viernes, 27 de julio de 2012

Mi fotoARGENTINA, EL PAÍS QUE NUNCA FUE.
 Por Gabriel Zanotti.
Filosofía para mí

Era un conjunto anárquico (no, precisamente, el anarco-capitalismo) de caudillos autoritarios donde uno, Rosas, era más igual que los demás. Rosas era un típico representante de una tradición conservadora al estilo De Maistre opuesta totalmente a las vientos de la Revolución Francesa que venía de Europa. Fue derrotado por un autoritario ilustrado que se dejó convencer por los ideales de una Constitución Liberal Clásica Federalista, inspirada por el único liberal clásico de orientación anglosajona que hubo en ese momento, Alberdi. Fue un empate, una convivencia difícil atada con cinta adhesiva. Los liberales más afrancesados, unitarios, racioanalistas y antireligiosos, tomaron pronto el control de la situación y la Argentina pareció ser un país en construcción bajo la férrea mano del constructivismo de los dirigentes de fines del s. XIX. Un código civil respetable, un proyecto educativo ingenuo, y el libre comercio, hicieron lo suyo y el país parecía encaminado hacia adelante. Unos pocos dirigentes católicos y republicanos, que sabían de la tradición del liberalismo católico francés, intentaron des-empatar pero eran una élite in-inteligible para la bomba de tiempo que se estaba gestando.
Pero el empate era el empate. El radicalismo trató de salir de él pero no pudo. La tradición rosista había dejado huella cultural, intelectual e institucional. Nunca pudo interpretar la Constitución del 53 y se adecuó a los tiempos, bebiendo de las nuevas ideologías autoritarias europeas, que llamaban a las dictaduras frente a la degeneración de las democracias. Sólo así se explica en parte que un general avanzara con su regimiento sobre el Poder Ejecutivo en 1930 y seis meses después, la Corte lo avalara. Fue el principio del fin. La Argentina volvió a evidenciar ese precario empate de las fuerzas culturales y políticas que nunca habían sedimentado en una unidad institucional. A partir de allí fue imposible detener el ruido sordo de dos trenes chocando de frente en cámara lenta. Quince años después, un fiel discípulo de Mussolini, Perón, instala un típico régimen autoritario, con pleno apoyo popular, desde luego, además del apoyo intelectual y religioso. La combinación entre Mussolini, nacionalismo católico, estatismo profundo y el marxismo criollo que Perón introduce en su "combatiendo al capital" confluyeron hacia una cultura, un horizonte de precomprensión cultural esencialmente peronista que caló profundo en la mayoría de la población y que constituyó el eje central de la condición del subdesarrollo económico, educativo y cultural. La Argentina, un lento elefante autoritario con harapos raídos de instituciones afrancesadas y columnas clásicas que ya no sostenían nada, se cae del mundo para siempre.
Perón pierde su gobierno por su único error político, esto es, enfrentarse con gran parte de los militares católicos que lo apoyaban. Desde el exilio sigue manejando la Argentina, y radicales y militares no tienen idea de lo que hacer. Liberales clásicos que se contaban con los dedos de una mano -literalmente-bregan por el libre mercado pero en su alianza con sectores militares absorben parte de ese autoritarismo cultural sin darse cuenta, y jamás lograron levantarse tampoco de ese craso error. En su momento, sin embargo, fue entendible: en la Revolución Libertadora se aliaron hasta los comunistas.
La cultura peronista, mientras tanto -porque ya no es un partido, es un horizonte cultural- se adapta a los tiempos. Ahora sus dirigentes creen que la Argentina es el colmo del capitalismo y absorben gran parte del pujante marxismo europeo pero especialmente el de la Cepal. Los montoneros son el coherente peronismo de los 70. Alegando la guerra justa y el derecho a la resistencia a la opresión, se organizan en guerrilla, contra las supuestas clases dominantes enquistadas en los gobiernos civiles y sobre todo militares de los 60 que, para colmo, pensaban en el fondo igual. Desatan una guerra civil sangrienta. Perón vuelve, sí. O tardó toda su vida en darse cuenta que su marxismo a lo mussolini ya no iba -que efuerzo...- o ya no le convenía, o ya no importa qué, el asunto es que el anciano líder ya no puede controlar a los jovencitos revolucionarios que él había sabido alentar desde Madrid.
Los guerrilleros cometen todo tipo de crímenes de lesa humanidad con espantosa crueldad. Llega, obviamente, la reacción, que los persigue de igual manera. Un horror. Los militares del golpe del 76 carecen de todo horizonte intelectual para darse cuenta de la dialéctica en la que estaban inmersos. Margaret Tatcher termina con ellos, gracias a Dios, y sólo a eso debemos haber recuperado una incipiente democracia. Alfonsín llega a hablar del liberalismo político pero lo enfrenta al libre mercado y el resultado es otra vez el desastre. Menem, al lado del desastre, hace cosas elementales, como no emitir moneda y privatizar, mal, algunas cosas, y los argentinos creen que están en el colmo del capitalismo. Eso es lo importante: lo que las masas creen. Lamentablemente, eso es lo importante en la política.
De los guerrilleros vencidos a lo bestia en los 80, los sobrevivientes allí estaban. Agazapados, esperando el momento de la venganza, que llegaría en cualquier momento en la ruleta rusa de la política argentina. Y así Duhalde, después de otra de nuestras acostumbradas crisis institucionales, nos hace el regalito de ponernos a los Kirchner en el poder.
Lo demás es historia conocida. Sólo queremos recalcar una cosa: en medio de todo este dramático panorama de facciones enfrentadas hasta la literal muerte, la Argentina, ese país abortado ab initio, no logra desarrollar nunca una institucionalidad democrática donde cada partido sea una parte, no el todo, del país. Cada parte se considera el todo, y por ello cada parte acusa a la otra de apátrida. La dialéctica amigo-enemigo, como amigo o enemigo de "la patria" se instala en cada sector que le toca gobernar. Pero más en aquellos que beben obviamente de la fuente primigenia del autoritarismo previo al 53, que alcanza su éxtasis en 1945 y que se reproduce luego, bien marxistizado, en el 73 y en el 2003. Por eso el Kirchnerismo no tiene sólo un "estilo" de enojo, acusación y enfrentamiento: es un modo de pensar, muy coherente, de quienes no conciben una democracia liberal y republicana, donde todos están unidos en la misma Constitución y se alternan en el poder bajo partidos que no cuestionan al menos esa misma Constitución. No, bajo los presupuestos autoritarios, ello es imposible. Los kirchneristas son, coherentemente, la versión más acabada del una "evolución" del autoritarismo que va de la colonia española, pasa por Rosas, por Perón y llega a los montoneros que sencillamente actualizan el marxismo ya instalado por el peronismo originario. Pero la oposición a Perón no tiene salida, porque también responde al mismo esquema: el anti-peronismo sería la recuperación de la república, con una convivencia imposible con, sin embargo, el inexorable peronismo cultural que hasta los mismos anti-peronistas tienen.
Pero eso sólo puede haber un relato, una historia, y por eso toda voz disidente es "destituyente". ¡Es que tienen razón!!! Claro que el kirchnerismo no tiene otra salida que destituirse, porque no acepta por coherencia doctrinal la alternancia en el poder. Se auto-destituirán a sí mismos, como lo están haciendo, pero muy lentamente, como un cáncer leeento, doloroso y progresivo, llevándose consigo al cuerpo del enfermo.
Eso es la Argentina, el país que nunca fue. Sin embargo, ¿qué importa que un país no sea? Finalmente, ¿que quiere decir un país? El único modo de constestarlo sin restos de colectivismo metodológico es recurrir a la distinción de Mises entre estado y nación. El estado no sería más que una unidad administrativa que logra unir institucionalmente a tradiciones culturales diferentes. Pero, claro, eso fue tal vez EEUU, no precisamente la Argentina. Pero de vuelta, ¿y qué? Que en el medio de este país que no fue, ha habido y haypersonas. Personas que murieron y mueren en la más abyecta pobreza: hambre, desnutrición, etc. Perdonas que murieron y mueren en medio de guerras civiles y crímenes de lesa humanidad de ambos lados. Personas que viven una existencia sin proyectos, en un lugar detenido en el tiempo. Intelectuales que son perseguidos, de un lado y de otro. Pequeños comerciantes que no pueden salir adelante y mueren de angustia. Personas que mueren asaltadas por ladrones comunes y ladrones en el poder. Personas que mueren porque su ambulancia no puede llegar en una ruta cortada por el más abyecto sindicalismo o activistas enviados por el poder. Y así podríamos seguir y seguir enumerando las innumerables y espantosas tragedias cotidianas de millones y millones de personas, ya muertas, ya sobrevivientes, de este país que no fue, que no es y que no se..... No sé.
Publicado en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/2012/07/argentina-el-pais-que-nunca-fue-cada.html

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