Por Adrián Ravier (*)
Dejemos por un momento de lado al keynesianismo, la economía social
de mercado y la escuela austríaca. Concentrémonos en tres autores: John Maynard Keynes, Wilhelm Röpke y Friedrich Hayek.
Si bien considero que sería correcto ubicar la filosofía política y el
pensamiento económico de Röpke entre los trabajos de John Maynard Keynes
y los escritos de Friedrich A. von Hayek, me propongo en el siguiente
artículo intentar responder a una sola pregunta: ¿hasta qué punto sería
esto cierto?
Con un ánimo conciliador, trataré de mostrar consensos y diferencias entre tres de los pensadores más destacados del siglo XX. Es el objetivo final que estas comparaciones ilustren ciertos mitos que surgen en torno a ellos. Dice el profesor Resico sobre el pensamiento de Röpke: “…su planteo se apartaba explícitamente, por un lado de laeconomía coactiva (planificación central, corporativismo fascista, intervencionismo estatista) y, por otro, de laeconomía de mercado interpretada en la tradición del laissez faire, que excluye la intervención del Estado en asuntos económicos”.
Lucas Beltrán Florez nos ofrece otras precisiones sobre este aspecto, mostrando un Röpke que aceptaba la“intervención conforme” del Estado en la economía, pero rechazaba la “intervención disconforme”:
“la diferencia entre la intervención conforme y la disconforme [se
comprende] comparándolas con la regulación del tráfico por las calles y
carreteras. Mientras tal regulación se limite (como ocurre en la
realidad) a exigir pruebas de aptitud a los conductores, señalar vías de
tránsito y dictar instrucciones sobre el mejor modo de circular, cumple
una misión absolutamente necesaria, y cada uno sigue siendo libre de ir
a donde quiera, cuando y como quiera; esta forma de regulación es
comparable a la intervención conforme. En cambio, se asemejaría a una
intervención disconforme, la regulación del tráfico que tuviera la
absurda pretensión de ordenar el movimiento de cada uno de los
vehículos, como el capitán que manda una columna en marcha”. “Röpke cree
que la eliminación de las intervenciones disconformes y la aplicación
racional de las conformes, encaminadas a asegurar el funcionamiento de
la economía de mercado y la implantación del programa del ‘tercer camino’, son requisitos necesarios de una sociedad sana y estable”. La pregunta que me surge de este “tercer camino” es la siguiente: ¿No estarían de acuerdo tanto Keynes como Hayek con esta apreciación?
Keynes y Röpke
Concentrémonos primero en Keynes, a quien podríamos calificar como un defensor del “intervencionismo estatista”.
Ricardo Crespo sostiene que “el caso de Keynes es un ejemplo de construcción social de una realidad donde el Keynes-hombre no siempre coincide con el Keynes-mito”. Lo cierto es que posiblemente el error más significativo de Keynes haya sido titular su obra maestra como la Teoría general,
si consideramos que los estudios y conclusiones presentados en 1936
aplican únicamente al caso particular de una economía con desempleo de
recursos, y en especial a aquellas específicas circunstancias de la gran
depresión de los años treinta. Como decía su amigo y discípulo Richard Kahn,
se ha abusado de la palabra “Keynes”. Con el tiempo (y gracias a la
acción de malos políticos), ésta quedó asociada a soluciones
inflacionarias, falaces y facilistas, a los problemas de la desocupación
y a un Estado fuertemente interventor. Sin embargo, concluye Crespo,
sólo con importantes restricciones y matices (y en determinadas
circunstancias) Keynes habría estado de acuerdo con las recetas que le
atribuyen. Por eso, en 1946, el año de su muerte, afirmó: “yo no soy keynesiano”.
De este modo, llegamos a un Keynes cuya teoría del intervencionismo económico sólo se acota a “determinadas circunstancias”. Algo similar podemos decir de la “economía social de mercado”.
Resico muestra con precisión los “fundamentos de la economía de
mercado” existentes en el pensamiento de Röpke, los que se sostienen
sobre la base de su correcta comprensión de los órdenes espontáneos y en
un marco institucional, social y ético favorable.
¿En qué
circunstancias, sin embargo, considera Röpke que el funcionamiento de la
economía de mercado se interrumpe? Hansjörg Klausinger, quien caracteriza a Röpke y otros alemanes como proto-keynesianos, nos explica que nuestro autor sólo alentaba la política expansionista en circunstancias específicas, haciendo referencia a la “depresión secundaria”.
Röpke distinguía claramente la depresión primaria de la depresión
secundaria. La primera es aquella depresión normal, que surge en todo
ciclo económico y que es necesaria para liquidar la sobreinversión
generada en la etapa del auge. Ante esta situación Röpke se podría
denominar como un “liquidacionista”, en el sentido de
que no propone aplicar políticas para paliar tal situación. La segunda
es aquella depresión que va un poco más allá de la necesaria liquidación
de los comentados errores de inversión. Se trata de una depresión que
se retroalimenta por sí misma, y que lleva consigo una destrucción de
capital innecesaria y que es imperioso detener.
Podemos dar un ejemplo. En 2001, la tasa de interés de corto plazo en EEUU, estaba en un 6,75 %. La crisis de las punto com generó una amenaza al crecimiento y al empleo, lo que llevó al presidente de la Reserva Federal a
reducir la tasa de interés al 1 %. Los analistas coinciden en que dicha
tasa estuvo en niveles muy bajos por demasiado tiempo, lo que estimuló
el desarrollo de una burbuja inmobiliaria. En 2004, ante una posible
aceleración de la inflación, Greenspandecidió subir la
tasa de interés, y el mercado inmobiliario, que se sostenía sobre esa
política de liquidez, se derrumbó. Hayek y Röpke, colegas en la Mont Pelerin Society,
coinciden en que la recuperación de la crisis requiere de cierta
liquidación de proyectos de inversión que surgieron en torno a una tasa
de interés muy baja. Pero apuntan que puede ocurrir un problema mayor,
si la tasa de interés sube por encima de su nivel natural. Para ser más
concreto: ¿Qué ocurriría si la tasa de interés sube hasta el 10 %? Esto
llevaría a que no sólo se liquiden los proyectos de inversión que
surgieron en torno a la reducción artificial de la tasa de interés, sino
que la liquidación de inversiones sería aún mayor, y esto es
innecesario. La necesaria liquidación de inversiones, que corrige los
errores de la política de dinero fácil, es lo que llamamos depresión
primaria. La innecesaria liquidación de inversiones, conocida como
depresión secundaria, es producto de que la tasa de interés haya subido
por encima de su nivel natural. Esto puede evitarse si la Reserva
Federal, ya inmersa en la crisis, expande la base monetaria comprando
bonos en el mercado abierto.
Röpke agrega que la expansión monetaria puede no tener la fuerza
suficiente para detener la depresión secundaria, y por ello, debe ir
acompañada de políticas fiscales que aseguren que habrá una mayor
demanda de los créditos que la política de dinero fácil introduzca en el
mercado. Si bien ambos estarían de acuerdo en una política
expansionista para circunstancias especiales, es esta explícita e
importante distinción de Röpke de la que hoy carece el “intervencionismo
keynesiano”.
Hayek y Röpke
Hayek por su parte, viene a representar al laissez faire, el que “excluye la intervención del Estado en asuntos económicos”.
Nótese sin embargo, que Hayek también aceptaba -en circunstancias
excepcionales- que los hacedores de políticas públicas hicieran algo
ante la situación descripta. En términos de la ecuación cuantitativa del
dinero (MV = Py), Hayek proponía mantener constante el ingreso nominal (MV). Esto tenía dos implicaciones. En primer lugar, permitir que ante un aumento de la productividad y su consecuente crecimiento económico (y), bajen los precios (P). Ya en Precios y producción de
1931, decía Hayek: “El que no haya ningún peligro en que los precios
caigan cuando la producción sube ha sido subrayado una y otra vez, por
ejemplo por A. Marshall, N. G. Pierson, W. Lexis, F. Y. Edgeworth, F. W. Taussig, L. Mises, A. C. Pigou, D. H. Robertson y G. Haberler”.
Cabe sin embargo hacer aquí la distinción -muchas veces ignorada por los economistas que animan políticas antideflacionistas- entre el proceso de deflación que
surge por aumentos de productividad, de aquel proceso que surge en las
etapas últimas del ciclo económico. En segundo lugar, que ante una
contracción secundaria de dinero, la autoridad monetaria expanda la base
monetaria. En pocas palabras, la expansión primaria sirve para
compensar la contracción secundaria. Hayek, sin embargo, jamás habló de
combinar esta política monetaria con políticas fiscales. Su
preocupación, como la de Röpke, no era evitar el ajuste necesario del
período de sobreinversión (que Hayek llamó más bien de mala-inversión),
sino evitar que el ajuste sea mayor al necesario para volver a una
situación de normalidad.
Conclusión
Estos comentarios acercan el pensamiento de Keynes, Röpke y Hayek, con el único objetivo de mostrar que ninguno representa los extremos con los que muchas veces se los identifica. Resulta fundamental, sin embargo, señalar -como lo hace Resico- que Röpke -al igual que Hayek- realizó una valoración crítica del pensamiento de Keynes,
“en el que destacaba una generalización errónea del principio de la
‘demanda efectiva’”, esto es, el conocido modelo keynesiano de demanda
agregada. Más precisamente Röpke se separaba de la propuesta keynesiana
de pleno empleo, el que representó un manejo activo de la política
económica de coyuntura, otorgándole un sesgo inflacionista y de control
cada vez más amplio sobre el sistema económico, aspecto que se replica
en Hayek. En otras palabras, la crítica de Röpke -que desde luego
compartía con Hayek- estaba destinada a esa propuesta de manejar
científicamente las variables monetarias, controlando la cantidad de
dinero en circulación, los tipos de interés, el tipo de cambio, y
mediante ellos, determinar el nivel de empleo y la tasa de crecimiento
económico. Esta “fatal arrogancia” que hoy sostienen muchos
economistas, de querer manejar la economía como si fuera un automóvil,
mediante unos cuantos controles en un tablero, es el error fatal que
Keynes introdujo y del cual necesariamente debemos distanciar tanto a
Röpke como a Hayek. Después de todo, como ha señalado Garrison, “Keynes [en parte] fue un keynesiano”.
(*) Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía
y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en
la Universidad Francisco Marroquín.
Fuente: ESEADE http://eseade.wordpress.com - http://eseade.wordpress.com/2013/10/29/tres-posturas-sobre-la-intervencion-del-estado-en-la-economia/
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