La dura coyuntura que hoy enfrentamos los argentinos, aparece como una tendencia histórica, en la que siempre las dificultades económicas, política y judiciales se muestran unidas a presagios de disgregación nacional. Es como si la sociedad en su conjunto, empeñada por la supervivencia, buscara su salvación por carriles opuestos a los que conducen a la construcción del país y su consolidación. Y como si los sectores dirigentes, preocupados por el desorden de esos vaivenes más que por las causas profundas que los generan, desatienden su compromiso de diseñar y poner en marcha un proyecto político integral concordante con nuestra realidad, nuestro tiempo y nuestra inserción en el mundo.
La Argentina necesita de ideas simples, eficaces y además contemporáneas. Los hombres de nuestro tiempo giramos en el mercado político en torno de algunas ideas fuerzas que fueron decantadas en el curso de los dos mil quinientos años de civilización occidental, que son el liberalismo, la democracia, el nacionalismo y el socialismo.
Algunas de esas ideas se convirtieron en ideologías de exportación que actúan como instrumentos de poder de las grandes potencias. Rusia exporta comunismo soviético a los países periféricos, la Comunidad Económica Europea, social democracia, y EE.UU. o Japón exportan liberalismo económico. Estas potencias centrales, difunden sus ideas, exhibiendo fachadas de progreso, mediante propuestas que disimulan, tras la ingenuidad de principios aparentemente justicieros y nobles ideales, la defensa más cruda de sus propios intereses nacionales.
El comunismo sostiene que los intereses de la clase proletaria están por encima de los intereses nacionales. El liberalismo preconiza la división internacional del trabajo en función de supuestas ventajas comparativas que se sobreponen a los intereses productivos nacionales. Por su parte la socialdemocracia, privilegia por sobre los intereses nacionales los de carácter educativo y cultural, utilizándolos como el modo más sutil de penetración ideológica. Naturalmente el liberalismo es la única de las tres ideologías que refleja directamente el interés económico de las potencias centrales que los estimulan. Las otras dos utilizan vías indirectas para alcanzar simultáneamente los mismos objetivos, esto es, la dependencia económica de los países periféricos que adhieren a esas ideologías. Pero ninguna de ellas da genuina respuesta a las necesidades de Desarrollo Nacional de los países retrasados, transformándose en “ideologismos” (ideologías que no reconocen la realidad) y en nuevas estructuras de dominación que acentúan la parálisis de las fuerzas productivas y la creatividad nacional.
El nacionalismo no tiene por que aparecer como ideología explícita en la medida en que esos países son efectivamente naciones. Las “Naciones” no necesitan nacionalismo de ninguna clase: se limitan a existir y a obrar como tales. El modo de ser común a todas ellas es el desarrollo a través de un proceso de industrialización integrado. Existen dos mundos que nada tiene que ver con una clasificación ideológica que disfraza la realidad distrayendo y dividiendo esfuerzos en la acción política por afirmar la condición nacional: el mundo desarrollado y el subdesarrollado.
La Argentina hasta hoy se resigna a la posibilidad de construir un proyecto propio. El punto de partida es comprender qué la Nación continúa siendo el marco político dentro del cual es posible el desarrollo de un pueblo. Los grupos dirigentes de todos los ordenes deben rechazar las tendencias adversas al desarrollo, que tienden a disgregar la nación, mediante la planificación más rigurosa, controlando los mercados, fijando los precios y regulando los volúmenes de producción, y se extienden en el ámbito ideológico, cultural e informativo, gravitan sobre la opinión pública, modelan el pensamiento de algunos sectores sociales y condicionan las actitudes de ciertos dirigentes. Una muestra es la rotación en los últimos años entre la UCR socialdemócrata, y el PJ liberal, y hoy el actual gobierno imitador del Socialismo del Siglo XXI de Chávez, que tienen un común denominador: niegan o subestiman al factor externo como causa de nuestro estancamiento.
Nuestro país, para torcerle el brazo a la crisis y emprender la vía de la afirmación nacional, debe configurar un proyecto político que lo respalde y esto será posible cuando se comprenda plenamente que; "Es necesario sellar definitivamente el reencuentro de los argentinos; eliminar los motivos de encono, los pretextos de revancha y los últimos vestigios de persecución. Extirpar de raíz el odio. El pasado queda a nuestras espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar responsabilidades"… "Gobernaré para todos los argentinos. Abandono toda tarea partidista y declaro solemnemente que desde la Casa de Gobierno no se hará política de partido. Debemos terminar con el sectarismo y la intolerancia.
El Poder Ejecutivo promoverá reuniones y consultas con los partidos políticos, con dirigentes del trabajo y la producción, con hombres de ciencia, técnicos y profesionales". (Presidente Arturo Frondizi 1º de Mayo de 1958)
* Abogado - Desde Formosa
ENVIADO POR SU AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario