Columnista
Resulta
prácticamente muy difícil encontrar personas que no estén de acuerdo
con el intervencionismo, que el Dr. C. Sabino define de la siguiente
manera:
"intervención estatal.
Acción de los gobiernos que tiene por objeto afectar la actividad
económica. El término es lo suficientemente amplio para incluir tanto
la regulación y control de los mercados como la participación directa
en la actividad económica."[1]
Este
intervencionismo se ha querido justificar desde distintos ángulos y
diferentes puntos de vista, de algunos de los cuales pasaremos rápida
revista. Uno de ellos es el de su "necesidad" para la provisión de
bienes públicos:
"En
otros términos, el bien público constituye el argumento central del
intervencionismo estatal, ya que en esta línea argumental, el gobierno
produciría la cantidad óptima del bien en cuestión que sería financiado
por todos a través de impuestos con lo cual se internalizaría la
externalidad y no habría free-riders ni costos ni beneficios externos
sin internalizar. Tal vez el resumen más claro de esta posición esté
expresado por Marcun Olson quien sostiene que “Un estado es, ante todo,
una organización que provee de bienes públicos a sus miembros, los
ciudadanos”. [2]
Pero, el mismo profesor señala que:
"Las
externalidades positivas y negativas se internalizarán o no en el
proceso de mercado según sean los gustos y las preferencias del momento
y, en su caso, según los costos involucrados pero en modo alguno
pueden considerarse “fallas de mercado”. Sin embargo, el
intervencionismo gubernamental constituye una falla (o una tragedia
para utilizar la expresión de Garret Hardin) al recurrir a la fuerza
para internalizar aquello que, tomados todos los elementos disponibles
en cuenta, se considera no internalizable al tiempo que se distorsionan
los precios relativos con lo que, según el grado de intervención, se
obstaculiza o imposibilita la asignación eficiente de recursos."[3]
Ciertos autores consideran que la globalización es una suerte de barrera contra el intervencionismo:
"Otro
resultado de la expansión de la división internacional del trabajo —
llamada globalización — es que los estados participantes y sus políticas
son controlados cada vez más por la competencia internacional. Debido a
esta competencia, pierden parte del poder sobre sus ciudadanos, y el
intervencionismo estatal debe ceder."[4]
Ciertamente,
apuntamos a esta cita, que no resulta simple hacer ceder a los
gobiernos su intervencionismo. De allí, las trabas que normalmente han
impuesto y siguen imponiendo al comercio internacional único medio este
por el cual esa división internacional del trabajo podría encauzarse.
Frente a la división internacional del trabajo no con menor vigor los
estatistas le oponen sus barreras proteccionistas.
El Dr. Mansueti analiza este tema desde otro ángulo diferente intentando una clasificación. Para él:
"una
clasificación aproximada (no perfecta) de los sistemas de Economía
Política sería así: ...De centro, el intervencionismo distributivo
(Welfare State), por la igualdad a través el voto. Es el de las
“Terceras Vías”: socialismo democrático, socialismo cristiano, y
populismo.
–
De derecha es sin duda el sistema de mercado; pero hay tres modelos
distintos: el intervencionismo de privilegios corporativos (“crony
capitalism” o mercantilismo); el capitalismo liberal, de gobierno
limitado, que es de derecha porque busca la libertad dentro del orden; y
el anarcocapitalismo, que resulta la verdadera “extrema” derecha."[5]
La
clasificación ensayada por el Dr. Mansueti, si bien es bastante
original, nos ofrece algunas dudas que no es del caso tratar aquí de
momento. La citamos sólo con fines expositivos.
Más adelante certeramente añade:
"Es
un principio general: si el Estado se entromete en una actividad
privada cualquiera, es para imponer opiniones y reglas a sus
protegidos, y a cambio conferirles ventajas frente a sus competidores.
Así es en las cuatro actividades vistas hasta aquí –economía, prensa,
educación y atención médica–; y la política no es una excepción. El
intervencionismo estatal es un atentado contra la libertad: no debe
ser."[6]
Estamos de acuerdo con esta última observación.
Un importante partidario del intervencionismo como K. R. Popper debe, sin embargo, reconocer que:
"la
intervención económica, aun mediante los métodos graduales aquí
defendidos, tiende a acrecentar el poder del Estado. Se desprende,
pues, que el intervencionismo es en extremo peligroso. Esto no
constituye, sin embargo, un argumento decisivo en su contra, pues el
poder del Estado, pese a su peligrosidad, sigue siendo un mal
necesario. Pero debe servir como advertencia de que si descuidamos por
un momento nuestra vigilancia y no fortalecemos nuestras instituciones
democráticas, dándole, en cambio, cada vez más poder al Estado mediante
la "planificación" intervencionista, podrá sucedemos que perdamos
nuestra libertad. Y si se pierde la libertad, se pierde todo, incluida
la «planificación». En efecto, ¿por qué habrán de llevarse a cabo los
planes para el bienestar del pueblo si el pueblo carece de facultades
para hacerlos cumplir? La seguridad sólo puede estar segura lujo el
imperio de la libertad."[7]
Lamentablemente
los temores de K. R. Popper se vieron cumplidos en la mayor parte de
los países del mundo. Sucede que parece no haber advertido (al menos en
la obra de la cual tomamos esta cita) que el poder tiende a su propia
expansión tanto en el tiempo como en el espacio. Mucho antes de K. R.
Popper Lord Acton ya exclamaba que el "El poder tiende a corromper. El
poder absoluto corrompe absolutamente". Fue Acton quien demostró tener
razón.
Hoy
vivimos épocas de intervencionismo extremo, particularmente en
Latinoamérica donde ha adoptado la forma de populismo en varios países
como Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
[2]
Alberto Benegas Lynch (h), "Bienes públicos, externalidades y los
free-riders: el argumento reconsiderado". Exposición ante la Academia
Nacional de Ciencias. Noviembre 28 de 1997. Pág. 3
[3] Alberto Benegas Lynch (h), "Bienes...." Óp. Cit. Pág. 13.
[4]
Hubertus Müller-Groeling-"La Dimensión Social de la Política
Liberal"-Publicado por Fundación Friedrich Naumann (FFN)-Oficina
Regional América Latina. pág. 18
[5] Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, octubre de 2009, pág. 258.
[6] Mansueti A. Las leyes....ob. cit. pág. 310
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