Por Enrique Guillermo Avogadro
El mercado no es un invento del capitalismo. Siempre ha existido. Es un invento de la civilización”. Mikhail Gorbachov ¿Qué diferencia a Nicolás Maduro, cuando dice que un pajarico chiquitico representa a Hugo Chávez, de Cristina, usando al viento del sur para hacer entrar al fantasma de don Néstor al quincho ceremonial de Olivos?
Los cambios en su gabinete introducidos por la señora
Presidente -que conserva la iniciativa y no acepta la condición de “pato rengo”
que deben soportar los mandatarios sin posibilidad de reelección- a partir de su
reaparición en público a través de un video casero –perrito y pingüino
incluidos- no sorprendieron a nadie, salvo en lo que se refiere al obvio
abandono del razonable camino que habían intentado emprender Guita-rrita Boudou y Me-quiero-ir Lorenzino para
reconciliarnos con el mundo financiero internacional.
No bastará, para los mercados, que doña Cristina
confiese el fracaso del “modelo” –si no es así, ¿para qué estos cambios?- y se
despoje, como anunció, de las anteojeras que la acompañaron hasta ahora o que
manifieste estar dispuesta a asociarse con cualquiera que quiera venir a la
Argentina con maletas llenas de dinero, ya que no existen quienes estén
dispuestos a cometer esa locura en un país donde las órdenes verbales han
suplantado a las normas escritas, donde se invita a fiestas y luego no se deja
salir a los concurrentes, donde no se respetan los contratos, donde los jueces
son empleados del Ejecutivo y donde se intenta eximir al Gobierno de toda
responsabilidad.
La designación de Bambino Kiciloff como nuevo Ministro de
Economía, tal como ha reflejado la escasa prensa extranjera que aún se ocupa de
nosotros, ha sido el golpe final que el régimen ha dado a la seguridad jurídica
–un “concepto horroroso” según él- en
la Argentina. Este joven intentará probar aquí las recetas que ya han fracasado
en muchas otras latitudes, y que atrasan más de cien años; comenzará, como ha
dicho, con mayor presencia del Estado en la economía y tratará de extender los
tentáculos de éste hacia todas las actividades productivas, poniendo más
distancia, si cabe, entre el país y el mundo civilizado.
Coqui Capitanich, ex patrocinante de la devaluación asimétrica
de 2002, actual Gobernador del Chaco en uso de licencia y reestrenado Jefe de
Gabinete, nos informó ya que la inflación y el cepo cambiario, que no existen en
el universo virtual del kirchnerismo, continuarán empobreciendo a los más
humildes, reservando la creación de empleo a los organismos estatales en sus
tres niveles. La notoria exclusión del campo y de los sindicatos no oficialistas
de los diálogos que ha inaugurado son una prueba cabal de ello.
Si alguien, por ventura, estuvo tentado de jugar algunas
fichas en la Argentina después de las elecciones de octubre, vislumbrando un
cambio en el “modelo”, seguramente ya ha puesto los pies en polvorosa,
ahuyentado por la sentencia de la Corte sobre la Ley de Medios, por el proyecto
de Código Civil en tratamiento en el Congreso y, por si eso fuera poco, por las
modificaciones que ha introducido doña Cristina en su elenco
ministerial.
Resulta notable que los nuevos funcionarios, por
negación tanto como por reafirmación, insistan en el abordaje de los graves
problemas que hoy jaquean a la propia existencia de la Argentina como nación
–narcotráfico, estanflación, corrupción, inseguridad- con la misma mentalidad,
aunque diferentes modales, que ha producido tantos daños durante la “década
ganada”. Así, resultará muy difícil convencer a los mercados de volver a mirar a
la Argentina con cariño o, al menos, con algún interés. El “caso por caso”
anunciado por Bambino y su recua de
niñatos de La Cámpora, amén de generar nuevos nichos de corrupción, nos aproxima
más a la madurita Venezuela, donde se
pretende controlar a la economía con el ejército.
Los opositores, esos gallardos campeones del fracaso, se
amontonaron frente a los micrófonos y las cámaras para declarar que están
dispuestos a apoyar el proyecto de nuevo Código en general, y que se reservan
sus diferencias para la hora de votar en particular cada artículo; en la medida
en que no pueden ignorar la historia reciente –la Ley de Medios, la designación
de ¡Giles! Carbó como Procuradora y
las tentativas de destruir al Poder Judicial y al Consejo de la Magistratura,
entre otras lindezas- sólo puede concluirse que disfrutan al ser violados, una y
otra vez, por el Gobierno y que están dispuestos a ir a cualquier parte para
facilitar esa permanentemente sodomización a la que los ha sometido el
kirchnerismo.
¿No se les ha ocurrido que el cambio en el Código Civil,
el reglamento que nos hemos dado los argentinos para convivir en sociedad y que
tiene una vigencia de ciento cuarenta años, requiere de una discusión mayor que
la que recibirá en el trámite express
que se le otorgado por pedido de la Casa Rosada? ¿No han visto al
kirchnerismo declamar altos principios que, una vez convertidos en leyes, se han
transformado en subalternas herramientas de esta banda sin escrúpulos en su
diaria pelea con sus inventados enemigos? ¿No han, siquiera, notado cómo se ha
comportado el oficialismo con los organismos de control, a los que ha
desmantelado o desaparecido? ¿Qué buenas intenciones pueden seguir “comprando”
como imbéciles?
El viernes, Coqui
informó que la discusión del nuevo engendro en Diputados se postergó para el
año próximo, pero que recibirá media sanción en Senadores antes del recambio de
sillones que se producirá el 10 de diciembre. Eso sí, adelantó que se aprobará,
a marcha forzada, el proyecto de ley que excluye la responsabilidad del Estado y
de sus funcionarios de la órbita del fuero civil, reservándola al contencioso
administrativo; en buen romance, significa desproteger aún más al individuo
frente a los avances del Estado, como lo fue también el proyecto de limitar las
medidas cautelares que pudieran dictar los jueces en contra de sus decisiones
imperiales.
Tengo para mí que el diferimiento del debate en la
Cámara baja responde a las inquietudes de SS Francisco, transmitidas por la
Conferencia Episcopal, y que hicieron que el Poder Ejecutivo introdujera fuertes
modificaciones en el proyecto original, como aquélla que establece ahora que la
vida existe a partir de la concepción. Las voces de las alas más duras del
kirchnerismo dejaron en claro que no acompañarían la iniciativa, y eso puso en
alerta al oficialismo y lo llevó a aceptar la demora. El Papa consiguió, así,
sacar las papas del fuego a la oposición, pese a la intrínseca estupidez de
ésta.
Llama la atención tanto silencio público frente a un
tema de la enorme gravedad institucional que reviste echar a la basura,
literalmente, los códigos Civil y Comercial que nos legara Vélez Sarfield. Que
la ciudadanía, en general, no registre la importancia de un asunto que, como
dijo Alejandro Fargosi, influirá en la vida de nuestros tartaranietos, es
comprensible, ya que la educación se ha deteriorado de tal modo que la mayoría
no entiende siquiera lo que lee; pero que las academias y las universidades
brillen por su ausencia en este trascendental debate muestra hasta qué punto nos
hemos convertido en una sociedad en etapa final de decadencia, en una mera
caricatura del país que fuimos.
Pero Cristina, ahora con poco luto, seguirá adelante con
la tarea que se ha propuesto como meta para pasar a la historia: demoler todo lo
que queda en pie en un país que existía en estas latitudes y que, como Tato,
creo que se llamaba Argentina, con la intención de dejar tierra arrasada a quien
la suceda. Sólo resta saber si los tiempos de la economía la acompañarán hasta
el final.
Bs.As., 24 Nov 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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