miércoles, 7 de noviembre de 2012

UN CASO PARA REFLEXIONAR
Buscar en el lugar equivocado
Por Jorge Eduardo Simonetti
Días pasados, en el conocido programa de TV Periodismo para Todos, su conductor Jorge Lanatta entrevistaba a una mujer madre de doce hijos, detenida en una cárcel de Misiones. Uno de sus hijos, de corta edad, murió en sus brazos por inanición, a raíz de una extrema desnutrición, enterrándolo ella misma con una hermosa crucecita, adornada con cintas y algunas flores. El Estado la acusó de hacer abandono de persona (¿), y hace un año y medio que está privada de libertad, mientras sus restantes once hijos se encuentran desparramados.
Los sismos de conciencia que en ocasiones sacuden la mente y el corazón humanos, a raíz de hechos que logran conmover nuestras fibras más íntimas, nos devuelven la categoría de personas que muchas veces dejamos como jirones en el devenir. Por desentendidos culposos de la realidad cruda y lacerante de todos los días, que está y no queremos verla, como la pobreza y el hambre de muchos de nuestros congéneres, el común de los mortales a veces necesitamos que la vida nos tire del saco, nos recuerde que estamos aquí y ahora, para que miremos más allá de nuestros propios problemas, de nuestros egos engordados por una sociedad exitista, de nuestras tontas vanidades.
A la mujer misionera no le preocupa el cepo cambiario, la libertad de expresión amenazada, el 8N o el 7D, no conoce de política, la economía no es para ella un juego maquiavélico de números e índices, ni sabe quién es uno o quien es otro, su vida transcurre a años luz de los lugares comunes que atraviesan las mentes argentinas en éstos días. Para ella, la vida no es una calesita a la que puede subirse a la vuelta siguiente, ella se ha quedado con la visión lejana del último tren que ya partió y en el que no tuvo ninguna oportunidad de subir. Las caídas no le significan, como a cualquiera de nosotros, una buena oportunidad de levantarse, porque ella ya ha tenido la última caída, de la que no se vuelve.
Lejos del alcance del largo brazo de la ayuda social, aquella que muchas veces condenamos con la liviandad de una posición acomodada, sin la mano tendida de sus congéneres, cayó vencida en lucha desigual por el abandono, el olvido, la desidia y sobre todo el desinterés, con el rostro de su hija muriendo en sus brazos. Y, además, detenida por abandono de persona.
A propósito de ello, que lejos nos sentimos quienes desde la omnipotencia de una pluma, un micrófono, una cámara, o desde los puestos de mando del Estado, manipulamos cifras de pobreza, indigencia, mortalidad infantil, sin advertir que el hambre es personal, intransferible, que una persona con hambre es igual que diez, cien, mil o un millón de personas con hambre, que la muerte por desnutrición es el oprobio más grande que puedan tener los gobiernos, la sociedad, las personas.
Es cierto, ésto puede parecer prosa sensiblera o demagógica. Pero, de vez en cuando, hay que correr ese riesgo, salirse de los cánones rígidos de los comportamientos profesionales, bajarse de la carroza, poner pie en tierra y tomar contacto con la crudeza de lo extremo, de aquello que no se teoriza, que no se explica, que no se describe, que no se analiza, sólo se siente, muy fuerte, muy hondo, muy adentro.
Francamente, con esta realidad, es muy humano que a veces nos sintamos derrotados, sin brújula, desvalorizando todo aquello que supimos hacer, porque ante el hambre y la muerte no hay ganadores.
Los que tenemos de alguna manera una posición social, política o económica expectable, tenemos que reconocer y hacernos cargo que no lo hemos hecho lo suficientemente bien, que los esfuerzos no han sido capaces de llenar con comida todas las mesas, que las ideas no totalizan, que los posicionamientos no comprenden a todos, que siempre falta más por hacer, mucho más, hasta que no haya nadie en la infrahumana condición del hambre.
No se trata de buscar sólo en los pliegues del razonamiento, a veces hay que buscar en alguna otra parte.
“Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de rodillas. ¿Qué andas buscando, Mullab?”. Mi llave. La he perdido”.Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: “¿Dónde la perdiste?”. “En casa”. “¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?”. “Porque aquí hay más luz”.¿De qué vale buscar a Dios en lugares santos si donde lo has perdido ha sido en tu corazón?” (De: El canto del pájaro, Anthony de Mello).
Mil millones de personas con hambre en el mundo tienen valor para las estadísticas, para que gobiernos y organizaciones tomen decisiones en orden al objetivo de eliminar este flagelo, indomable aún en tiempos de la super tecnología. Las soluciones están en la producción, la distribución, la organización, la inversión, es decir en la parte superior del cuerpo humano, en el lugar en que anida la mente. La mujer misionera no tuvo existencia visible para la sociedad, para el Estado, para el mundo, hasta que hubo que detenerla porque su hijo murió de hambre. Allí fue registrada.
Para entenderla, no hay que buscar en el lugar equivocado, en las leyes, en los razonamientos, en el cerebro. Hay que bajar un poco y tocarse con la mano el lado izquierdo del pecho, justo ahí, dónde se ubica el órgano que no sabe de razones, que sólo conoce de sentimientos, de calor humano, de solidaridad, de sufrimientos compartidos.
Por tanto tiempo que le dedicamos a nuestros intereses, a nuestras cosas, uno pequeño deberíamos dedicarle cada tanto para reflexionar sobre cuestiones simples, aquellas que nos confieren el carácter de personas, porque ellas sea cual fuere el lugar que ocupemos- nos van a ayudar a mejorar nuestro interior, nuestros propósitos. Gobernar, escribir, trabajar, estudiar, es lo que hacemos todos los días; hacerlo con una visión más solidaria es sumar para el lado de la vida, de la humanidad.
Tengamos los ojos abiertos, la mente despierta y el corazón dispuesto, para no buscar cómo Nasruddin- las cosas en el lugar equivocado y menos aún confundir a la víctima con el victimario.
FUENTE: Publicado en  http://www.ellitoral.com.ar/es/articulo/225864/Buscar-en-el-lugar-equivocado

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