Los
programas de ayuda a la banca están teniendo una consecuencia
inesperada y peligrosa que ya se vio durante los años previos a la
crisis financiera de 2008. Bill Bonner explica cómo la tormenta perfecta de ayudas gubernamentales, bancos y deudas se está generando
delante de todos nosotros.
Por Bill Bonner(*)
Wall Street está inmerso en una tendencia alcista histórica; nunca en los últimos 40 años ha habido tan pocas correcciones en el camino alcista. ¡Eso es lo que los tipos de interés a cero pueden hacer por ti! Nunca antes los mercados bursátiles habían tenido tanto viento de cola, suficiente hasta para que te arranque la camisa.
En un mundo normal, los ahorradores tienen la elección de quedarse con su dinero en efectivo o casi en efectivo y recibir a cambio un interés decente por él. Pero ya no. Ahora el interés que rinde un bono del tesoro estadounidense a 10 años es de apenas un 2,5% anual. Sin embargo, la inflación real a la que se enfrentan los ahorradores -de acuerdo a una encuesta exhaustiva del Billion Prices Project- es del 3,91%.
¿Qué clase de mundo es éste en el que un honesto ahorrador pierde casi un 1,5% al año de su dinero? Es un mundo extraño y peligroso.
El diario The Wall Street Journal informa que los inversores están largando velas en busca de rentabilidades más altas. Como resultado, el precio de los bonos ha subido, reduciendo la rentabilidad de los bonos con calificación CCC -por debajo del grado de inversión- al nivel más bajo que se recuerda:
"Los grandes inversores se están lanzando por los bonos corporativos más arriesgados, frustrados por el bajo interés de las inversiones más seguras y convencidos de que hasta las compañías con finanzas descontroladas están fuera del peligro de caer en default."
Estas compras están elevando los precios de estos bonos corporativos arriesgados y reduciendo su rentabilidad, que este mes cayó al 8,187% según el índice de Bank of America Merrill Lynch. Cuando las rentabilidades caen, los precios aumentan.
La demanda de estos y otros bonos con una calificación por debajo del grado de inversión -los llamados bonos basura- está ayudando a alimentar la cantidad de fusiones y adquisiciones corporativas que estamos presenciando.
El entorno de tipos de interés bajos, dice Ford O'Neil, gerente del fondo Fidelity Total Bond con 14.500 millones de dólares en activos, "está obligando a los inversores a adoptar estrategias más arriesgadas con las cuales sienten que serán más recompensados en términos monetarios".
Las bajas tasas de interés de la Reserva Federal atraen a los inversores a hacer cosas temerarias. Pero, ¿para qué preocuparse? Si el mar se agita demasiado, se dicen los inversores a sí mismos, el Gobierno enviará un helicóptero cargado de dinero.
Sí, querido lector, aquí puede ver la diferencia entre una economía que funciona correctamente y una que ha sido inflada con una burbuja propiciada por los bancos centrales y los políticos. En una economía normal, las empresas piden dinero prestado cuando lo necesitan. Y los prestamistas prestan su dinero cuando creen que pueden hacer un buen negocio con ello. De lo contrario se quedan con efectivo... o acciones.
Los prestamistas buscan sólidos prestatarios, con buenos planes de negocio. Y exigen un interés adecuado para protegerse del riesgo de impago. Los prestamistas saben que incluso los mejores planes fallan de vez en cuando, fallos que a ellos les cuesta un dinero difícil de ganar.
Pero en la economía actual incluso los prestatarios más débiles son capaces de conseguir financiación barata. ¿Y por qué no? Si se pierde, ¿a quién le importa realmente? ¿Quién asumirá las pérdidas del dinero en créditos basura que la Reserva Federal y los bancos han repartido? ¿Y quién no pierde nada cuando la Reserva Federal vigila al sistema financiero como un nervioso padre primerizo vigila a su hijo recién nacido?
En la crisis de 2008 todas las miradas se dirigieron a Washington. Allí, las sabias autoridades sabían qué hacer exactamente. Y así fue cómo el TARP nació al calor de la crisis, fruto de una desafortunada unión entre la necesidad y el pánico.
El TARP era un programa de rescate. Ofreció 700.000 millones de dólares en efectivo y una garantía de 23 billones de dólares. Esa cantidad de dinero está predestinada a tener algunas consecuencias inesperadas.
Las vemos en el mercado de bonos basura y de activos bancarios. Un estudio de los profesores Duchin y Sosyura publicado en el Journal of Financial Economics nos dice que los bancos se arriesgan más ahora:
"Este artículo ha investigado el efecto de las ayudas gubernamentales en la toma de riesgos por parte de los bancos. Mientras que no encontramos un efecto significativo de las ayudas gubernamentales en la cantidad agregada de crédito disponible, nuestros resultados sugieren un efecto considerable en el riesgo asociado a los préstamos. Después de aceptados para recibir fondos gubernamentales, las entidades participantes de los programas de asistencia gubernamental conceden préstamos más arriesgados y ubican el capital en activos más arriesgados con mayor rentabilidad que aquellas entidades que no han tenido acceso a los fondos gubernamentales. El efecto neto es un incremento significativo en el riesgo sistémico. En general, las conclusiones son consistentes con las teorías que predicen un incremento en el riesgo de aceptar incentivos como resultado de la protección gubernamental."
En una economía que funciona adecuadamente los prestatarios fallan de uno en uno. Pero en un sistema financiero viciado, los grandes y pequeños inversores despliegan sus velas y escapan como pueden de la tormenta cuando ésta se desata. Esto es una ofensa contra el dios Neptuno y contra todos los dioses. Los marineros deben mostrar algo de respeto por el tiempo y por las oscuras y peligrosas olas. De lo contrario, las aguas suben y los pequeños barcos se hunden en las profundidades, todos juntos.
Saludos, Bill Bonner.
(*) Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "FinancialReckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos. Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "Financial Reckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos.
FUENTE: PUBLICADO EN INVERSOR GLOBAL - Newsletter Semanal - Enviado por mail-
Por Bill Bonner(*)
Wall Street está inmerso en una tendencia alcista histórica; nunca en los últimos 40 años ha habido tan pocas correcciones en el camino alcista. ¡Eso es lo que los tipos de interés a cero pueden hacer por ti! Nunca antes los mercados bursátiles habían tenido tanto viento de cola, suficiente hasta para que te arranque la camisa.
En un mundo normal, los ahorradores tienen la elección de quedarse con su dinero en efectivo o casi en efectivo y recibir a cambio un interés decente por él. Pero ya no. Ahora el interés que rinde un bono del tesoro estadounidense a 10 años es de apenas un 2,5% anual. Sin embargo, la inflación real a la que se enfrentan los ahorradores -de acuerdo a una encuesta exhaustiva del Billion Prices Project- es del 3,91%.
¿Qué clase de mundo es éste en el que un honesto ahorrador pierde casi un 1,5% al año de su dinero? Es un mundo extraño y peligroso.
El diario The Wall Street Journal informa que los inversores están largando velas en busca de rentabilidades más altas. Como resultado, el precio de los bonos ha subido, reduciendo la rentabilidad de los bonos con calificación CCC -por debajo del grado de inversión- al nivel más bajo que se recuerda:
"Los grandes inversores se están lanzando por los bonos corporativos más arriesgados, frustrados por el bajo interés de las inversiones más seguras y convencidos de que hasta las compañías con finanzas descontroladas están fuera del peligro de caer en default."
Estas compras están elevando los precios de estos bonos corporativos arriesgados y reduciendo su rentabilidad, que este mes cayó al 8,187% según el índice de Bank of America Merrill Lynch. Cuando las rentabilidades caen, los precios aumentan.
La demanda de estos y otros bonos con una calificación por debajo del grado de inversión -los llamados bonos basura- está ayudando a alimentar la cantidad de fusiones y adquisiciones corporativas que estamos presenciando.
El entorno de tipos de interés bajos, dice Ford O'Neil, gerente del fondo Fidelity Total Bond con 14.500 millones de dólares en activos, "está obligando a los inversores a adoptar estrategias más arriesgadas con las cuales sienten que serán más recompensados en términos monetarios".
Las bajas tasas de interés de la Reserva Federal atraen a los inversores a hacer cosas temerarias. Pero, ¿para qué preocuparse? Si el mar se agita demasiado, se dicen los inversores a sí mismos, el Gobierno enviará un helicóptero cargado de dinero.
Sí, querido lector, aquí puede ver la diferencia entre una economía que funciona correctamente y una que ha sido inflada con una burbuja propiciada por los bancos centrales y los políticos. En una economía normal, las empresas piden dinero prestado cuando lo necesitan. Y los prestamistas prestan su dinero cuando creen que pueden hacer un buen negocio con ello. De lo contrario se quedan con efectivo... o acciones.
Los prestamistas buscan sólidos prestatarios, con buenos planes de negocio. Y exigen un interés adecuado para protegerse del riesgo de impago. Los prestamistas saben que incluso los mejores planes fallan de vez en cuando, fallos que a ellos les cuesta un dinero difícil de ganar.
Pero en la economía actual incluso los prestatarios más débiles son capaces de conseguir financiación barata. ¿Y por qué no? Si se pierde, ¿a quién le importa realmente? ¿Quién asumirá las pérdidas del dinero en créditos basura que la Reserva Federal y los bancos han repartido? ¿Y quién no pierde nada cuando la Reserva Federal vigila al sistema financiero como un nervioso padre primerizo vigila a su hijo recién nacido?
En la crisis de 2008 todas las miradas se dirigieron a Washington. Allí, las sabias autoridades sabían qué hacer exactamente. Y así fue cómo el TARP nació al calor de la crisis, fruto de una desafortunada unión entre la necesidad y el pánico.
El TARP era un programa de rescate. Ofreció 700.000 millones de dólares en efectivo y una garantía de 23 billones de dólares. Esa cantidad de dinero está predestinada a tener algunas consecuencias inesperadas.
Las vemos en el mercado de bonos basura y de activos bancarios. Un estudio de los profesores Duchin y Sosyura publicado en el Journal of Financial Economics nos dice que los bancos se arriesgan más ahora:
"Este artículo ha investigado el efecto de las ayudas gubernamentales en la toma de riesgos por parte de los bancos. Mientras que no encontramos un efecto significativo de las ayudas gubernamentales en la cantidad agregada de crédito disponible, nuestros resultados sugieren un efecto considerable en el riesgo asociado a los préstamos. Después de aceptados para recibir fondos gubernamentales, las entidades participantes de los programas de asistencia gubernamental conceden préstamos más arriesgados y ubican el capital en activos más arriesgados con mayor rentabilidad que aquellas entidades que no han tenido acceso a los fondos gubernamentales. El efecto neto es un incremento significativo en el riesgo sistémico. En general, las conclusiones son consistentes con las teorías que predicen un incremento en el riesgo de aceptar incentivos como resultado de la protección gubernamental."
En una economía que funciona adecuadamente los prestatarios fallan de uno en uno. Pero en un sistema financiero viciado, los grandes y pequeños inversores despliegan sus velas y escapan como pueden de la tormenta cuando ésta se desata. Esto es una ofensa contra el dios Neptuno y contra todos los dioses. Los marineros deben mostrar algo de respeto por el tiempo y por las oscuras y peligrosas olas. De lo contrario, las aguas suben y los pequeños barcos se hunden en las profundidades, todos juntos.
Saludos, Bill Bonner.
(*) Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "FinancialReckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos. Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "Financial Reckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos.
FUENTE: PUBLICADO EN INVERSOR GLOBAL - Newsletter Semanal - Enviado por mail-
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