Por Gabriel Boragina (*)
El bien común es
uno de los tantos conceptos de las ciencias sociales y éticas que se presta a interpretaciones
de las más variadas y dispares, lo que hace de la fórmula -tal vez- una de las más
resbaladizas y ambiguas de estas ciencias. Apelan a ella representantes de las más
disimiles tendencias ideológicas, y se la usa en los sentidos más opuestos que
sean imaginables.
De esto da buena
cuenta el Dr. A. Benegas Lynch (h) cuando expresa:
"Según las
tristemente célebres historias oficiales, los que ganan son los buenos y los
que pierden son bandoleros y conspiradores contra el bien común. Así se llamaban
a todos los movimientos latinoamericanos de independencia (muchos de los cuales
se independizaron de la metrópoli pero lamentablemente fueron colonos de sus
propios gobiernos). Así les decían los ingleses del establishment a los revolucionarios
del otro lado del Atlántico."[1]
Dentro de la
diversidad mencionada, hay autores que recurren a la fórmula "bien común"
en oposición al de "bien sectorial", como, por ejemplo, parece
hacerlo el Dr. Krause:
"el proceso de
elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas
instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando
las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de
información e incentivos que afectan al mercado"[2]
En este sentido,
la expresión "bien común" vendría a ser un equivalente de "bien
general" o "bien público".
No obstante, Ayn
Rand, critica seriamente esta última significación:
"Conceptos
indefinidos e indefinibles como el interés público o el bien común, que
esgrimen tanto los enemigos como los defensores del capitalismo, serían
resabios de una visión tribal del ser humano que sólo sirven para escapar de la
moral, mas no de guía moral."[3]
No son pocos
(digamos más bien que son una mayoría) los que asimilan el "bien común"
con la idea de estado-nación o de gobierno:
"La opinión
general -cuidadosamente cultivada, claro está, por el Estado mismo- es que los
hombres se dedican a la política o ejercen el gobierno motivados sólo por su
preocupación por el bien común y el bienestar general. ¿Qué es lo que confiere
a los gobernantes la pátina de una moral superior? Quizás el hecho de que la
gente tiene un conocimiento vago e instintivo de que el Estado está involucrado
en el robo y la depredación sistemáticos, y siente que sólo una dedicación
altruista por parte del Estado hace tolerables estas acciones."[4]
Indudablemente
no resulta casual que la mayor parte de los políticos (sino todos) invoquen de continuo
a la noción de "bien común" y la esgriman repetidamente, adoptándolo
como teoría ética:
"Todo sistema
social se basa, explícita o implícitamente, en alguna teoría ética. A través de
la historia, el concepto tribal del "bien común" ha servido de
justificación moral a la mayor parte de los sistemas sociales y a todas las
tiranías. El grado de esclavitud o libertad dependía del grado en que dicho
slogan tribal era invocado o ignorado."
"El bien
común" (o "el interés público") es un concepto indefinido e
indefinible: no existe entidad tal como "la tribu" o "el
público"; la tribu (el público, o la sociedad) es simplemente un número de
individuos. Nada puede ser bueno para la tribu como tal: términos como
"bueno" o "valor" son propios de los organismos vivos
—de organismos vivos individuales— no de un conjunto etéreo de
relaciones.
"El concepto
de "bien común" carece de significación, salvo que se le tome en
sentido literal, en cuyo caso el único significado posible es: la suma del bien
de todos los individuos considerados. Pero en ese caso el concepto carece de
sentido como criterio moral, pues deja sin respuesta la interrogante sobre cuál
es el bien de los individuos y cómo se determina. Sin embargo, el concepto no
se usa generalmente en sentido literal. La razón por la cual es aceptado radica
precisamente en su carácter elástico, indefinible y místico; el cual sirve no
de guía moral sino para escapar de la moralidad. Puesto que el bien no es
aplicable a lo etéreo, se convierte en un cheque moral en blanco para aquellos
que pretenden encamarlo.
"Si el
"bien común" de una sociedad es considerado como algo aparte y
superior al bien individual de sus miembros, ello significa que el bien de
"algunos" hombres adquiere prioridad sobre el bien de otros, quedando
estos otros relegados a la condición de animales para sacrificio. En dichos
casos se supone tácitamente que "el bien común" significa "el
bien de la mayoría" en oposición al de la minoría o del individuo. Nótese
el hecho significativo de que esta suposición es "tácita". En efecto,
incluso las mentalidades más colectivistas parecen percibir la imposibilidad de
justificarlo moralmente.
"Sin embargo,
"el bien de la mayoría", además, es sólo una pretensión y una
ilusión, puesto que, de hecho, la violación de los derechos de un individuo
implica la abolición de todos los derechos, la entrega de la mayoría
desamparada al poder de cualquier cuadrilla que, autoproclamándose "la voz
de la sociedad", procede a gobernar por medio de la fuerza física, hasta
que es derribada por otra cuadrilla que emplea los mismos medios."[5]
Normalmente este es
el sentido en el cual la mayoría de las personas utilizan la expresión
"bien común", como sinónimo del bien de la mayoría. Pero nosotros entendemos
que el bien común es el de todos (mayoría y minoría) y en la medida que alguien
de esa totalidad salga perjudicado (aunque solo fuere una sola persona) ya no es
posible hablar de la existencia de un bien común allí donde ello suceda.
[2]
Martín Krause. Índice de Calidad Institucional 2012, pág. 8
[3]
Ayn Rand. ¿Qué es el capitalismo? Estudios públicos. Introducción. pág. 64.
[4]
Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Pág.
74
[5] Ayn Rand. Ob. Cit. Pag. 74 a 76.
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