UN CASO PARA REFLEXIONAR
Buscar en el lugar equivocado
Por Jorge Eduardo Simonetti
Días
pasados, en el conocido programa de TV Periodismo para Todos, su
conductor Jorge Lanatta entrevistaba a una mujer madre de doce hijos,
detenida en una cárcel de Misiones. Uno de sus hijos, de corta edad,
murió en sus brazos por inanición, a raíz de una extrema desnutrición,
enterrándolo ella misma con una hermosa crucecita, adornada con cintas y
algunas flores. El Estado la acusó de hacer abandono de persona (¿), y
hace un año y medio que está privada de libertad, mientras sus restantes
once hijos se encuentran desparramados.
Los sismos de
conciencia que en ocasiones sacuden la mente y el corazón humanos, a
raíz de hechos que logran conmover nuestras fibras más íntimas, nos
devuelven la categoría de personas que muchas veces dejamos como jirones
en el devenir. Por desentendidos culposos de la realidad cruda y
lacerante de todos los días, que está y no queremos verla, como la
pobreza y el hambre de muchos de nuestros congéneres, el común de los
mortales a veces necesitamos que la vida nos tire del saco, nos recuerde
que estamos aquí y ahora, para que miremos más allá de nuestros propios
problemas, de nuestros egos engordados por una sociedad exitista, de
nuestras tontas vanidades.
A la mujer misionera no le preocupa
el cepo cambiario, la libertad de expresión amenazada, el 8N o el 7D,
no conoce de política, la economía no es para ella un juego maquiavélico
de números e índices, ni sabe quién es uno o quien es otro, su vida
transcurre a años luz de los lugares comunes que atraviesan las mentes
argentinas en éstos días. Para ella, la vida no es una calesita a la que
puede subirse a la vuelta siguiente, ella se ha quedado con la visión
lejana del último tren que ya partió y en el que no tuvo ninguna
oportunidad de subir. Las caídas no le significan, como a cualquiera de
nosotros, una buena oportunidad de levantarse, porque ella ya ha tenido
la última caída, de la que no se vuelve.
Lejos del alcance del
largo brazo de la ayuda social, aquella que muchas veces condenamos con
la liviandad de una posición acomodada, sin la mano tendida de sus
congéneres, cayó vencida en lucha desigual por el abandono, el olvido,
la desidia y sobre todo el desinterés, con el rostro de su hija muriendo
en sus brazos. Y, además, detenida por abandono de persona.
A
propósito de ello, que lejos nos sentimos quienes desde la omnipotencia
de una pluma, un micrófono, una cámara, o desde los puestos de mando
del Estado, manipulamos cifras de pobreza, indigencia, mortalidad
infantil, sin advertir que el hambre es personal, intransferible, que
una persona con hambre es igual que diez, cien, mil o un millón de
personas con hambre, que la muerte por desnutrición es el oprobio más
grande que puedan tener los gobiernos, la sociedad, las personas.
Es
cierto, ésto puede parecer prosa sensiblera o demagógica. Pero, de vez
en cuando, hay que correr ese riesgo, salirse de los cánones rígidos de
los comportamientos profesionales, bajarse de la carroza, poner pie en
tierra y tomar contacto con la crudeza de lo extremo, de aquello que no
se teoriza, que no se explica, que no se describe, que no se analiza,
sólo se siente, muy fuerte, muy hondo, muy adentro.
Francamente,
con esta realidad, es muy humano que a veces nos sintamos derrotados,
sin brújula, desvalorizando todo aquello que supimos hacer, porque ante
el hambre y la muerte no hay ganadores.
Los que tenemos de
alguna manera una posición social, política o económica expectable,
tenemos que reconocer y hacernos cargo que no lo hemos hecho lo
suficientemente bien, que los esfuerzos no han sido capaces de llenar
con comida todas las mesas, que las ideas no totalizan, que los
posicionamientos no comprenden a todos, que siempre falta más por hacer,
mucho más, hasta que no haya nadie en la infrahumana condición del
hambre.
No se trata de buscar sólo en los pliegues del razonamiento, a veces hay que buscar en alguna otra parte.
“Un
vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de
rodillas. ¿Qué andas buscando, Mullab?”. Mi llave. La he perdido”.Y
arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de
un rato dijo el vecino: “¿Dónde la perdiste?”. “En casa”. “¡Santo Dios! Y
entonces, ¿por qué la buscas aquí?”. “Porque aquí hay más luz”.¿De qué
vale buscar a Dios en lugares santos si donde lo has perdido ha sido en
tu corazón?” (De: El canto del pájaro, Anthony de Mello).
Mil
millones de personas con hambre en el mundo tienen valor para las
estadísticas, para que gobiernos y organizaciones tomen decisiones en
orden al objetivo de eliminar este flagelo, indomable aún en tiempos de
la super tecnología. Las soluciones están en la producción, la
distribución, la organización, la inversión, es decir en la parte
superior del cuerpo humano, en el lugar en que anida la mente. La mujer
misionera no tuvo existencia visible para la sociedad, para el Estado,
para el mundo, hasta que hubo que detenerla porque su hijo murió de
hambre. Allí fue registrada.
Para entenderla, no hay que
buscar en el lugar equivocado, en las leyes, en los razonamientos, en el
cerebro. Hay que bajar un poco y tocarse con la mano el lado izquierdo
del pecho, justo ahí, dónde se ubica el órgano que no sabe de razones,
que sólo conoce de sentimientos, de calor humano, de solidaridad, de
sufrimientos compartidos.
Por tanto tiempo que le dedicamos a
nuestros intereses, a nuestras cosas, uno pequeño deberíamos dedicarle
cada tanto para reflexionar sobre cuestiones simples, aquellas que nos
confieren el carácter de personas, porque ellas sea cual fuere el lugar
que ocupemos- nos van a ayudar a mejorar nuestro interior, nuestros
propósitos. Gobernar, escribir, trabajar, estudiar, es lo que hacemos
todos los días; hacerlo con una visión más solidaria es sumar para el
lado de la vida, de la humanidad.
Tengamos los ojos abiertos,
la mente despierta y el corazón dispuesto, para no buscar cómo
Nasruddin- las cosas en el lugar equivocado y menos aún confundir a la
víctima con el victimario.
FUENTE: Publicado en http://www.ellitoral.com.ar/es/articulo/225864/Buscar-en-el-lugar-equivocado
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