Con un dólar congelado y una inflación galopante, los mayores perjudicados son los productores y los consumidores. |
Por: Dr. Julio Moreno
No atravesamos el mejor momento. Con un dólar congelado y una inflación galopante, los mayores perjudicados son los productores y los consumidores. Las fábulas conspirativas no explican la inflación y tratan de distraer la atención del verdadero problema: el desequilibrio económico que afecta especialmente a las economías regionales.
Días pasados conversando con un productor lácteo me comento con mucha bronca y resignación que el precio de un café en una confitería del micro centro equivale al valor que recibe al vender siete litros de leche. No quise preguntarle más detalles porque me pareció que su estado de ánimo no era el mejor para seguir con este tema, pero ese fue el origen de este artículo que pretende comentar como se forman los precios al consumidor y cuál es la incidencia del costo de las materias primas, es decir la brecha que existe entre productores y consumidores especialmente de alimentos.
Más allá del relato
Sobre este tema Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) está trabajando desde hace tiempo en un programa titulado “De la Tierra a la Mesa”, en consulta con entidades de consumidores y comerciantes, aportando estudios sobre precios de venta de varios alimentos como el pollo, sector ovino, leche, pan, lechuga, tomate, y varios más y sobre cómo llegan los mismos a las góndolas de los supermercados.
La conclusión: La diferencia entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor final llega a 1.600 por ciento; la mayoría de los casos la incidencia de las materias primas en el precio final de los alimentos solo llega al 21%. De allí se infiere que los productores agrícolas y ganaderos no son los culpables del alza generalizada de precios, es decir de la inflación que padecemos.
A modo de ejemplo podemos citar una cadena de comercialización, observando los distintos eslabones y pasos que lleva un producto en este caso agrícola desde la producción hasta el consumidor:
1.- El productor agrícola cosecha sus cultivos.
2.- El productor agrícola vende su cosecha a un acopiador en puerta de su finca.
3.- El camionero o acopiador vende esta producción a fabrica.-
4.- Fabrica procesa y/o transforma estos productos agrícolas.-
5.- Supermercado mayorista compra esta producción a fábrica.
6.- Supermercado minorista o almacén compra a mayorista
7.- Y finalmente el consumidor final compra esta producción al supermercado o almacén.
Cada uno de estos pasos es un escalón en la escalera de costos y se acumulan en el precio final, y deben sumarse eventuales costos financieros. Claro que en el debate hoy ideologizado y distorsionado- es esencial analizar la cantidad de impuestos ya sean directos como el Impuesto a las Ganancias (hasta un 33%) o indirectos como el IVA (21%), o Actividades Económicas (en Salta 3,6% en cascada) que graban a cada una de las actividades, además de las retenciones y aportes patronales que deben pagar quienes tengan empleados en relación de dependencia.
Nuestro país es una potencia alimentaria “en potencia”.
En el escenario planetario, Estados Unidos, para salir de la crisis de las hipotecas y para reactivar su economía (durante el cimbronazo de 2008/2009) bajó la tasa de interés al 0% y emitió gran cantidad de dólares que desparramó por el mundo.
Así, China pasó a ser el mayor comprador de materias primas (commodities), provocando que los países productores -como el nuestro crezcan- y revaloricen sus monedas frente al dólar.
Se frena el clima favorable
Muchos analistas vislumbran hoy que llegó a su fin el boom de las commodities, porque el dólar pasó a ser la moneda preferida de los inversores y porque, además, existe hoy sobreoferta de materias primas.
La baja generalizada del petróleo ocupo todos los comentarios, pero también recordemos que durante el pasado año bajó un 28% el precio de la soja, 27% el maíz y 18% el trigo, productos que Argentina produce y exporta.
De paso, la Reserva Federal de los Estados Unidos aumenta la tasa de interés en dólares para hacer tentadoras las inversiones en ese país.
Si a esta realidad le sumamos la disminución del precio de las materias primas, el panorama económico internacional se complica para nosotros, lo que se verifica con solo analizar el retroceso de las exportaciones en cantidad y precio.
El otro dato que ayuda a entender nuestra pérdida de competitividad es el atraso cambiario, que se produce porque los precios en el mercado interno aumentan en mayor proporción que lo que sube el dólar.
El Gobierno argentino, en cambio, utiliza el tipo de cambio como ancla para que no suban los precios. En los últimos ocho meses, los precios aumentaron un 25% (el Indec dio 10%) y el dólar se devaluó solo un 6,4% y la inflación en los Estados Unidos no llego al 1%.
La hora de levar anclas
Tenemos una alta brecha de precios entre productores y consumidores y no muy buenas perspectivas para nuestras exportaciones.
El futuro gobierno deberá resolver este problema, que no solo es un “ancla” para los precios, sino también para el desarrollo de las economías regionales.
Como primera medida es imprescindible mejorar y crear nuevas infraestructuras de transporte, energéticas y de comunicaciones entre la producción y el consumo.
Incentivar a los productores cuyas instalaciones están alejadas de los puertos y/o centros de consumo, como por ejemplo subsidios a los ubicados a más de 500 kilómetros, precios de combustibles diferenciados, convenios colectivos y aportes patronales por regiones, entre otras.
Los impuestos son otra variable para que los precios no aumenten y me refiero a que deben disminuir especialmente para las actividades productivas y eliminar por ejemplo el impuesto provincial a las Actividades Económicas o Lucrativas que es un gravamen que cobran por cada una de las etapas de producción y comercialización, me pregunto si querrán las provincias sacrificar esta fuente de ingresos sin que exista una nueva ley de Coparticipación según lo establece nuestra Constitución Nacional.
Y con respecto al atraso cambiario se debe sincerar nuestra economía, buscando inversiones genuinas que traerán mayores puestos argentinos de trabajo y volver a tener el perdido superávit gemelo, para lograr un país con inversiones y desarrollo que es lo que nos hace falta.
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