No es casual, en la discursividad social, la utilización del término “para todos”. Hablar de “todos” implica un proceso intelectivo de representación, funcionamiento de un signo o a su relación con el objeto para el interprete de la representación (Peirce, 2006[i]). Cuando usamos una palabra, nos estamos dirigiendo a alguien, y tratando que ese intérprete recepte el mensaje y asimile una determinada idea. Cada palabra, por si misma, cada vocablo, sólo posee sentido cuando se interpreta la idea que intenta transmitir el emisor. Es evidente que la acepción del “todos” excede lo lingüístico para transformarse en una herramienta política, y de allí que se justifique cualquier costo a invertir en esa idea.
Un gobierno populista necesariamente debe transmitir una idea de inclusión, donde la opinión pública se moldee a la hegemonía imperante. El uso demagógico de palabras como “pueblo”, “todos”, “colectivo” o “inclusión” implican un transfondo de segregación al individuo pensante por si mismo. Resulta oportuno recordar a José Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, cuando dice que lo más característico del S. XIX es la construcción del colectivismo. El colectivismo, hoy visto como una construcción ideal, resulta ser la mayor arma de dominación de los últimos doscientos años. Sea el nacional-socialismo o el régimen leninista, cada espacio totalitario asienta su poder interno en la propaganda[ii]. El control de las masas remite a una idea superadora de la clase obrera[iii], la masa es “el conjunto de hombres promedio”, y allí cobra especial relevancia el manejo de la opinión pública. Los imperios del pasado se erigieron sobre sangre y armas, mas hoy, cada emperador requiere ante todo ser un genio de la propaganda pública.
No hay colectivismo sin propaganda, porque así como un producto vende por imponerse en el mercado a través de la opinión individual, la propaganda impone una ideología (la cual es total o parcialmente falsa) a través de la opinión pública. Es oportuno diferenciar la campaña política, como acto electoral, a la implementación de una hegemonía mediante el aparato estatal; la propaganda ideologizada no busca un acuerdo válido y deliberado electoral, sino por el contrario ataca la psiquis de las masas para imponerse tácticamente y tomar el control de la opinión pública.
En una afrenta al pensamiento clásico, se consideró y se considera desde las tesis posmarxistas, al liberalismo como sinónimo de un nefasto individualismo. La batalla cultural se transforma en un mero combate discursivo, donde se ataca al individuo, al mostrarlo como un ser cuya única razón de ser es la especulación y el egoísmo. En las antípodas de este pensamiento, mediante la propaganda, se intenta generar la falaz idea que el colectivismo es un ser autónomo que genera progreso y dota de bondades a la sociedad. Así pues, es observable como se establece una batalla cultural que tiene por fin último aniquilar el pensamiento individual; la razón es muy simple de interpretar, pregúntese que sucedería si cada borrego pudiera pensar por si mismo y descubriera que su guía los está llevando al matadero. Si bien es un ejemplo burdo el citado, no es distante a la realidad que atraviesan los países populistas de América Latina, donde el modelo socialista solo ha conducido a una economía deplorable y una exacerbación de la delincuencia, que no se vivía desde épocas de la subversión.
El motivo que lleva al populismo hablar constantemente del “todos” es una herencia de Gramsci que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe tradujeron en términos políticos aplicables a la Argentina. Según se analiza en la “La razón populista”, era preciso deconstruir (corriente pos-estructuralista) ciertas premisas, fundamentalmente la autonomía de la voluntad. Paulatinamente se consolidó una premisa congelada, la que es la actitud intervencionista y paternalista del Estado, y se derogó la idea de seguridad jurídica (pilar básico en toda planificación libre en la vida individual y social). En este proceso, Gobierno y Estado se confunden, generando un mismo espectro donde el individuo no posee más allá que aquello que el gobierno de turno esté dispuesto a dar.
Gramsci establecía la necesidad de dejar de lado la lucha de clases; el enfrentamiento debía ser en la cultura de las masas. Cuando un gobierno enfatiza en su discurso el “todos”, por antonomasia está incluyendo una totalidad que no es real, por cuanto es imposible que exista en una sociedad universalidad de criterios; sin embargo el impacto que genera en la media de la población es una idea de inclusión, nada más lejos de la realidad, ya que objetivamente es ese el pensamiento que se busca transmitir.
Este método fue explotado al máximo por Joseph Goebbels, quien sostenía que debía crearse un enemigo único (ejemplo actual: la década infame de los 90, el campo, la oligarquía, el F.M.I.), trasladar al enemigo los errores propios (en Argentina no existe ningún relato oficial donde se reconozca una falencia), exagerar aquello que objetivamente no tiene trascendencia (cadenas nacionales para relatar hechos cotidianos), y fundamentalmente expresa, en una cita textual: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. El gobierno argentino se nutre de estas estrategias para consolidarse en el poder, de allí que ante un discurso intelectual tan pobre y burdo pueda seguir vigente como autoridad de turno. Todo régimen totalitarista se auto legitima, empezando por el silenciamiento de aquello a lo que no puede dar respuesta, y finalizando con la actitud más gravosa, la unanimidad, es decir, el convencimiento de las masas que “todos” piensan como el régimen piensa.
Resulta indiferente comparar con el nacional-socialismo ciertas prácticas del gobierno actual, por cuanto también esbozan estrategias del terrorista cultural marxista Gregory Lukacs[iv], como resultan ser los cambios en materia de educación sexual y su libre intercambio en niños[v], el desmantelamiento de la familia tradicional[vi] o el atentado contra la religión[vii].
Muchos elementos que aporta Gramsci en su batalla cultural ya han sido internalizados, desde el saber académico hasta el lenguaje común de la sociedad media. Cuando los populismos imperantes en Latinoamérica desarrollan sus discursos se observa una clara tendencia a perpetuar el régimen totalitario. Si bien existen prácticas políticas, especialmente la cultura del subsidio, que anulan al individuo, en el plano discursivo se instala una imagen de líder mesiánico portador de la voz de todos, y aquel que ose pensar diferente, es necesariamente un enemigo de la colectividad.
El diseño filosófico del “para todos” es esencialmente contradictorio, por cuanto reconoce la diversidad y la igualdad de individuos. No puede querer tratarse de igual manera lo que naturalmente es distante, mas sí se podría como política de Estado promover la equidad de oportunidades. Aberrante resulta para el contribuyente promedio ver que existe todo un aparato de propaganda oficialista, que lejos de promover las inclusiones de ciertas clases al mercado laboral, se utilizan recursos privados gestionados públicamente para otorgar “pan y circo”. Cuando se implementa una política de Estado cuyo lema es el “para todos”, no solo se está cubriendo de críticas opositoras (nadie está dispuesto a pagar el costo político de ser “anti-popular”), sino que se está moldeando la mente colectiva de que éste gobierno abraza a la totalidad poblacional sin dejar a nadie afuera. La propaganda es un proceso que se realiza por todos los medios, y de manera constante, hasta ingresar forzosamente en la psiquis de cada ser, y congelando ciertos presupuestos, tales como la presencia estatal en cada esfera de la vida individual, la presión tributaria irracional, o la idea de un pueblo cuya prerrogativa es superior al individuo. El ejemplo más vivo es que nadie se pregunta cuál es el fundamento moral para mantener a otra persona que no desea colaborar en nada al bienestar social.
Los recursos que consumió el Estado en su guerra contra la libertad de prensa demuestran la verdad inobjetable de su paralelismo con los regímenes más sangrientos de la historia[viii]. Es primordial para el populismo enfatizar en las pasiones de las masas sus ideas, porque es donde el ser humano se muestra más proclive a dejarse guiar por los instintos y no por la razón[ix]. Pero más importante es tapar toda voz disidente, de allí que este supuesto modelo keynesiano de país gaste más en silenciar medios opositores que en aclamar obras que beneficien al conjunto social. La persecución a la oposición es una práctica constante en cada dictadura, y si bien ya no hay campos de concertación, sigue existiendo una presión social sobre todo disidente[x], porque el aparato estatal se cae cuando un sujeto es capaz de mostrar la verdad. Solo se requiere sembrar un dejo de duda para invocar la reflexión del individuo, y es lo que favorablemente sucedió en Venezuela cuando un grupo de estudiantes decidieron vivir en libertad. Al silenciar todas las voces, solo queda la del gobierno y su relato, moldeando la cultura e impidiendo libertades.
Como toda utopía socialista, se intenta convencer con una falaz idea que es posible la vida sin mayores sacrificios, y que ante toda necesidad hay un Estado que la satisface gratuitamente. El mayor desafío para el sector privado pensante es revertir la comodidad en la que se asienta una sociedad que solo consume recursos ajenos. Resulta difícil convencer a una casta que genere aquello que ha de consumir cuando ha pasado ya un tiempo donde el Estado paternalista atiende sus necesidades, sin acusar contraprestación alguna. Interesante sería descubrir, cómo es posible sostener este discurso social, si el sector privado dejara de aportar recursos al sector público. Probablemente allí el neo marxismo mostraría las mismas falencias del marxismo clásico, que fueron ya advertidas en el Nuevo Testamento: “quien no quiere trabajar, que no coma”.
[i] U.N.C. Centro de Estudios Avanzados; Socialsemiótica – Análisis de los Discuros Sociales; Córdoba; Editorial Brujas; 2006.
[ii] Jean-Marie Domenach; La propaganda política; Buenos Aires; Editorial Universitaria Bs. As.; 1962.
[iii] José Ortega y Gasset; La rebelión de las masas; España; Colección Austral; 1958.
[iv] http://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Luk%C3%A1cs
[v] http://www.infobae.com/2013/09/25/1511488-un-nino-6-anos-tendra-un-nuevo-dni-otro-sexo
[vi] http://www.lanacion.com.ar/1284883-es-ley-el-matrimonio-entre-personas-del-mismo-sexo
[vii] http://www.lanacion.com.ar/1421437-bergoglio-kirchner
[viii] http://www.clarin.com/politica/spot-Clarin-costo-Gobierno-millones_0_782321822.html
[ix] http://www.infobae.com/2013/09/30/1512501-el-futbol-todos-saldra-casi-4-millones-dia-el-2014
[x] http://www.quepasasalta.com.ar/65964/
No hay comentarios:
Publicar un comentario