El jueves por la noche recordé una serie animada que miraba a principios de los 90, basada en Peter Pan, la clásica novela del escocés J.M. Barrie.
En esta nota, voy a intentar mostrarte cómo ese personaje de Disney cobra extrema relevancia para entender los hechos de hoy. Empecemos…
Lo que no crece, muere
Todos tenemos o tuvimos algún techo de vidrio en algún momento de nuestras vidas.
En términos psicológicos -o hasta de coaching, diría- un techo de vidrio es algún tipo de barrera invisible que nos impide avanzar en alguna dimensión o situación particular de nuestras vidas. En la medida que no resolvamos el escollo, simplemente no podremos avanzar.
Generalmente pueden ser situaciones cómodas, de las cuales tenemos pocos incentivos a salir, pero que a su vez nos impiden avazar.
En el caso argentino, creo existe un techo de vidrio que es, ni más ni menos, el ahogo que el sector público ha provocado al sector privado, entre otras cosas.
Más allá de la causa de este techo de vidrio, que podrá discutirse en un café o en formato académico, lo cierto es que es inapelable nuestro país tiene un techo de vidrio defacto.
Esto se puede ver de manera muy clara en el siguiente gráfico:
Como probablemente hayas notado, la actividad económica se encuentra lateralizando desde mediados de 2011. En otras palabras, nuestro país está estancado en términos económicos.
Por si suena muy técnico: a grandes rasgos, simplemente no somos capaces de producir sostenidamente más bienes y servicios que los que supimos producir 7 años atrás.
Eso es altamente grave de por sí, ya que, como probablemente hayas escuchado, la población de nuestro país crece, a grosso modo, 1% anual, por lo que hoy tenemos alrededor de un 7% más de bocas para alimentar que en 2011.
Ergo, si producimos la misma cantidad de riqueza como país, pero somos 7% más, eso quiere decir que somos mas o menos 7% más pobres, en términos reales. Una tragedia.
De todos modos, intuyo que hasta acá no hay mayor novedad. Este es un asunto que ha sido tratado en numerosas oportunidades por diversos economistas durante los últimos años, entonces, si más o menos seguís la situación económica del país, es altamente probable ya tengas conocimiento de esto.
La cuestión es que esto no queda así.
El valor de una acción
Como la intuición indica, el valor de una acción está dado -generalmente- por los siguientes elementos de manera combinada:
Los flujos futuros de caja: o sea, el dinero que ingresaría dicha empresa,
El patrimonio neto: los fierros, los edificios, las patentes, etc. En otras palabras, el capital que ya tiene la empresa,
Algún valor estratégico misceláneo: por ejemplo, algún permiso, derecho especial o atributo que tenga una empresa o marca que haga que tenga algún tipo valor, pero que no necesariamente es un capital.
Habiendo aclarado un poco estos conceptos, queda claro que, en gran medida, el crecimiento sostenido en la cotización de una empresa generalmente tiene que ver con el ítem 1).
Sería raro que una empresa vea crecer su valor rápida y sostenidamente solo porque su capital se revaloriza. Generalmente ese tipo de comportamiento ocurre en una acción cuando el negocio funciona bien, o sea, cuando la compañía es capaz o se descuenta será capaz de generar flujos de caja mayores.
Entonces, como axioma, en caso de que veamos grandes subas en el tiempo que no estén apoyadas en mejores resultados económicos, entonces podemos decir con un alto grado de certeza que dicha suba no resultaría sostenible.
Perfecto, avacemos.
Peronia = el Nunca Más del mundo real
Volviendo al leit motiv de la nota, cabe aclarar para el distraído que Nunca Jamás (Neverland), es una lejana isla donde Peter Pan y su hada Campanilla lideran una tribu de niños llamada “niños perdidos”.
La particularidad es que ellos nunca crecen y viven sin responsabilidades, o sea, sólo se concentran en pasarla bien, nunca llegando a edad adulta.
Sí, sé que esto puede sonarte familiar. Básicamente, a una caricaturización de Peronia, el querido terruño que habitamos, donde todo es estático, y el progreso real, el meritorio, no está en los planes de nadie.
Con esta noción en mente, y el hecho que mencionamos en el apartado anterior, donde vimos gráficamente que la economía tiene un techo de vidrio a nivel macroeconómico, entonces te invito a hacerte esta pregunta:
¿Cuál es el precio de un país que no existe?
Recordemos que, en promedio, las empresas de nuestro mercado local no son capaces de producir más riqueza que durante años anteriores. Entonces, es prudente asegurar que, de mantenerse todo igual, no existe ningún fundamento sólido como para sostener que el MERVAL debiera valer lo que vale ahora.
Como se puede observar, la cotización del MERVAL, medida en moneda dura, y ajustada por la inflación americana ha tenido dos períodos muy marcados. Uno que va del 2004 al 2013, y otro que va del 2014 hasta nuestros días. En el primer período, la cotización de los papeles del Merval tuvo una dinámica que técnicamente se conoce como “reversión a la media”. O sea, siempre volvió a una media, un promedio. En otras palabras, la cotización del índice Merval no se despegó demasiado de la capacidad “real” de la economía de generar mayor riqueza, lo cual tiene muchísimo sentido.
Por el contrario, en el segundo período, el MERVAL mostró una tendencia mucho más alcista, y hasta más volátil, llegando a llegar a representar un 300% y hasta 350% de los niveles mostrados en 2004, a pesar de que la economía, en su máximo, sólo se ubicó un 50% por encima de estos niveles.
Así, se puede entender que, a grandes rasgos, durante este segundo período el mercado de capitales local descontaba un país que iba a presentar un despegue en el nivel de actividad local. O sea, el MERVAL descontaba (y todavía descuenta) un crecimiento que, dados los fundamentos macroeconómicos, nunca tendría lugar en el mediano plazo. Se estaba y todavía se está priceando un país que nunca existió y, por un largo rato, no va a existir; un Nunca Jamás del mundo real.
Eso es PERONIA, y he ahí el origen de la más reciente caída, de un MERVAL que ya acumula una licuación del 70% en moneda dura desde que inició el año.
Lo peor de todo es que así y todo, todavía sigue caro.
El resto, es anecdótico.
Hasta la semana próxima Juan I. Fernández
Para CONTRAECONOMÍA
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