Columnista
El
gobierno argentino, a cargo del "Frente para la Victoria" de los
Kirchner (FpV), ha anunciado el otorgamiento de un nuevo subsidio, esta
vez destinado a los jóvenes que no trabajan ni estudian, lo que merece
varias reflexiones. En primer lugar, se trata de un reconocimiento
implícito del estrepitoso fracaso de este gobierno en materia laboral y
educativa, lo que resulta más revelador aun si se tiene en cuenta el
dilatadísimo lapso que lleva a cargo del ejecutivo (un decenio exacto)
tiempo más que suficiente para haber tenido por solucionado los
problemas más acuciantes del país, entre ellos el educativo y laboral.
Se trata pues, de una admisión tácita de su más completa derrota en
dichos sectores.
Desde
luego, no estamos ante el primer gobierno que hace uso del sistema de
subsidios. Como explica el Profesor Dr. Alberto Benegas Lynch (h):
"En
los reiterados casos de subsidios que otorgan los gobiernos existe la
costumbre de recortar el plano visual y circunscribir los efectos para
el caso de los sujetos subsidiados. Obsérvese el curso de las campañas
electorales: ya se trate de promesas de subsidios encubiertos o
subsidios que se presentan crudamente al descubierto (en general se
trata de los primeros) en cualquier caso se pretende recortar el plano
visual señalando los beneficios que obtendrá el subsidiado. En verdad,
esos beneficios son en muchos casos ciertos, pero el subsidio significa
que el gobierno recurre a la fuerza para sacar recursos que hubieran
sido destinados a un sector para destinarlos a otro. Se hubieran
destinado al primer sector porque allí resultan de mayor provecho lo
cual, a su vez, implica que las posibilidades de capitalización
disminuyen con lo que, como una consecuencia no buscada, los ingresos y
salarios en términos reales también merman. Por tanto, el cambio
forzado de un sector por otro, significa menor nivel de vida para la
gente en beneficio del subsidiado."[1]
Como
decíamos, en el caso del FpV, lo que se evidencia con esta medida es
que no se han generado fuentes genuinas de trabajo que capten la mano
de obra que ahora se pretende subsidiar, y esos nuevos puestos
laborales no han aparecido en la última década, por cuanto el gobierno
del FpV ha obstaculizado de todas las maneras posibles -e incluso ha
combatido fervorosamente- la producción y el comercio en prácticamente
todas las áreas de producción y comercialización, a través de varios
instrumentos, pero con mayor énfasis mediante los fiscales, claramente
confiscatorios.
"Una
vez que se abren las compuertas de los subsidios se monta una máquina
que hace que se desate una competencia por los recursos escasos de lo
que se ofrece. De este modo los empresarios desvían su atención del
mercado y la centran en quienes otorgan subsidios. Se desata así una
lucha para ver quién saca mejor partida a expensas de los demás ya que
el subsidio necesariamente proviene de los bolsillos de otros que
resultan expoliados. Pero aquí no se trata simplemente de una suma
cero, es decir, de una transferencia coactiva de un grupo o de una
persona a otro grupo o persona. La competencia por obtener se desata
debido a que los recursos son limitados. También son limitados los
privilegios aunque no se trate de una transferencia directa de recursos
puesto que si todos son privilegiados no habría privilegiados."[2]
Pese
a que el Profesor A. Benegas Lynch (h) se refiere en el párrafo citado
a los empresarios, los efectos son similares respecto de todos
aquellos que -sin ser empresarios- reciben un subsidio. Es un principio
básico de la economía que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas.
Esto implica que los subsidiados, en poco tiempo, considerarán
insuficiente el subsidio recibido y no tardarán en reclamar una mayor
cuantía del mismo, o incluso subsidios adicionales al primero, o ambas
cosas a la vez. Pero también no tardarán en oírse los reclamos de
aquellos que han quedado afuera del beneficio, y se consideran
con "derecho" al mismo por razones similares a los primeros
favorecidos, o "argumentos" parecidos a los de estos.
En
el caso analizado, lo que en realidad se está otorgando es un subsidio
al desempleo. Al respecto, ya había enseñado Henry Hazlitt:
"Tampoco
puede rectificarse la situación concediendo subsidios por paro. Tal
subsidio, en primer lugar, es pagado en gran parte, directa o
indirectamente, con los salarios de los que trabajan. Reduce, por
consiguiente, esos salarios. Además, según hemos visto, un socorro
«adecuado» provoca paro. Esto ocurre de diversas formas. Cuando en el
pasado las poderosas uniones sindicales habían de sostener a sus
miembros sin empleo, reflexionaban mucho antes de decidirse a solicitar
unos salarios que darían lugar al paro de parte de sus afiliados. Pero
cuando existe un sistema de subsidios en virtud del cual es el
contribuyente quien sostiene a los obreros sin empleo, consecuencia de
los excesivos aumentos de salarios, aquella prudencia en las exigencias
de los sindicatos desaparece. Además, según hemos indicado ya, un
socorro «adecuado» invitará a muchos a no buscar trabajo alguno y hará
que otros piensen que se les está pidiendo que trabajen no por el
salario ofrecido, sino sólo por la diferencia entre dicho salario y el
importe del socorro Y un paro extenso significa que se produce menos,
que la colectividad se empobrece y que todos tendremos menor cantidad de
bienes a nuestra disposición."[3]
El
subsidio que otorga el gobierno revela -en pocas palabras- que existe
mayor desempleo en el renglón subsidiado, o en la franja de los
receptores del subsidio. Nuevamente, es una confesión ficta del fracaso
de sus políticas de "pleno empleo". Y como explica Hazlitt, el
desempleo no se subsana con subsidios, sino que, por el contrario, se
lo empeora.
Otro
tanto sucede en el campo educativo. Si el que no estudia recibe dinero
por no hacerlo, va de suyo que se lo está invitando a permanecer en la
ignorancia.
(*) www.accionhumana.com
[1] El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 102-103
[2] El juicio crítico... pág. 515 a 518
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