Departamento y sintió un fuerte olor a papel quemado por lo que se asustó mucho hasta que comprobó de que se trataba...
Los hombres, no sabemos mucho de depilación, aunque siempre vemos a las damas de la casa con alguna cera caliente o algo parecido y el rostro fruncido , pero mas allá de eso poco y nada. Me dijo Lucía que esa noche su hija adolescente, como no tenían dinero para comprar algún producto para depilarse , se estaba quemando los vellos corporales con un papel de diario encendido que se frotaba por sus piernas.
Lucía cuenta que se volvió loca y comenzó a insultar en silencio a medio mundo para que el otro medio la entienda y ayude a solucionar sus problemas. Obviamente, no eligió el mejor camino para lograrlo, pero fue lo primero que encontró para salir de la pobreza y después...después no le pregunté mas nada porque su "profesión" requería de la presencia suya en otro lugar de la Ciudad feliz para poder continuar con su nueva vida, que nadie puede juzgar, nadie puede imaginar si es o no feliz, pero a mi me dejó un tremendo sabor amargo por no haber podido ayudarla en algo, cuando mas lo necesitaba...por su niña...y por Ella.
"Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos." Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo español.
Ricardo Bustos Desde Capiovi Misiones Argentina
ENVIADO POR SU AUTOR 

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