El INDEC dio a conocer el índice de pobreza e indigencia después de una década de oscurantismo estadístico. Se estima que el 32% de la población urbana tendría ingresos inferiores a los necesarios para acceder a la Canasta Básica Total, conformada por un conjunto de bienes y servicios básicos valuados en $12.489 para una familia tipo. Implica que sólo en los grandes aglomerados urbanos (capitales y ciudades importantes de cada provincia) 8,8 millones de personas son pobres. Si se proyectara al total de la población urbana, o sea incluyendo a la población que vive en ciudades del interior de las provincias, el indicador ascendería a 13 millones de personas en la pobreza.
Una situación más acuciante aun es la indigencia. Se trata de familias cuyos ingresos no alcanzan para comprar la Canasta Básica Alimentaria que equivale a $5.182 para una familia tipo. En esta situación se encuentran 1,7 millones de personas en los grandes aglomerados. Proyectado al total de la población urbana habría 2,5 millones de indigentes.
La contundencia de estas cifras hace prioritario reflexionar sobre la eficacia de la asistencia social para combatir la pobreza. Para ello resulta útil tomar como referencia una familia conformada por una mujer sin pareja, que no trabaja y con dos hijos, uno de 3 años de edad y el otro recién nacido. Su situación sería la siguiente:
El costo de la Canasta Básica Alimentaria para este hogar sería de $2.714.
Por Asignación Universal por Hijo recibiría un monto equivalente a $2.206.
Esto implica que la Asignación Universal por Hijo es un 20% inferior a la Línea de Indigencia.
Este ejemplo es puntual pero ilustrativo de la muy frecuente situación de mujeres jóvenes que tempranamente tiene hijos y caen en la indigencia. Si esta mujer llegara a tener un tercer hijo el monto a recibir por la asistencia social aumentaría, pero de todas manera no alcanzaría a superar la línea de indigencia. Por los tres hijos tendrá derecho a recibir en concepto de Asignación Universal $3.309 pero sus necesidades básicas alimentarias por la llegada del nuevo miembro habrían crecido a $3.719. Este ejercicio deja en claro que repartir dinero es un paliativo, pero está lejos de ser una solución. La Asignación Universal por Hijo no alcanza para salir de la indigencia y, tal como está diseñada, perpetúa y reproduce intergeneracionalmente la pobreza.
Esta realidad va en contra de la creencia muy arraigada de que con la Asignación Universal por Hijo se acabaría con la indigencia y se reduciría la pobreza. Seguramente que la manipulación de las estadísticas junto con las tentaciones que genera el oportunismo y altas dosis de conformismo contribuyeron a sobreestimar los impactos del asistencialismo. Con el sinceramiento del sistema estadístico, es fundamental reasumir la seriedad y promover un consenso en torno a cuáles son los instrumentos que permitirán llegar al objetivo compartido de terminar con la indigencia y la pobreza.
En primer lugar, es fundamental combatir la inflación para que se estabilice el costo de la Canasta Básica Alimentaria. Con precios crecientes es muy difícil evitar que el poder de compra de las prestaciones sociales se erosione. En segundo lugar, promover conductas reproductivas responsables para generar hogares de tamaño más reducido. En tercer lugar, poner en funcionamiento un sistema moderno de protección a la infancia. Así, los niños accederán tempranamente a alimentación adecuada y educación, y abrirá las posibilidades a que la madre trabaje. Aunque sea un trabajo informal alcanza para superar la indigencia y aumentan las probabilidades de salir de la pobreza. Teniendo en cuenta que la Canasta Básica Total para esta familia de 3 miembros es de $6.548, con una remuneración mensual de $4.500 más las dos Asignaciones por Hijo podría salir de la pobreza.
La meta de pobreza cero no es inalcanzable. Más bien es un objetivo modesto para las potencialidades de la Argentina. Para alcanzarla, es fundamental dejar de sobreestimar el asistencialismo y aumentar la valoración por la estabilidad de precios, la sexualidad responsable y el trabajo femenino como políticas de inclusión social.
FUENTE: Publicado en IDESA - www.idesa.org
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