Las increíbles cifras del Indec sobre inflación, con su impacto en la medición de la indigencia y la pobreza, ya no resisten ni el más mínimo argumento de los kirchneristas más fervorosos. La Voz
Desde fines de 2005, cuando la inflación de dos dígitos volvió a aparecer con fuerza en la economía, el Gobierno de la Nación ha minimizado su impacto en los sectores más vulnerables de la sociedad, al tiempo que destrozó todas las estadísticas que podían mostrar esa realidad, hoy inocultable.
La última parodia del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) se desarrolló el viernes pasado, cuando se difundieron los datos del índice de precios al consumidor (IPC) del mes de julio. Según el organismo que controla el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, la suba de precios fue sólo de 0,8 por ciento, pese a ser uno de los meses de mayor gasto por las vacaciones invernales y la fuerte alza de los alimentos. Los institutos privados de economía registraron un suba promedio de 1,7 por ciento.
Pero ese remedo de realidad no se detuvo ahí. Según el organismo estadístico, una familia tipo –compuesta por un matrimonio y dos hijos menores– necesitó en julio sólo 688,37 pesos para no caer en la miseria. Se considera que se atraviesa esa línea cuando un grupo familiar no puede adquirir los alimentos de una dieta kilocalórica mínima para subsistir. Esta se compone de pan, galletitas, carne, pollo, leche, café, té, quesos, huevos, dulces, hortalizas, frutas, verduras y bebidas, en cantidades suficientes como para que su consumo provea las calorías imprescindibles para crecer y desarrollar una vida normal.
Si se imitara a un popular programa de la década de 1980, llamadoLas patas de la mentira, que retrataba las incongruencias verbales que pronunciaban los principales actores de la vida política argentina, podría decirse que el Indec ha caído en la propia mentira de sus números.
Es que si uno saca cuentas a partir de esos datos, llega a la conclusión de que para no caer en la miseria, una familia puede alimentarse gastando sólo seis pesos por día y por persona. En realidad, un litro de leche y un kilogramo de pan superan con holgura esa cifra.
Pero el Indec es inmutable a las críticas que recibe su inverosímil estadística, la cual era considerada, no hace muchos años, como punto de referencia entre los países más desarrollados del mundo.
El perjuicio y descrédito que se abatió sobre el país superan con creces las mínimas ganancias obtenidas por liquidar menos intereses de los títulos de la deuda soberana ajustados por la inflación o por reflejar un promedio de indigencia que está muy lejos de la verdad. Tampoco sirve para crear la ilusión de que el país se expande a tasas chinas, pese a que el crecimiento en el período 2003-2011 fue indiscutible.
Aunque parezca una vana aspiración, la Argentina debe recuperar la seriedad en sus datos estadísticos, ya que los números de la mentira no sirven para alimentar la creencia ni de los más fanáticos kirchneristas.
Fuente: Publicado en www.lavoz.com.ar
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