El pasado martes 19, la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA) dio comienzo a su VI Congreso anual, que lleva como título “El futuro del desarrollo argentino”. La sesión inaugural contó con la presencia del actual Ministro de Economía, Axel Kicillof, quien aprovechó para reivindicar “el modelo” y, por tanto, la intervención del Estado en la economía.
Al respecto, afirmó:
“Se discuten cuestiones laterales pero no se habla sobre el modelo de país que se pretende. La única opción de que se desarrolle el mercado es con más participación del Estado”.
Una afirmación semejante me recordó a otro Ministro de Economía que, cuando fue consultado por la inflación en Argentina, no supo qué responder y terminó balbuceando “me quiero ir”. En contraste, Kicillof no tiene el menor problema en decir cosas que, a la luz de la teoría y la evidencia empírica, son rotundamente falsas.
La mayor participación del Estado no puede, de hecho, desarrollar el mercado. Es cierto, claro, que puede favorecer a unos grupos determinados, pero siempre que lo haga, será a costa del perjuicio sobre otros.
Por ejemplo, cuando el Gobierno decide cerrar importaciones, obviamente favorece a algunos actores del mercado, como los productores locales de los bienes que compiten internacionalmente, pero esto se hace a costa de todos los consumidores, que deben pagar más caro por bienes de calidad inferior.
Otro ejemplo es la entrega de subsidios. Claro que el Estado puede mejorar, a corto plazo, la situación de una empresa particular si le entrega un subsidio.
Pero, dado que el estado no crea riqueza, los recursos deben extraerse de algún otro lugar de la economía. Así, para pagar el subsidio, deberá cobrar más impuestos, nuevamente beneficiando a un grupo a costa de otro.
Es que, en contraposición con lo que se busca instalar, el Estado es siempre un peso para la economía. Con impuestos, regulaciones y subsidios, los gobiernos sólo ponen trabas en el mercado, que no es más que el proceso en el cual, pacífica y voluntariamente, consumidores y productores buscan satisfacer sus necesidades.
Por otro lado, resulta por demás curioso que se afirme que se necesita todavía más participación del estado cuando, en la Argentina actual, la norma ha sido el rol creciente del gobierno en todas las esferas posibles. Desde el 2004, el gasto público creció 13 puntos respecto del PBI de acuerdo con las estadísticas oficiales.
Según el FMI, de todo lo que la economía argentina produce en el año, 43,5% es gasto público. ¿Más participación del Estado quiere Kicillof?
La contracara de este nivel de gasto es una presión tributaria que hoy se encuentra en su nivel máximo histórico y un intrincado sistema impositivo que cuenta con 96 impuestos diferentes si se consideran los niveles nacional, provincial y municipal.
Sin embargo, nada de esto es suficiente, ya que el gobierno hace 6 años que cierra sus balances con déficit fiscal. El año pasado, la diferencia entre ingresos y gastos ascendió a 5,3% del PBI. Ese déficit es el responsable de la megainflación, que incluso tomando en consideración los números del INDEC, es cinco veces superior al promedio mundial. Realmente es difícil puntualizar los beneficios para el desarrollo del mercado de semejantes niveles de aumento de los precios.
Otra cosa que hizo el estado en la economía argentina de los últimos tiempos fue la imposición del cepo cambiario, que no solo no impidió la devaluación ni la pérdida de reservas, sino que al fijar el dólar por debajo de su valor real, tomó por asalto la competitividad de todos los sectores productivos del país. La caída de las exportaciones es un fiel relejo de esta situación.
Por si esto fuera poco, la mayor participación del Estado no se detuvo allí. Por todos los medios posibles, y para intentar sostener el superávit comercial (que hoy se encuentra en niveles mínimos desde el año 2001), el Gobierno reaccionó a la caída de las exportaciones frenando importaciones. Esto dificulta la producción de la industria que depende de los insumos importados, afectando la actividad económica y el nivel de empleo.
Kicillof se equivoca. La mayor participación del estado no es condición ni necesaria ni suficiente para que el mercado se desarrolle. De hecho, el aumento de dicha participación termina siendo su principal obstáculo, como pone en evidencia la historia económica reciente de la Argentina.
Para evitar seguir profundizando los problemas que tenemos, hay que tener claro este punto. Necesitamos más mercado, pero este solo aparecerá cuando el Estado se corra del medio y lo deje desarrollarse en libertad.
Un saludo, Iván
FUENTE: Publicado en Inversor Global, Newsletter semanal - enviado por mail
Al respecto, afirmó:
“Se discuten cuestiones laterales pero no se habla sobre el modelo de país que se pretende. La única opción de que se desarrolle el mercado es con más participación del Estado”.
Una afirmación semejante me recordó a otro Ministro de Economía que, cuando fue consultado por la inflación en Argentina, no supo qué responder y terminó balbuceando “me quiero ir”. En contraste, Kicillof no tiene el menor problema en decir cosas que, a la luz de la teoría y la evidencia empírica, son rotundamente falsas.
La mayor participación del Estado no puede, de hecho, desarrollar el mercado. Es cierto, claro, que puede favorecer a unos grupos determinados, pero siempre que lo haga, será a costa del perjuicio sobre otros.
Por ejemplo, cuando el Gobierno decide cerrar importaciones, obviamente favorece a algunos actores del mercado, como los productores locales de los bienes que compiten internacionalmente, pero esto se hace a costa de todos los consumidores, que deben pagar más caro por bienes de calidad inferior.
Otro ejemplo es la entrega de subsidios. Claro que el Estado puede mejorar, a corto plazo, la situación de una empresa particular si le entrega un subsidio.
Pero, dado que el estado no crea riqueza, los recursos deben extraerse de algún otro lugar de la economía. Así, para pagar el subsidio, deberá cobrar más impuestos, nuevamente beneficiando a un grupo a costa de otro.
Es que, en contraposición con lo que se busca instalar, el Estado es siempre un peso para la economía. Con impuestos, regulaciones y subsidios, los gobiernos sólo ponen trabas en el mercado, que no es más que el proceso en el cual, pacífica y voluntariamente, consumidores y productores buscan satisfacer sus necesidades.
Por otro lado, resulta por demás curioso que se afirme que se necesita todavía más participación del estado cuando, en la Argentina actual, la norma ha sido el rol creciente del gobierno en todas las esferas posibles. Desde el 2004, el gasto público creció 13 puntos respecto del PBI de acuerdo con las estadísticas oficiales.
Según el FMI, de todo lo que la economía argentina produce en el año, 43,5% es gasto público. ¿Más participación del Estado quiere Kicillof?
La contracara de este nivel de gasto es una presión tributaria que hoy se encuentra en su nivel máximo histórico y un intrincado sistema impositivo que cuenta con 96 impuestos diferentes si se consideran los niveles nacional, provincial y municipal.
Sin embargo, nada de esto es suficiente, ya que el gobierno hace 6 años que cierra sus balances con déficit fiscal. El año pasado, la diferencia entre ingresos y gastos ascendió a 5,3% del PBI. Ese déficit es el responsable de la megainflación, que incluso tomando en consideración los números del INDEC, es cinco veces superior al promedio mundial. Realmente es difícil puntualizar los beneficios para el desarrollo del mercado de semejantes niveles de aumento de los precios.
Otra cosa que hizo el estado en la economía argentina de los últimos tiempos fue la imposición del cepo cambiario, que no solo no impidió la devaluación ni la pérdida de reservas, sino que al fijar el dólar por debajo de su valor real, tomó por asalto la competitividad de todos los sectores productivos del país. La caída de las exportaciones es un fiel relejo de esta situación.
Por si esto fuera poco, la mayor participación del Estado no se detuvo allí. Por todos los medios posibles, y para intentar sostener el superávit comercial (que hoy se encuentra en niveles mínimos desde el año 2001), el Gobierno reaccionó a la caída de las exportaciones frenando importaciones. Esto dificulta la producción de la industria que depende de los insumos importados, afectando la actividad económica y el nivel de empleo.
Kicillof se equivoca. La mayor participación del estado no es condición ni necesaria ni suficiente para que el mercado se desarrolle. De hecho, el aumento de dicha participación termina siendo su principal obstáculo, como pone en evidencia la historia económica reciente de la Argentina.
Para evitar seguir profundizando los problemas que tenemos, hay que tener claro este punto. Necesitamos más mercado, pero este solo aparecerá cuando el Estado se corra del medio y lo deje desarrollarse en libertad.
Un saludo, Iván
FUENTE: Publicado en Inversor Global, Newsletter semanal - enviado por mail
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