viernes, 8 de junio de 2012

Los que votaron no pueden quejarse
Por  
E2
Es muy común que, en democracia, personas que votaron a un partido político luego se quejen constantemente del partido que está en el poder actualmente (y que ellos no votaron). Argumentan, precisamente, que ellos no votaron a dicho partido y, por lo tanto, están legitimados para quejarse. Incluso dicen que los que no votamos no nos podemos quejar en absoluto. Pero cometen una contradicción lógica aberrante al quejarse y decir esto; de hecho, al contrario, no están legitimados para quejarse quienes votaron.
Es muy común que esta gente diga: “A los que votasteis a X (poner aquí cualquier partido político) ahora os aguantáis, no os podéis quejar; no haberlos votado”. No, señores, quienes os tenéis que aguantar sois todos los que votasteis, ya fuera a un partido o a otro.
Vayamos por partes primero. La democracia -como ya hemos comentado varias veces aquí- es un sistema absurdo para organizar a la sociedad. El único argumento o razón para justificar la democracia es que lo votó la mayoría. Pero si nos fijamos más de cerca vemos que esto es totalmente un sinsentido. Que una mayoría de personas crean que algo es cierto -y lo voten- no lo convierte necesariamente en cierto. Por mucho que una inmensa mayoría de la población dijese que la Tierra es plana, no la convertiría en plana; la Tierra seguiría siendo ovalada, piense la mayoría lo que piense. Al igual que no sometemos a votación las leyes matemáticas, no deberíamos hacer lo mismo con otras leyes. Sería absurdo preguntar a la gente cuánto debería valer (o vale) la aceleración gravitatoria. Todos sabemos que dicha aceleración vale 9,81 m/s^2, aunque un 99% votase que no. Es un dato conocido y objetivo. No porque una mayoría vote algo, convierte ese algo en real y cierto. De hecho, la mayoría puede estar (y lo ha estado a lo largo de la historia) tremendamente equivocada en ciertos asuntos. La democracia es, en definitiva, la dictadura de la mayoría sobre las minorías.
Dicho esto, quienes votan aceptan este sistema absurdo llamado la democracia. Se les cita a votar dentro de un sistema de democracia parlamentaria, y ellos acuden libremente. Al acudir a votar están legitimando este sistema, lo están justificando. Conocen cómo funciona y conocen sus reglas. Saben que el partido que obtenga más votos ganará. Y, aún sabiendo esto, acuden a votar. Luego no están legitimados para quejarse del partido que salga elegido; conocían las reglas y votaron. De hecho,deberían apoyar y legitimar al partido que salga elegido, como buenos demócratas que dicen ser. Deberían aceptar que a ese partido lo eligió la mayoría que acudió a votar y, siguiendo las reglas del juego, salió escogido.
Es totalmente absurdo que participes en un juego -el de la democracia- con unas reglas bien definidas (y conocidas por todos) y que luego te quejes del resultado. ¡Pero si conocías las reglas y aceptaste participar! No hay argumentos válidos para quejarse.
Solo los que no votamos -es decir, no acudimos a la cita de un juego que nos parece ridículo-podemos quejarnos del partido que sale escogido por la mayoría que vota. Al no votar no aceptamos las reglas democráticas; no legitimamos el sistema, con lo cual, tampoco legitimamos a quien salga ganador. Al no votar no estamos aceptando ninguna regla del juego, no tenemos porque aceptar al que obtenga más votos. Podemos quejarnos todo lo que queramos.
La cuestión es simple y fácil. Si votas aceptas las reglas del juego. Si no votas, no estás aceptando nada. Con lo cual, los que votan no solo no deberían quejarse del partido que sale escogido en unas elecciones de democracia parlamentaria sino que, además, deberían apoyarlo y legitimarlo como buenos demócratas. Así demostrarían que aceptan las reglas del juego y que saben perder. Solo los que no votamos podemos quejarnos legítimamente de quien salga elegido.
Fuente:publicado en  http://www.enemigosdelestado.com

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