domingo, 29 de julio de 2012

Publicado en El Diario de la Región, de Resistencia, Chaco, el sábado 28 de julio de 2012
PAN PARA HOY
Clara Riveros Sosa
Faltan escasos días para el 1 de agosto que en nuestro calendario solamente marca el inicio de un nuevo mes, pero que contempla muchos más significados y ceremonias, aparte de la tradición local de tomar caña con ruda para ahuyentar los males.
     El noroeste argentino comparte con Bolivia y Perú  una antigua celebración de respeto a la Madre Tierra y, en ese día, allí se rinde homenaje a su personificación, la Pachamama, favorecedora de la vida y tan complaciente con el buen trato que los humanos le brinden  a este mundo como dispuesta a tomar represalias contra quienes abusan y depredan. Se parece en esto a la también antigua Némesis de los griegos, que no fue una mera diosa vengativa sino la que restablecía el orden y lanzaba toda la fuerza de su ira sobre los que devastaban la naturaleza y rompían su dinámica equilibrada. Quienes no alcancen el profundo sentido de estos cultos pueden remitirse, sin embargo, a su versión supuestamente más racional resumida en el viejo dicho “en la naturaleza no hay premios ni castigos, sólo consecuencias”. Y tales consecuencias ya son demasiado bien conocidas y se hallan muy presentes; lamentablemente presentes.
     Ahora, ya en tiempos de total actualidad, el 1 de agosto cobra a lo largo de América -de norte a sur- otra connotación más, la cual, pese a su carácter contemporáneo y reivindicativo, tiene una vía directa con las tradiciones de respeto a la Tierra y a sus habitantes. Esa jornada se estableció como Día de Acción Continental Contra la Industria Extractiva Canadiense. Puede parecer curioso que se lo dediquen tan especialmente a las empresas mineras de un origen determinado, y que se convoque para la ocasión a un Día de Acción Continental en demanda del fin de la minería de gran escala, a cielo abierto, expoliadora e inicua. Pero aun cuando existen compañías de otro origen igualmente dañinas en su accionar, las canadienses resultan mayoría en el continente y, en la Argentina, así como en otros países americanos, son hasta ahora las más importantes. Veamos esta lista: la ya conocida Barrick Gold (oro y plata en Pascua Lama - Veladero),  la Silver Standard, (plata en Pirquitas, provincia de Jujuy), Northern Orion (oro, cobre y molibdeno Agua Rica, Catamarca), Pan American Silver (Manantial Espejo en Santa Cruz), Yamana Gold (oro en Gualcamayo, San Juan). Reiteramos: todas canadienses. 
      Otra cuestión que, a primera vista, también resulta llamativa es que entre las organizaciones que resisten a este tipo de explotación se encuentran colectivos canadienses, pero ocurre que estos últimos no sólo repudian el accionar en el exterior de esas empresas de su país sino que los mismos ciudadanos canadienses se hallan sufriendo las tremendas depredaciones que las mega-mineras cometen en su propio suelo. Si fuera que tales corporaciones guardasen algún sentido de patria. 
       El problema que plantean las intromisiones extractivistas y expoliadoras, como se puede apreciar, no proviene únicamente del exterior. No están solos los extranjeros en esto de ocupar  un territorio para explotarlo a su gusto,  por mucho poder que posean, pero éste les sirve más que nada para asegurarse de  contar con la corrupción y connivencias locales.  El problema es el sistema como lo prueban las mineras que a pesar de ser canadienses explotan sin escrúpulos su propio suelo. Y lo son también los gobiernos de todas nuestras débiles democracias que -pese a sus discursos anti-corporaciones- pactan públicamente con ellas, como es notorio y lo transmiten las agencias oficiales.
    A lo largo del continente americano las invasiones adoptan hoy otros medios que en el pasado y tienen quienes les abran las puertas.  Y se cumple otro refrán: aquél de “cría cuervos y te sacarán los ojos”, que nos acerca a la reciente destitución del presidente Lugo en Paraguay, hecho en el cual se involucra a la más fuerte trasnacional de los agrotóxicos que ya estaba asentada allí; la misma, recordemos, que tiene una planta en la Argentina y que pronto inaugurará una segunda. Megaminería y agricultura tóxica, nada más que dos caras de una misma moneda.
      El sistema encadenado de producción/ extracción/ contaminación/ desertificación/ expulsión que este modelo conlleva, atrapa de una manera suficientemente perversa como para volver muy difícil- aunque no imposible- zafar de él y avanzar bajo paradigmas saludables; y son esas trampas las que desatan los debates a los que estamos asistiendo sobre leyes y restricciones, los juicios como el pionero que se ventila en Córdoba y la gran decepción que produjo al sancionarse la nueva y más que polémica ley de Biocidas en nuestra provincia; ley  que olvida a las personas reales en aras de una producción redituable, hoy por hoy, para quienes la practican, pero verdaderamente insustentable y excluyente. Y si nos atenemos a esa cadena que mencionábamos más arriba (producción /extracción/ contaminación/ desertificación/ expulsión) de inmediato salta a la memoria un refrán más: el archiconocido “pan para hoy... hambre para mañana”, al que sólo le falta agregar “y enfermedad”... y señalar que estamos llegando a ese anunciado día de mañana.    

Fuente: Enviado por mail por el aporte de  Toribio Torcuato Navarro      

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ARCHIVOS DE TEMAS DEL BLOG

Buscar articulos