Columnista
Conforme a su ya consagrado Diccionario de economía, el Dr. C. Sabino define:
"colectivismo.
Término genérico que se utiliza para designar las ideologías y las
propuestas políticas favorables a la supresión de la propiedad privada.
Dentro de las corrientes colectivistas pueden mencionarse el
socialismo, el fascismo y algunas variantes del anarquismo. Desde el
punto de vista económico las posiciones colectivistas proponen la
estatización o la conformación de cooperativas organizadas y
controladas por el Estado como forma básica de propiedad. También, y
como consecuencia de ello, abogan por la planificación central y
recusan al mercado como forma de asignación de recursos."[1]
Si
analizamos en detalle esta definición, y la comparamos con las
profusas regulaciones existentes en la mayoría de los países que se
autodenominan como pertenecientes al "mundo libre" podremos comprobar
-no sin cierta sorpresa- que la mayor parte de ellos siguen políticas
colectivistas. No resulta relevante para nada como los gobiernos del
mundo auto-rotulen sus acciones políticas y económicas, lo que debemos
estudiar y observar en detalle es cuál es el contenido de tales
actuaciones políticas, recordando que la supresión de la propiedad
privada puede ser total o parcial, gradual o acelerada, y que puede
intentarse por muchas vías en apariencia "democráticas". No creemos
equivocarnos si afirmamos que los populismos latinoamericanos son
abiertamente colectivistas.
Tampoco
debemos dejarnos engañar por ciertas posiciones que se embanderan bajo
las etiquetas de "Derechas" o "Izquierdas", que tratan de establecer
una suerte de "tajante" antagonismo entre ambas, porque como enseña el
profesor Dr. A. Benegas Lynch (h):
"En
realidad, tanto los nazis como los fascistas, al permitir el registro
de la propiedad de jure pero manejada de facto por el gobierno, lanzan
un poderoso anzuelo para penetrar de contrabando y más profundamente
con el colectivismo respecto del marxismo que, abiertamente, no permite
la propiedad, ni siquiera nominalmente. Si miramos con alguna atención
a nuestro mundo de hoy comprobaremos el éxito del nacionalsocialismo y
del fascismo, que sin necesidad de cámaras de gas ni de campos de
concentración avanzan a pasos agigantados sobre áreas clave que sólo
son privadas en los papeles (en verdad, privadas de toda independencia)
como la educación, las relaciones laborales, los bancos, los
transportes, los medios de comunicación, el sector externo, la moneda y
tantas otros campos vitales."[2]
Nuevamente
las experiencias populistas vividas en Sudamérica con los Kirchner en
la Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el comunismo
castrochavista venezolano revelan la realidad de la anterior cita, lo
que no excluye situaciones similares aunque mas edulcoradas en el resto
del mundo. Ciertamente estos países utilizan la metodología nazi
fascista que no son más que variantes del socialismo como ya tantas
veces se ha demostrado. Pero cabria preguntarse ¿dónde encuentra su
origen esta expansión del colectivismo a nivel mundial?
M.
N. Rothbard atribuye históricamente -en una buena medida- a los
propios liberales el principio del auge del colectivismo y la
declinación de liberalismo con estas palabras:
"En
un país tras otro, el canto de sirena del Estado-nación y del imperio
fue destruyendo al liberalismo clásico. En Inglaterra, a fines del
siglo XIX y principios del XX, los liberales abandonaron su postura en
pro de "una Inglaterra pequeña" y contra la guerra y el imperialismo,
sostenida por Cobden, Bright y la Escuela de Manchester. En cambio,
adoptaron lo que recibió la obscena denominación de "Imperialismo
Liberal", y así se sumaron a los conservadores en la expansión del
imperio, y a los conservadores y a los socialistas de derecha en el
imperialismo destructivo y el colectivismo de la Primera Guerra Mundial.
En Alemania, Bismarck pudo dividir a los liberales, que ya casi habían
triunfado, con el señuelo de la unificación de Alemania a sangre y
fuego. En ambos países, el resultado fue la destrucción de la causa
liberal."[3]
Posiblemente
sea cierto que exista alguna responsabilidad en los liberales de
antaño que, al decir de M. N. Rothbard, se habrían "pasado a las filas"
del colectivismo que se iba expandiendo por el mundo, sin embargo no
deberíamos olvidar la advertencia de F. A. von Hayek en cuanto a la
economía es una ciencia contra-intuitiva y, por cierto, sus verdades
requieren de un paciente trabajo de estudio y de divulgación, no
siempre al alcance de las masas.
El Dr. Mansueti hace interesantes consideraciones sobre lo que él denomina "colectivismo gentilicio":
"Enorme
es la confusión terminológica, porque para disfrazar las realidades
que les son adversas y evadir su responsabilidad, los Gobiernos enredan
las palabras. Ejemplo: el colectivismo gentilicio. Dicen “Francia
decidió”; o bien “así hacen los coreanos” cuando se refieren a los
Gobiernos francés o de Corea. Según Hayek es un fraude semántico. Otro
ejemplo: en una “Cumbre” reciente declaró un Presidente latinoamericano:
“los países ricos deben aumentar su ayuda a los países pobres”. Lo
que dijo en realidad fue que sus Gobiernos deben transferir más dinero
de sus contribuyentes a los Gobiernos de los demás países y sus
clientelas políticas."[4]
Y no menos interesante es la manera en que los gobiernos infiltran colectivismo a través del deporte:
"hay
que exigir la separación del deporte y el Estado. Basta de subsidios y
de prebendas y privilegios exclusivos en beneficio de tales o cuales
disciplinas, y en perjuicio de las demás. Basta de intromisiones
estatales; en el fútbol especialmente. Hay que decirlo: el estatismo ha
politizado el fútbol, y lo manipula con descaro para identificar al
equipo de fútbol con la nación, la patria, el nacionalismo y el
colectivismo. Y para la creación de una conciencia colectivista
(consignas como “somos un equipo”, y que “todos juntos podemos” y que
“tenemos que trabajar en equipo” y otros clichés tribalistas que la
gente se traga sin advertir, especialmente en países donde se ha hecho
del fútbol la religión mayoritaria."[5]
[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
[2] Alberto Benegas Lynch (h) "Izquierdas y derechas parientes" Publicado por La Nación, Buenos Aires, pág. 1
[3] Murray N. Rothbard For A New Liberty. Pág. 30.
[4] Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, octubre de 2009. pág. 78
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