Por Enrique Guillermo Avogadro
“La democracia debe ser algo más que dos lobos y una oveja votando sobre qué se debe cenar”. James Bovard
El
discurso que la señora Presidente brindó mientras compartía ayer un almuerzo con
Ollanta Humala, su par del Perú, incluyó un pasaje por demás asombroso. Me
refiero, obviamente, a la pretensión de crear un standard latinoamericano para las
inversiones extranjeras, de modo de hacer que las condiciones resulten iguales
para éstas, cualquiera sea el país al que se dirijan. Que esa propuesta haya
sido formulada por la pseudo emperatriz de un país que está sexto –después de
Brasil, México, Colombia, Chile y el propio Perú-, a pesar de tu tamaño y de su
PBI, en las preferencias de los inversores, que está al borde de un nuevo
default técnico, que desconoce los compromisos asumidos por su actual gobierno,
que reniega de todos sus pactos internacionales, que no tiene una Justicia
independiente, que mantiene impagos a quienes no entraron en los canjes de
deuda, a los acreedores que obtuvieron sentencias en el CIADI y al Club de
Paris, resulta, francamente, ridículo.
¿Pretende,
doña Cristina, que todo Latinoamérica, que continúa creciendo a pesar de las
innegables crisis que afectan al mundo globalizado, se coloquen a la par de la
Argentina frente a los inversores externos? Sólo los efluvios que puedan haberle
provocado la medicación que recibe –ya que no puede ser el alcohol servido en el
ágape, pues es abstemia- pudieron hacerle decir esta estupidez sin nombre.
¿Ignora que todos los países nombrados también ponen cepo al dólar, pero para
que no entren en demasía y no para evitar que se vayan? ¿No sabe que, en la
calificación internacional, todos ellos, y también Uruguay, han recibido el
codiciado “investment grade”,
mientras que la Argentina es considerada absolutamente
indeseable?
¿Qué
quiso hacerle creer a Humala? ¿Qué dirá en la reunión de Unasur en Lima?
Recordemos que no ha conseguido obtener, de parte de nuestros vecinos, la más
mínima solidaridad en el tema de la fragata Libertad, aún retenida por los
Tribunales de Ghana, y que la corbeta Espora sigue varada en
Sudáfrica.
Mal que
le pese a la viuda de Kirchner, estamos rodeados de países que se comportan
seriamente en su relación con el mundo, y no adoptan posturas de adolescentes
caprichosos. Hasta Bolivia, que ha expropiado innumerables empresas, pero por
las cuales ha pagado el precio, cuando salió a buscar US$ 500 millones a veinte
años, recibió ofertas por US$ 5.000 millones, y a una tasa de 4,5% anual,
mientras que la Argentina, si manifestara igual deseo, debería pagar hoy casi el
20% de interés.
En esas
condiciones de desastre generalizado, ¿cree doña Cristina que los mandatarios de
los países a los que habla ignoran qué sucede aquí? ¿Verdaderamente piensa que
se informan a través de “6, 7, 8” o de “Página 12” y “Tiempo Argentino”?
¿Supone, por ventura, que esos presidentes sacrificarán sus verdaderas “décadas
ganadas” para priorizar su relación con ella? Si fuera así, si estuviera
convencida realmente de lo que dice, entonces estaríamos mucho peor aún, ya que
nuestros destinos estarían en manos de una demente.
Desde
la otra trinchera de esta guerra que hoy ocupa todos los titulares, y que no
reviste interés alguno para la ciudadanía en general, la conducta del grupo
Clarín también me ha asombrado. La inclusión de periodistas entre los imputados
de instigar a la violencia fue una estupidez sin nombre, en un momento en que
los profesionales de la información están tan sensibilizados. No importa que el
Gobierno haga lo propio todos los días, tolerando calladamente que doña Hebe
Bonafini escenifique “juicios populares” en Plaza de Mayo a quienes disienten,
desde sus columnas, con el relato oficial o que haya empapelado Buenos Aires con
afiches y fotografías de esos disidentes, a los cuales se invitaba a niños a
escupir y adoptado tantas otras actitudes dignas de Goebbels. Pero el señor
Magnetto debiera saber que no se combate a los caníbales
comiéndoselos.
Otra
gansada fue copar un acto ciudadano como el que ayer había sido previsto –el
abrazo al Palacio de Tribunales- con camionetas y personal uniformado de
Cablevisión y Fibertel. Estuve allí, y sé de qué hablo; tanta fue mi indignación
que, acompañado por otros muchos, me retiré tempranamente. Si temía el grupo
Clarín una concurrencia poco numerosa, le hubiera bastado con invitar a su
personal a hacerse presente, pero “de civil”, porque –como he dicho muchas
veces- los argentinos no están a favor de Magnetto y de su imperio, gran
cómplice de este gobierno de delincuentes, sino que lucho, y seguirá haciéndolo,
por su inalienable derecho a elegir.
No
quiero extenderme más, y dejaré aquí esta nota. Los dos problemas acuciantes de
la Argentina de hoy –la posibilidad de actos de violencia en los días siguientes
al 7D y los fallos norteamericanos sobre la deuda- deberán quedar para mi nota
del domingo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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