jueves, 1 de noviembre de 2012

El juego perverso y falaz de los porcentajes, las estadísticas y los promedios
Opi Santacruz  Es la Argentina de hoy, tal vez con mayor dedicación que en otras épocas, vivimos apegados a estadísticas, números que forman porcentajes y promedios de discutible orígen y veracidad, que van desde el INDEC hasta las más pequeñas revelaciones de cuánto se escucha o mide un medio de comunicación. Lo que debiera ser tomado como un indicativo, se toma como una verdad revelada y en realidad, es solo una construcción aritmética a una verdad aproximada o relativa que tiene valides discutible o puede ser interpretada de distintas formas, según se construya esa realidad desde quien la lea y hacia quien esté dirigida la información. (Por Rubén Lasagno)
Si una cuadra de un barrio de Río Gallegos, está habitada por diez familias, nueve de ellas no tienen auto y uno de esos vecinos es Lázaro Báez que tiene 10 en su patio, el promedio dice que en esa cuadra cada vecino tiene un auto.
Con esta forma bastante lineal de graficar la definición de “promedio” que, conceptualmente consiste en el resultado que se obtiene al generar una división con la sumatoria de diversas cantidades por el dígito que las represente en total, intentamos demostrar la relatividad de estas representaciones aritméticas (porcentajes, promedios etc) que suelen ser tan anárquicas como injustas y que en razón de ello no se las puede juzgar en un sentido estricto o tenerlas como única verdad.
Esta situación podríamos llevarla a infinidad de cosas, desde las destartaladas cifras del INDEC, pasando por los incomprobables porcentajes de opinión pública que difunden las consultoras, sobre cuestión de imagen o hasta las relativas muestras que se pueden rescatar de una encuesta on line, sobre un tema puntual. En todos los casos, el hecho es relativo y está sujeto a interpretaciones diversas. Desde ese principio es que se discute el índice de precios, se cuestiona o pone en duda una aproximación al resultado eleccionario o se discute la cantidad de pobres que hay en el país. De acuerdo a cómo se pare el espectador y evalúe el lector, podrá ver si ese “porcentaje” o ese “promedio” es favorable o no a sus intereses o en su defecto, cómo lo interpreta y lo usa para los fines propuestos. Es decir, estas construcciones aritméticas permiten lecturas variadas y por tal motivo, dibujan realidades distintas, tal como sucede con el ejemplo con el que encabezamos la nota.
Esta introducción es necesaria para abordar un fenómeno que se impuso con mucha intensidad desde que la presidenta Cristina Fernández ganó las elecciones del 2011 con un holgado 54% general en el país, que constituye una de las mejores elecciones presidenciales, solo superada por Domingo Perón en 1951, que triunfó con el 63,40%.
Ahora bien, lo relativo de todo esto es la forma en que el krichnerismo lo presenta en sociedad y blande ese porcentaje como carta blanca para hacer, decir y perseguir a quien quiera, pretendiendo que el 54% del pueblo argentino le ha dado vía libre para imponer su voluntad y manosear desde las instituciones hasta los derechos personales, pasando por la propiedad privada y la libertad de expresión.
La construcción del “relato oficial” se coloca una venda en los ojos para sostener, con una media verdad, una gran falacia. Afirmar que el 54% de los argentinos están a favor del gobierno, porque votaron la reelección de Cristina Fernández, no es cierto. Lo real es que el 54% de las personas empadronadas que votaron en octubre de 2011, le dieron el aval a la presidenta para que ejerza el poder en nombre de todos los argentinos. Esta premisa, sí es una verdad, lo que se lee alrededor de la numerología asociada con las elecciones, es absolutamente relativo y vamos a dar algunos ejemplos de cómo se puede posicionar un lector ante los porcentajes que se desprenden de los números ciertos que arrojó el escrutinio:
De 40.117.096 habitantes que tiene la Argentina, 28.916.183 personas estaban empadronadas, es decir, en condiciones de votar. De ellos, 22.956.385 votaron efectivamente, es decir lo hizo el 79,39% de los empadronados (véase que no votaron todos, sino un 21% menos de los que estaban en posibilidad de hacerlo).
De los 22.956.385 que votaron, 12.396.000, lo hicieron por la mandataria, llevando su triunfo a un 54%, del padrón.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que el país tiene 40.117.096 y 12.396.000 personas le dieron su voto a la presidenta, significa que hay 27.721.096 habitantes que no la votaron, por lo que, siguiendo la mirada antojadiza del gobierno que impone “su 54%” como verdad absoluta, se podría decir que el 67,60% del país no la votó.
Así como el 54% que esgrime el gobierno, sin discriminación y aplicándolo a “un todo” cuando debe aplicarse a una parcialidad (el padrón), es falso, como verdad absoluta; decir que el 67,60% de la población no la votó,también es falso, porque allí no se discrimina ni se dice que en ese planteo, hay habitantes que no votan o están impedido de hacerlo.
Tal vez, el gastado dicho que se emparenta con los distintos puntos de vistas sobre un mismo problema, expresado en “la teoría del vaso” (medio lleno o medio vacío), es lo más parecido a las lecturas que permite la realidad aritmética que el oficialismo nos trata de imponer como verdad absoluta y es solo una aproximación a la incontrastable realidad que nos circunda. (Publicado en Agencia OPI Santa Cruz)

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