“En la vida
siempre es así. Las cosas buenas tienen siempre su ladito malo y las malas su
ladito bueno”. Mario Vargas Llosa.
Me había
comprometido, creyendo que las elecciones darían un respiro al vértigo en que
vivimos, a escribir esta semana acerca de los ferrocarriles, pero el tema
deberá esperar porque, como todos sabemos, han pasado algunas cosas que
ameritan hablar sobre ellas. Los chinos, cuando se despiden de alguien al que
aprecian, le desean “ojala vivas momentos
interesantes”; evidentemente, si algo así nos fue augurado, el deseo se
convirtió en realidad.
Parece
mentira que hayan pasado sólo siete días desde que el Gobierno recibiera, con
gesto contrariado y falsa alegría, la peor derrota en las urnas desde que el
kirchnerismo, para desgracia de la Argentina, llegó al poder aupado por
quienes, de buena fe, creyeron encontrar en el falso mesías que venía de la
Patagonia, un nuevo salvador. Dado que, a partir de entonces, la muerte y la
repulsa popular pusieron fecha de vencimiento al “modelo” de rapiña y
acumulación y, consecuentemente, en breve deberemos volver a elegir, recomiendo
a mis compatriotas un libro fundamental de Romina Manguel, “Yo les avisé”; la
tesis de la autora, probada a lo largo de sus páginas, es que todos quienes
llegaron a presidentes habían exhibido antes, en su lugar de origen y para
quien quisiera verlo, sus vicios y pecados, pero nadie reparó en ellos.
Más allá
del triunfalismo del ¿Frente para la Qué? y su vociferada conservación de
mayorías en ambas cámaras del ex H° Congreso, sigo creyendo que, a partir de
ahora, la real politik se impondrá a
las matemáticas y que, sin olvidar el innegable triunfo político que la Corte
brindó a la Casa Rosada el martes, se producirá una fuga de voluntades
legislativas hacia el nuevo sol que comenzó a calentar la realidad desde Tigre.
Y me lleva a ese convencimiento dos apotegmas que, invariablemente, han signado
el devenir del Movimiento: “el peronismo
te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no se entierra con vos” y,
aún más, “el que gana gobierna, y los
demás acompañan”.
Tengo
para mí que muchos de quienes se enriquecieron aplaudiendo fervientemente los
disparates de los Kirchner o votando sin siquiera leer los inicuos proyectos
enviados al Legislativo están aterrados con el horizonte de cárcel y hasta
pobreza que perciben en el futuro, no por la eventual voluntad de quienes se
anoten en la grilla de candidatos sino por la presión y el ansia de venganza de
una ciudadanía que ha sido humillada y saqueada hasta la extenuación. Basta,
para comprobarlo, recordar que los funcionarios de las administraciones
anteriores circulan libremente por la calle mientras que los actuales, aún en
el poder, no pueden siquiera ir a comen afuera, tomar un avión o un barco o ir
al cine, sin que truene el inevitable escrache.
La
resolución de la Cámara de Casación Penal, que convalidó las pruebas colectadas
contra Vandervroele y dejó cerca del procesamiento a Guita-rrita, habla muy a las claras del olfato de los jueces de
Comodoro Py, que describiera en una nota que titulé “La Nariz” (http://tinyurl.com/kj373e2), y en la
cual hablé, casualmente y por primera vez, del mal de Pick, que afecta tan
gravemente a la Presidente.
Pero
volvamos al fallo de la Corte que declaró la constitucionalidad de los
cuestionados artículos de la Ley de Medios Audiovisuales. A priori, me permito recordarle que nunca he tenido simpatía alguna
por el grupo Clarín, que ha lucrado con su poder a costa de todos, todos, los
gobiernos, cualquiera fuera su signo político, obviamente incluido el de don
Néstor (q.e.p.d.); sin embargo, reivindico mi derecho a elegir libremente qué
quiero leer, ver y escuchar. En el país del mundo con mayor número de señales
de noticias por cable, resulta por completo absurdo hablar de monopolio y,
menos todavía, pretender que ese multimedios influye decididamente sobre la
voluntad de los ciudadanos.
La
sentencia de la Corte, además de su nauseabundo olor a pacto espurio, reviste
una inusitada gravedad institucional desde tres aspectos: subordina la vigencia
del derecho de propiedad y de los derechos adquiridos a la voluntad de las
circunstanciales mayorías parlamentarias; subvierte el rol del Poder Judicial
que, de último custodio de las leyes y de las garantías individuales contra los
avances del Estado, pasa a ser un mero articulador; y, sobre todo, determina la
muerte de la libertad de prensa, que quedará restringida a Internet y los
medios alternativos.
El primer
tema se relaciona, más que directamente, con la seguridad jurídica, ese bien
del que la Argentina carece y que hoy resulta en el mundo esencial para el
arribo de inversiones. Nótese que ni siquiera los narcotraficantes o los
funcionarios corruptos tienen confianza en la Argentina, a punto tal de hacer
fracasar todos los esfuerzos de Patotín
para dar vida a su blanqueo.
El
segundo, por lo demás, no es nuevo. Ya en ocasión de hablar sobre los llamados
crímenes de lesa humanidad, el Dr. Lorenzetti había explicado, urbi et orbe, que había consensuado con
la Casa Rosada una política de Estado, desconociendo el rol constitucional de
la Corte. Traté este tema en otra vieja nota, “La cortedad de la Corte” (http://tinyurl.com/maoaldx); dije entonces que, para asumir
su nuevo y penoso papel, el Tribunal supremo había aplicado retroactivamente la
ley penal, violado de los principios de legalidad y de inocencia e invertido la
carga de la prueba, y permite que ancianos enfermos, imputados por hechos
ocurridos hace más cuarenta años, muchos de ellos sin condena, sean mantenidos
en cárceles comunes, sin atención médica adecuada y sin el beneficio de la
prisión domiciliaria, habilitada para quienes superan los setenta años de edad,
no corren riesgo de fuga y no pueden poner en peligro las pruebas de los
delitos; ni siquiera el reciente fallo
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que concedió la libertad a los
terroristas vascos, ha modificado esa posición.
En su
resolución, desde otro ángulo, la Corte invoca situaciones ideales, olvidando
qué dice la realidad: ratifica la vigencia total del texto de la ley, exige la
independencia del AFCSA, reitera la obligación de distribuir equitativamente la
publicidad oficial, pondera la pluralidad de voces que la norma dice propugnar,
etc.
Al
hacerlo, obviamente ignora –o finge hacerlo- que Sabatinella es un mero empleado de doña Cristina y que el Poder
Ejecutivo ha desconocido los fallos a favor de Editorial Perfil, que Patotín ha impuesto un cepo publicitario
que asfixia a los diarios díscolos, que Cristóbal Timba López compró los medios que Hadad no podía legalmente vender,
que se ha agraviado y escupido a los periodistas que no coinciden con la visión
oficial, que se llegó a imputar a la dueña de Clarín de apropiadora de hijos de
desaparecidos, que el oficialismo en pleno –encabezado por la Soñadora Compartida- amenazó con tomar
el Palacio de Justicia, que el organismo de control no ha exigido a ningún otro
conglomerado mediático la adecuación a la ley y, sobre todo, que la Casa Rosada
no reconoce autoridad alguna a la propia Corte, como lo ha demostrado en los
casos del Procurador Sosa, de Santa Cruz, o Badaro, en las jubilaciones. Y
desdeña cuánto ha hecho el kirchnerismo para convertir a esta década en el peor
período para el ejercicio de la libertad de expresión.
En
resumen, el fallo es una calamidad jurídica e institucional, pero en modo
alguno significa que la Ley de Medios pueda ser aplicada de inmediato, puesto
que ha dejado demasiados flancos abiertos a discusiones sobre plazos, modos y
procedimientos, que recrearán nuevos escenarios conflictivos y requerirán de
renovados pronunciamientos judiciales. Espero que los jueces inferiores pongan,
al resolverlos, su sapiencia jurídica y, sobre todo, su coraje para deshacer
tanto entuerto.
A la luz
de la mirada de Olivos -¿quién es el que mira, ahora que Cristina no está y nada
se sabe de su salud?- el Gobierno ya se encuentra habilitado para invadir las
empresas de Clarín, lo cual es obviamente falso. Sin embargo, en este singular Macondo
en que se ha convertido la Argentina, todo es imaginable y el mismo jueves Sabatinella se ocupó de probarlo con sus
payasadas.
La
victoria política del Gobierno con la Ley de Medios no soluciona ninguno de los
graves problemas que afectan a nuestro país de modo creciente: el primero ya es
el narcotráfico y la violencia que trae aparejada; la inflación; la pobreza y
la miseria, tan negadas; el deterioro de la educación y de la salud; la
crispación de la ciudadanía, cuya agotada paciencia la lleva a quemar
comisarías y autos; la pérdida de las reservas; la fiesta del blue; la fuga de empresas extranjeras y
la caída del mercado laboral. Cualquiera de ellos daría para escribir un libro
y esto, lamentablemente, es sólo una nota; tan pronto el vértigo y la náusea me
lo permitan, volveré sobre ellos.
Bs.As., 3 Nov 13Enrique Guillermo Avogadro
Abogado ENVIADO POR SU AUTOR
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