Lo primero que salta a la vista es el estado de conmoción nacional cuyos síntomas se observan en los pronunciamientos espasmódicos y contradictorios del llamado TSJ en Sala Constitucional; pero no es cierto que “los magistrados dieron el golpe de estado” o que haya una “tiranía judicial” ni una “dictadura de los jueces”, o la peregrina teoría de que “los golpes de Estado no los dan los militares sino los jueces”. Eso es diversionismo ideológico o, como diría el camarada Fidel, “fuegos de artificio”.
La cuestión es que si Venezuela se encuentra bajo una dictadura militar comunista, inspirada por la Cuba de Castro, cuyo eje gira en torno a un Partido Militar, ¿quiénes son los que realmente tiran los hilos de esta conspiración? ¿Quiénes son los miembros del Politburó? O mejor, ¿quién es el jefe, líder o caudillo, para seguir la tradición que rige desde la Independencia?
El comandante Jesús Urdaneta Hernández no cree que haya tal partido militar. La verdad, dice, es que el director de la orquesta, que era Chávez, que medio armonizaba a militares y civiles conjurados, se murió (o lo mataron, como dirían a su vez Maduro y Eva Golinger) y a partir de allí lo que hay es un caos de aprovechadores y oportunistas, que no tienen visión de partido, ni doctrina, ni jerarquía, sino sólo intereses mezquinos.
La Cátedra aclara que su posición siempre ha sido que sí hay un partido militar, no sólo por el Movimiento Bolivariano Revolucionario del bicentenario (MBR200), de 1982, que luego en se transforma en el MVR en 1997, para finalmente subsumirse en el PSUV en 2007; sino remontándonos históricamente al origen de la República con la Cosiata de José Antonio Páez, las Agrupaciones Cívicas Bolivarianas del general López Contreras, el PDV de Medina Angarita, la Unión Militar Patriótica que lo derroca, hasta llegar al Frente Electoral Independiente (FEI) de Marcos Pérez Jiménez.
La verdad, cuando se crea una organización, no en el sentido formal de estar registrada en el CNE, con autoridades, militantes, programa, himno, bandera y color reconocidos, sino que tenga por objeto la toma, conservación o ampliación del poder, puede hablarse de un partido político, con la peculiaridad de que se trataría de un partido armado, para peor, con las armas de la República, lo que le confiere su peculiar carácter conspirativo.
Una dificultad nada pequeña es que tradicionalmente los partidos comunistas realizan sus actividades en forma clandestina y al parecer no abandonan estos hábitos cuando acceden al poder en el que, por definición, sus actuaciones deben tener carácter público.
De manera que la planificación, diseño e implementación de políticas pueden definirse en sentido estricto como una conspiración.
La pregunta inicial sigue vigente: ¿Dónde se oculta el Poder? ¿Quién manda aquí?
CAPITALISMO MILITAR
Visto que el TSJ actúa según órdenes y contraórdenes que “vienen de arriba”, como lo hace el CNE, la defensoría del pueblo, la contraloría y los demás poderes públicos; interviene espontáneamente Pablo Medina para acotar que en realidad el Poder se encuentra en Cuba, que todo este tinglado es manejado desde La Habana.
Ciertamente “el modelo cubano” incluye esa injerencia medular de las FAR en todo el andamiaje del Estado, incluso en el Partido Comunista que según la constitución es la vanguardia de la sociedad, en el que, por ejemplo, de quince miembros que tiene el politburó, diez son militares.
Pero es que además manejan casi toda la economía de la isla y su comercio exterior a través del Grupo de Administración Empresarial, S.A., que sustituyó a la Unión de Empresas Militares, un súper holding presidido por el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, cuya mejor credencial es ser yerno de Raúl Castro, esposo de su hija Deborah Castro Espín y padre de su jefe de seguridad personal Raúl Rodríguez Castro, el nieto-guardaespaldas, alias “el cangrejo”.
Existen otros emporios empresariales como CIMEX que tiene una división mayorista y otra minorista, la Corporación Gaviota comprende las áreas de turismo, decenas de hoteles, restaurantes, múltiples servicios, CADECAS controla las remesas, cobrando un diezmo por las operaciones cambiarias y así sucesivamente, se puede pasar revista a todas las actividades económicas sin que ninguna escape al control militar.
En Venezuela llama la atención la reciente creación de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (CAMIMPEG), cuyo único antecedente era la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (CAVIM), ocupada casi exclusivamente de la fabricación y comercio de armas y explosivos.
Pero es que a partir del Plan Bolívar 2000 y el tristemente célebre Central Azucarero Ezequiel Zamora (CAEZ) de los comienzos de la dictadura, se han creado empresas de transporte, sistemas de comunicaciones, agropecuarias, constructora con su filial en canteras y materiales, fondos de inversiones, televisoras, vehículos, viajes y turismo, hasta una universidad, además del antiguo IPSFA, son decenas de compañías y otras instituciones de carácter económico.
Un rasgo común de estos emporios comerciales es que sólo su forma es mercantil, porque se trata de sociedades y compañías anónimas cuyo único accionista es el Estado; pero además se caracterizan por su opacidad, porque como sus gemelas cubanas no publican estados financieros ni están sometidas al control de ningún auditor o contralor externo e independiente.
Otro rasgo distintivo es que no son competitivas, no entran a concursar en un mercado abierto, para ver cuál pueda ser su rentabilidad, eficacia y eficiencia, sino que actúan como monopolios, impidiendo autoritativamente el acceso a inversionistas privados en sus nichos de comercialización y mercados cautivos, prescindiendo por completo de las leyes de oferta y demanda.
Esto dibuja un nuevo “modelo de negocio” que no ha sido suficientemente estudiado y agrega otro ingrediente adicional al carácter inédito de esta novísima dictadura que combina el clásico Estado Patrimonial y mercantilista con una alianza estratégica con el gran capital financiero transnacional, que es su socio y soporte, irónicamente bautizado “socialismo del siglo XXI”; aunque debería ser “capitalismo militar del siglo XXI”.
La globalización, como los dioses del Olimpo, engendra hijos monstruosos.
MAFIAS, FUNDAMENTALISMO Y OTRAS SORPRESAS
El vistazo más superficial a la nomenclatura cubana revela que la familia Castro ocupa sin discusión el tope de los cargos de poder; pero no son sólo ellos, con sobrada razón se han llamado “los herederos” a los delfines de los veteranos de la Sierra Maestra, que son una especie de aristocracia revolucionaria, mucho más exclusiva que los amos de Buckingham.
La realeza cubana se ha educado en las mejores universidades del mundo y no precisa ni exclusivamente en la Universidad Lomonósov de Moscú, se encuentran perfectamente adiestrados para asumir las riendas del negocio familiar tan pronto sus viejos vayan dejando el paso abierto por razones estrictamente generacionales.
En Venezuela el nepotismo se ha llevado a extremos absolutamente delirantes, como todo lo que ha hecho esta revolución en materia de oportunismo, corrupción, ventajismo y abuso de poder. Fue un pasatiempo estimulante perseguir, por ejemplo, al apellido Flores en los intersticios administrativos de la antigua Asamblea Nacional durante el reinado de Cilia; como es igualmente extendido el apellido Cabello.
Cuando designan a alguien jefe de una institución, desde un ministerio a cualquier empresa del Estado, una refinería de petróleo o una empresa expropiada, lo primero que hace es llevar a su cónyuge como gerente de algo, luego los hijos, sobrinos, después los colaterales y así hasta el jardinero, el chofer y la doméstica, que a partir de ahí van a cobrar de los fondos públicos.
Cuando el ente se arruina, como suele suceder, lo ascienden a otro y así hasta llegar a donde estamos ahora, al borde del colapso total, en una sorprendente privatización de las instituciones públicas en nombre del socialismo.
Si nuestra situación no fuera suficientemente trágica, hay que agregarle la importación de conflictos que nos son completamente ajenos, como el conflicto del medio oriente, por ejemplo.
Por arte de “la solidaridad entre los pueblos”, la ideología justificadora del papel de carne de cañón de los soldados cubanos en la geopolítica de la guerra fría, ahora nos hemos convertido en aliviadero no solo de la guerrilla colombiana sino de cualquier otra parte del globo donde se combata al enemigo común, el imperialismo norteamericano.
Así, Venezuela se ha convertido en una ficha en el tablero global de una confrontación extra fronteras de la que no se puede derivar ningún beneficio pero sí graves perjuicios.
Y este es el último tema que sale a relucir en nuestro debate, traído al panel por los participantes: el hecho incontrovertible de la presencia creciente de organizaciones extremistas islámicas que enrarecen todavía más nuestro ya turbio panorama político.
Venezuela ya no es solamente el puente para el narcotráfico que sale de Colombia hacia Europa y los EEUU, sino que es receptora de islamistas que se “occidentalizan” en el país, adquiriendo nuevas identidades y fisonomía, para seguir sus rutas de infiltración en Norteamérica, Canadá y México inclusive.
Finalmente, la consigna de salir de Maduro ya quedó superada por los hechos, no sólo porque no gobierna al país, si es que lo gobernó alguna vez, superado por las logias militares SA, sino porque aún en ese caso, ¿cómo salir de las FARC y el ELN, de Hezbolá e Irán?
El cuadro es complicado y peligroso, imposible de resolver en un bosquejo tan limitado y breve como el que disponemos.
Pero esta es la línea de reflexión que hemos propuesto y reiteramos.
ENVIADO POR SU AUTOR DESDE VENEZUELA
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