viernes, 13 de julio de 2018

¡Yo no fui!

Recuerdo un capítulo de las primeras temporadas de los Simpson en el que Bart trabaja de asistente de su ídolo, el payaso Krusty.
En un momento del capítulo Krusty lo llama a Bart a las apuradas y le pide que diga una frase en un sketch. Cuando Bart entra en escena, accidentalmente tira abajo toda la escenografía. Y al verse ante el público avergonzado por el papelón, exclama la célebre y recordada frase: "¡Yo no fui!", que desata una ola de risas a carcajadas de todos los espectadores.
Así como Bart Simpson quiso desligarse de culpas por el papelón que evidentemente causó, el gobierno, desde sus declaraciones, busca evadir sus responsabilidades por la crisis cambiaria.
“La culpa la tiene EEUU, que está secando de dólares el mundo”, repiten en los despachos oficiales. Suenan frases como “Trump y China se pelean y la ligamos nosotros” y “No fuimos los únicos que devaluamos. Fíjense cómo están el real brasileño, la lira turca y el rublo ruso”.
Desde fines del año pasado el gobierno acumula groseros pasos en falso en materia de política económica. Pero intenta restarles importancia para no quedar muy expuesto de cara a un 2019 electoral.
Frente a las cámaras el gobierno quiere mostrarse firme, seguro y convencido del camino que está tomando. Minimiza los efectos nocivos de la fatídica conferencia de prensa del 28 de diciembre, en la que quedó evidenciado cómo el Poder Ejecutivo se llevó puesto el Banco Central. Y relativiza el golpe sobre las inversiones que resultó la sanción del impuesto a la renta financiera. Tampoco admite su error al regalar el 10% de sus reservas para mantener un tipo de cambio insostenible.
Cuando le preguntan sobre la escalada del dólar, el gobierno dice “¡Yo no fui!”, en un claro intento fallido (como el de Bart) de desligarse de culpas.
Sin embargo, varios hechos sucedieron en los mercados internacionales que ciertamente contribuyeron a que el dólar en Argentina tuviera su vuelo estratosférico.
Veámoslos.
Imán de dólares

Desde octubre del año pasado, la Reserva Federal de los Estados Unidos lleva adelante un programa reducción de su balance.

¿En qué consiste este programa?
Vende en grandes cantidades parte de los bonos y activos tóxicos que adquirió para paliar los efectos negativos de la crisis financiera internacional.
En su momento recibió estos activos de los bancos y a cambio les dio dinero para llenar de liquidez los mercados.
En un lustro multiplicó su balance por cinco desde los 900 mil millones de dólares hasta los 4,5 billones de dólares.
De octubre a la fecha está ocurriendo a la inversa: la Reserva Federal vende esos mismos activos y aspira dólares de los mercados. En los últimos nueve meses la Reserva Federal retiró cerca de 200 mil millones de dólares de los mercados con esta operatoria.

Al poner en venta una gran cantidad de bonos, el precio de los títulos cae y su rendimiento aumenta. De hecho, los bonos del Tesoro norteamericano a 10 años de plazo pasaron de rendir 2,3 por ciento por año a casi 3 por ciento.

Atraídos por los mejores retornos, grandes inversores liquidaron sus carteras en mercados de todo el mundo para volar a la calidad de los seguros bonos norteamericanos.
Lo sufrieron particularmente los países emergentes, que vieron caer sus monedas significativamente. El real brasileño, la lira turca y el rublo ruso están entre las más golpeadas.
Pero, sin dudas, la moneda que quedó nocaut fue nuestro peso argentino. El dólar aquí aumentó un 47 por ciento en lo que va del año y desde octubre a la fecha acumula una suba del 58 por ciento.

No nos trajimos la copa de Rusia pero somos los campeones del mundo en devaluaciones.

Trump busca roña, China responde
Otro hecho que embarró la cancha de los mercados fue la pelea comercial entre Estados Unidos y China.
Se impusieron aranceles y barreras comerciales de un lado y del otro. Trump acusa a China de robar propiedad intelectual valuada en un billón de dólares. Y China responde devaluando su moneda para mantener su competitividad frente a Estados Unidos.
Definitivamente estamos en presencia de la guerra comercial más importante del siglo XXI, que pone en jaque el crecimiento de la economía mundial.
Ante este panorama las acciones mostraron su natural descontento. Nuevamente los mercados de los países emergentes fueron los más golpeados. ¡Vaya si el Merval lo sintió! Hoy vale la mitad que a principios de año.
Para colmo, la devaluación china y las perspectivas de menor crecimiento global repercutieron en una caída de los precios de los commodities que Argentina exporta. Y el precio de la soja registró su menor nivel en una década.
A tomar nota
En definitiva, estos hechos contribuyeron al marcado ascenso del dólar de estos últimos meses. Pero no fueron los más importantes. Con cuentas ordenadas y respeto por las normas y la propiedad privada, este fenómeno global se habría sobrellevado mejor.
Que nos sirva de lección,

Bruno Perinelli 
Para CONTRAECONOMÍA

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