domingo, 30 de octubre de 2016

Mercado y dirigismo

Por Gabriel Boragina
COLUMNISTA

¿Realmente se puede dejar librada la economía a las fuerzas desatadas por el libre mercado? Una sociedad donde imperara el mas irrestricto laissez faire, ¿no terminaría aniquilándose a sí misma en medio de una espantosa anarquía que condujera todo irremediablemente hacia el más completo caos? Estas, y otras por el estilo, son las cuestiones que se plantean muchas personas, probablemente la mayoría de ellas, en torno al sempiterno debate existente entre mercado libre o controlado. O, en términos extremos, mercado/antimercado. Tales inquietudes suponen, cuando se las formula por parte de gente poseedora de buena fe, no otra cosa que fuertes indicios de ignorancia económica respecto del verdadero significado de la alocución "libre mercado". En rigor, el formidable maestro austriaco Ludwig von Mises consideraba una redundancia aludir a la expresión "libre mercado":
"El único sistema económico social que puede y, efectivamente, en la práctica, ha funcionado es el del mercado. El socialismo resulta impracticable porque no puede calcular. El dirigismo provoca situaciones, incluso desde el propio punto de vista del intervencionista, peores que aquellas que la mecánica del mercado libre impondría, realidades que, mediante la actuación coactiva, se pretendía remediar y, además, el sistema se autodestruye al pretender ampliarlo más allá de muy estrechos límites. Forzoso resulta, por ello, concluir que la economía de mercado constituye el único orden que permite mantener e intensificar la social división del trabajo. Quienquiera rehúya la desintegración social y la reaparición del primitivismo más bárbaro ha de cobrar positivo interés en la pervivencia de la economía libre."[1]
Hoy, sin embargo, tenemos que continuar aclarando que, cuando nos referimos al mercado estamos aludiendo al mercado libre o libre mercado, porque tal nociva predica socialista-intervencionista tan difundida por todo el orbe, ha dotado a la palabra mercado de una connotación cuasi-peyorativa, y en la mayoría de los individuos, se da por sentado que el mercado debe estar intervenido por parte de los gobiernos, al punto tal que, en muchos se da por sobreentendido que cuando alguien habla del mercado lo está haciendo en relación a un mercado donde el gobierno tiene una participación activa o muy vigorosa, y no conciben que bajo el rótulo mercado alguien pueda estarse refiriendo a un mecanismo de intercambio de valores entre los hombres libres por completo de cualquier injerencia estatal.
"Paz y nacionalismo económico son conceptos incompatibles y contradictorios. Lo que pasa es que el estado que pretende intervenir la mecánica del mercado no tiene más remedio que recurrir al nacionalismo económico. El dirigismo exige la implantación de medidas proteccionistas. Pues el comercio libre, según es notorio, haría inalcanzables los objetivos que el intervencionista pretende conseguir."[2]
Nacionalismo y proteccionismo no son sino más que dos caras de la misma moneda. No se puede ser nacionalista sin ser proteccionista y viceversa. No hay escapatoria a este dilema. Ni los gradualismos siquiera cambian esta realidad. Y la paz que se quiebra mediante su adopción, es tanto la interna como la externa. Interna, por cuanto cualquier medida nacional-proteccionista conlleva ínsito el consiguiente dirigismo gubernamental que, al romper la voluntad libre de los sujetos que buscan contratar de acuerdo a sus particulares preferencias (y no a las del burócrata de turno), ven infringida su paz al violentarse lo que -de otro modo- hubieran sido sus decisiones libres, pacificas y voluntarias. En el plazo más largo, la persistencia de políticas dirigistas-nacionalistas termina esfumando la paz externa, ya que somete a los países a tensiones comerciales que finalizan repercutiendo en las relaciones internacionales de modo muy negativo.
"Hacia fin de la década de 1980 y principios de la de 1990, fuimos testigos de la implementación masiva de reformas de mercado, un acontecimiento por el cual el FMI toma el crédito. Sin embargo, estas reformas fueron resultado de una necesidad económica nacida del colapso de la planificación central. Como lo señala el economista Deepak Lal, “simplemente no es creíble que la condicionalidad de los ajustes estructurales, los programas estabilizadores y el dinero que los acompañaba, fueran las razones por las que los países con crisis de deuda (y otros) se hayan volcado, desde la planificación al mercado [...] La liberalización económica que ocurrió se debe a una profunda crisis de gobernabilidad que fue engendrada por el dirigismo del pasado”.[3]
Con todo, hay que señalar que la liberalización en comentario no duró demasiado tiempo, y tampoco durante su vigencia tuvo la profundización deseada y necesaria como para mostrar todos sus frutos. No obstante, fuerza es reconocer que, en comparación con el período anterior de marcadísima intervención y dirigismo económico, la dinámica de los mercados, durante el período indicado por el autor citado, fue por cierto muy importante. Y, lamentablemente, no fue perseverante en el tiempo, volviéndose -a poco de andar- nuevamente a los manejos dirigistas que caracterizaron -sobre todo en América latina- al populismo que la región adoptó casi uniformemente a comienzos del siglo XXI. Verdaderamente, fue una broma de mal gusto que el FMI se adjudicara el "movimiento hacia" el mercado (entendido aquí tal como L. v. Mises lo concebía, es decir, como libre sin más adjetivaciones). La alternativa que plantea el autor es "mercado vs. planificación", que es otra forma de enunciar la misma idea contenida en la fórmula "mercado libre vs mercado intervenido". Desafortunadamente, como indicamos, esas "reformas pro-mercado" no fueron consistentes, ni en volumen, ni en duración y tampoco, imperioso es admitirlo, en lo que a su implementación atañe. Estos factores marcaron el desencanto de buena parte de la población respecto de las mismas, y generaron un clima general por el retorno hacia las malas "estrategias" dirigistas, las que fueron el origen de los males que con ellas mismas se buscan remediar sin éxito.
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[1] Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición. Pág. 990/1
[2] L. v. Mises La acción humana ...ob. cit. Pág. 996
[3] Ian Vásquez. "Reparación de la relación acreedor-deudor en el mercado financiero internacional" en Daniel Artana y James A. Dorn. Compiladores. Crisis financieras internacionales: ¿qué rol le corresponde al gobierno? - 1ª. ed. – Buenos Aires: Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, 2004. Pág. 127

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