La dama de la armadura oxidada
La Presidenta actúa como si enfrentara una guerra santa, cuando, en realidad, la enorme mayoría de los cuestionamientos provienen de argentinos que piensan distinto, algo que hace al pluralismo.
Por Daniel Gattás.- La Voz
Cuenta el escritor californiano Robert Fisher, en El caballero de la armadura oxidada , la historia de un hombre profundamente egocéntrico, que no consigue comprender y valorar lo que tiene y descuida sin querer las cosas más importantes por pensar sólo en él. Dicho caballero va quedando atrapado en su armadura, que le servía de coraza para ocultar sus limitaciones, sus miedos y su falta de aceptación de una realidad que en muchas ocasiones le era esquiva. Así, lentamente se fue encerrando en sí mismo, y quedó aislado y con la armadura prácticamente mimetizada con su propio cuerpo.
Inicialmente, el caballero era famoso por su armadura, que era tan brillante que los lugareños decían que el sol salía en la mañana para posarse sobre ella. Pero un día, su caparazón esplendoroso comenzó a perder brillo y se fue oxidando. Cuando el caballero se dio cuenta de ello, intentó deshacerse de la armadura, pero ya no podía quitársela solo. Había construido algo tan pesado, complejo y poderoso, que necesitaba ayuda externa para lograrlo. Así, decidió emprender un viaje hacia dentro de sí mismo, buscando resolver su angustia.
Un encuentro con el mago Merlín hizo que las cosas comenzaran a cambiar, pues éste le enseñó a reconocer otro sendero, el de la Verdad, que era muy espinoso, aunque le advirtió que iba a necesitar mucho coraje y decisión para lograr desprenderse de la armadura.
A partir de allí, la armadura comenzó a desmoronarse y le sobrevino una fuerte sensación de bienestar, pues ya nunca más vería a la gente como un reflejo del acero que llevaba en su cuerpo, sino directamente a los ojos, como personas reales.
Mi sensación es que la presidenta Cristina Fernández está sufriendo el síndrome del caballero de la armadura oxidada. Cuando fue reelegida en 2011 con el 54 por ciento de los votos, la armadura blindada que había comenzado a construir a raíz del fallecimiento de su esposo brillaba en toda su magnitud, con una oposición en retirada, fragmentada e incapaz de imponer agenda.
Por otra parte, el mundo y buena parte de la ciudadanía rendía pleitesía a su lustre, lo que hacía suponer a la Presidenta que su estrella le permitiría protegerse de la horda de mercaderes de la política que se acercaban por interés.
Además, la coraza de acero le evitaba reconocer cualquier error, lo que en el pensamiento y el diccionario kirchnerista se sigue estimando como una debilidad imposible de asumir públicamente, olvidando aquel viejo axioma de los grandes estadistas que sentenciaba que “contradecirse con uno mismo sólo es factible en las mentes esclarecidas”.
Del brillo a la opacidad. A poco tiempo de iniciado el segundo mandato, y debido a una política exterior confusa y a polémicas medidas internas que nadie puede cuestionar, so pena de ser catalogado como destituyente, evasor o enemigo de la “causa nacional”, la armadura va apagando su brillo, en un proceso químico por el cual el átomo inestable va perdiendo electrones y va formando un nuevo compuesto con otros elementos.
Así, el oxígeno va haciendo su trabajo, sin prisa pero sin pausa, y causa un deterioro que no le conviene a ningún argentino de buena fe.
Lo más curioso es que, producto de las actitudes obcecadas de quienes integran el círculo íntimo que asesora a la Presidenta, que se sienten infalibles, propietarios de la verdad absoluta y no aceptan crítica alguna, ella se va comprometiendo cada vez más, actuando como si enfrentara una guerra santa, cuando en realidad, y más allá de los eternos despiadados que defienden sus propios intereses, la enorme mayoría de los cuestionamientos provienen de argentinos que piensan distinto, lo que debe ser aplaudido como un pluralismo sano y propio de una República.
Seguir recorriendo el camino con la armadura que le impide encontrar el sendero de la verdad se le hace cada vez más pesado e incómodo, aunque todavía está a tiempo de sacársela de encima, mostrándose tal cual es: una mujer con virtudes y defectos; que habla pero también escucha, que reprocha conductas pero también acepta críticas, que defiende convicciones y aciertos, pero rectifica caminos equivocados. Para eso deberá sacarse el lastre que significa el canto de las sirenas, que con su aplauso arrobador le pintan una realidad parcializada y maniquea.
También la oposición debe hacer su parte, dejando a un lado posiciones mezquinas y preparándose seriamente para gobernar si así lo decidiera en 2015 la voluntad popular, pues la alternancia en el poder es una de las grandes virtudes de la democracia.
Hay que comprender que estamos en el marco de una nueva oportunidad histórica para nuestro país. Aprovecharla depende de todos: del Gobierno, de la oposición y de los ciudadanos responsables y comprometidos.
FUENTE:Publicado en www.lavoz.com.ar
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