Más allá del resonante éxito de la convocatoria que no tuvo líderes ni referentes, es importante ser consciente que no es fácil transportar el suceso al ámbito político-electoral y, es justamente ese intríngulis el que tratan de descifrar las fuerzas opositoras que aspiran ser una alternativa real.
Por: Aldo Norberto Bonaveri- Pregón Agropecuario
La multitudinaria protesta popular del 8N independientemente de los visto, escuchado y leído, aún sigue incorporando nuevas conjeturas, diferentes interpretaciones y concitando tantas alertas en el oficialismo como decodificación de los mensajes implícitos en la oposición.
Las descalificaciones
practicadas por los adláteres del gobierno no hacen más que evidenciar
cuanto les preocupa semejante manifestación, replicada a lo largo y lo
ancho del territorio nacional, e inclusive por muchos argentinos
residentes en diferentes países del planeta.
Los
reclamos expresados en las distintas concentraciones del 8N no difieren
demasiado de los planteados el 13S, pero si resulta importante destacar
que el mayor énfasis se concentró en aspectos institucionales, sobre los
de índole económicos. Tal comportamiento no es menor, dado que
históricamente en nuestro país las movilizaciones y reivindicaciones
acontecieron cuando sintieron afectada la visera más sensible; “el
bolsillo”.
Las concentraciones multitudinarias
suelen ser caldo de cultivo para que se generen excesos, desmadres y
muchas veces desataron desmanes de proporciones, felizmente en la
ocasión nada de eso ocurrió; siempre existe algún exaltado que profiere
algún improperio o alguien que no se enrola con la democracia; no
obstante lo desubicados han sido absoluta minoría entre una muchedumbre
que se expresó pacíficamente, con hastío pero sin desbordes ni
descontrol.
Las consideraciones de si la
convocatoria fue espontanea o no, no hacen a la cuestión. Nadie puede
ignorar que las redes sociales jugaron un rol preponderante para que
tuviera el suceso que alcanzó, pero tampoco se puede desconocer que aquí
no existieron jefaturas, oradores, aparatos, dádivas, ni ninguno de los
conocidos artilugios para llevar gente. En las concentraciones
ocurridas en cualquier punto del país durante la jornada, la
concurrencia estuvo compuesta por gente de ambos sexos con predominio de
clase media pero no excluyentemente, la presencia de familias
completas, y fuerte presencia de jóvenes . Seguramente no habrá
coincidencias sobre cuantas personas se manifestaron en todo el país, el
número no importa demasiado, 1.000.000 o 1.500.000 de almas no cambia
la ecuación, en cualquier caso fue muchísima, mucho más que lo calculada
previamente por el gobierno y los propios reclamantes.
Los
manifestantes se expresaron unánimemente en contra de una reforma
constitucional que posibilité la re-reelección de la única persona
legalmente impedida de postularse, también se pronunciaron abiertamente
para cuestionar las recurrentes presiones a la justicia y, del
autoritarismo progresivo de los que ostentan el poder.
Por
cierto que la inseguridad constituyó otro de los argumentos más
contundentes de los reproches, la gente además de observarla o
padecerla, se siente burlada con la definición de “sensación de
inseguridad” que relativiza Nilda Garré. La sociedad también se enfada
cuando la presidenta les quiere hacer creer que no existe “cepo
cambiario” o relativiza la elevada inflación. La corrupción que aflora
en varias áreas del gobierno y, el enriquecimiento desmesurado de
funcionarios es otro de los tópicos que indignan a un gran segmento de
la sociedad, que fue participe de la protesta o que se siente plenamente
identificada con ella. Tampoco faltó el repudio para las falacias
permanentes del INDEC.
Más allá del resonante
éxito de la convocatoria que no tuvo líderes ni referentes, es
importante ser consciente que no es fácil transportar el suceso al
ámbito político-electoral y, es justamente ese intríngulis el que tratan
de descifrar las fuerzas opositoras que aspiran ser una alternativa
real. En tal sentido tienen frente a sí un gran desafío, habida cuenta
que si bien el desgaste K es evidente, igualmente resulta axiomático el
desconcierto imperante en la oposición. Los 11 meses que restan para las
elecciones legislativas es un tiempo prudencial como para generar
propuestas y revertir las difidencias generadas en la sociedad; pero
tampoco les da margen como para dilatar el envío de señales claras en
esa dirección.
Para los políticos que no
comulgan con el kirchnerismo, los manifestantes le dejaron mensajes
tácitos que comparten en su mayoría importantes sectores de la
ciudadanía, en la coyuntura y más aún en el futuro inmediato no
consideran que la ideología (cuando no es extrema) sea la
limitante substancial para acuerdos democráticos. Por estos tiempos son
mucho más trascendentes la elaboración de un programa de denominadores
comunes; respeto a rajatabla de la constitución, las libertades y las
instituciones de la república, independencia de la justicia, autentica
división de poderes, restablecimiento del federalismo, planificación de
una estrategia energética sustentable y, políticas productivas que
permitan al país aprovechar las condiciones internacionales favorables.
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