El intervencionismo estatal ha
venido adoptando, en modo creciente, muchísimas formas y medios de
implementarse a través de las épocas, pero, sin lugar a dudas, una de las más
populares -o quizás la más popular de todas- es el llamado "estado de
bienestar" o también "estado benefactor", modelo
intervencionista al que aspira llegar la mayoría de los gobiernos del mundo,
sino todos.
Uno de los Padres Fundadores de
los EEUU -Thomas Jefferson- consideraba que este tipo de intervencionismo era contrario
a la Constitución que se estaba gestando:
"Muy
posteriormente, algunos de los personajes clave que apoyaron el New Deal
también reconocieron que la emergencia del estado de bienestar era
inconstitucional. Incluso, en 1935, Franklin Roosevelt escribió al presidente
del House Ways and Means Committee diciendo que esperaba que el Comité
no tenga dudas, que admite son razonables, sobre la constitucionalidad para
bloquear la legislación sugerida. En el mismo sentido, uno de los principales
arquitectos del New Deal, Rexford Guy Tugwell, en 1968 observó: “Para
extender esas políticas del New Deal, hubieron muchas interpretaciones de un
documento (i.e., la Constitución) orientadas a prevenirlas”.[1]
El
"estado de bienestar" crea un sin fin de efectos contrarios a los
objetivos que los teóricos de dicho "estado" dicen querer obtener, y
las consecuencias de su aplicación empeora la condición de las personas a las
que con la misma se procuraba "beneficiar":
"Kochan
muestra que la seguridad social, beneficios por desempleo, subsidios
corporativos, subsidios agrícolas, vivienda pública e innumerables manifestaciones
del estado de bienestar son todas transferencias coercitivas que imponen un
impuesto sobre los contribuyentes. Inclusive, muchos de los beneficiarios no
son pobres ni necesitados, pero han aprendido a jugar el juego político
suficientemente bien para obtener grandes montos del
gobierno. Esto no sólo afecta la libertad individual, sino que también
incrementa el número de problemas burocráticos. Los programas del gobierno
crean dependencia, defectuosos incentivos y son demasiado amplios y generalizados
para asignar recursos efectivamente. Lastiman más de lo que ayudan."[2]
Aun cuando
en el muy corto plazo pueden "beneficiar" a un escaso número de
personas, los incentivos que crean en estas, forjan en esas mismas personas (y
en muchas otras) una demanda constante y –sobre todo- creciente por mas y
mayores prebendas y privilegios y -con el tiempo- en cantidades y calidades
cada vez mayores.
"El desarrollo
del “estado de bienestar” implicó que el estado asumiera funciones
que hasta el momento eran realizadas por individuos y asociaciones voluntarias.
El gobierno fue adquiriendo mayores funciones en cuestiones tales como la
salud, la educación y la ayuda a los más necesitados, y en consecuencia, para
financiar estas funciones debió incrementar los niveles impositivos. Tomando
como acontecimiento clave el New Deal lanzado por Franklin Delano Roosevelt en
1932, el estado no cesó de entrometerse en un ámbito predominantemente privado,
desligando a los ciudadanos de su responsabilidad por los menos afortunados. Como
hemos dicho incluso algunos de los personajes clave que apoyaron el New Deal
reconocieron la inconstitucionalidad del “estado de bienestar” ya
que violaba los estrictos límites que la Constitución había puesto a la
injerencia del gobierno en la vida de los individuos y ya hemos citado el
propio reconocimiento del Presidente Roosevelt en este sentido."[3]
Pero esta lamentable
situación no se limitó, ni mucho menos, a los EEUU, sino que
–posteriormente, con el tiempo- cada vez más cantidad de gobiernos, de
diferentes puntos del orbe, quisieron imitar el "modelo"
norteamericano de Roosevelt, ya que fundamentalmente permitía a esos gobiernos
hacerse de mayores recursos económicos para controlarlos en forma cada vez más
arbitraria.
"La
popularidad de la teoría socialista fue borrando lentamente aquel concepto
originario de la ambición como motor de la sociedad y comenzó a predominar en
la percepción de los habitantes otro por el cual el “egoísmo individual y
empresario” afectaba negativamente los intereses de la nación. Gradualmente,
se fue gestando el caldo de cultivo que permitiera obtener el consenso político
para la profundización del “estado de bienestar”. Dice Ralph Raimi
que las palabras “caridad” y “generosidad”,
características de la beneficencia privada, fueron reemplazadas por otras tales
como “programas federales”, “fondos federales” y
“ayuda”, utilizadas por quienes están en el “negocio”
de ayudar gente con fondos públicos."[4]
Hubo pues
un trastrocamiento de los valores morales que el intervencionismo que
comentamos ocasionó. El "estado de bienestar" comenzó a originar un
"ejercito" cada vez más grande de menesterosos mendicantes ansiosos
de vivir todos "a costilla" del "estado providencia", todos
ellos con la expectativa de recibir oportunamente su dádiva de cada día.
Con todo, la
situación en los EEUU no parece ser peor que en la del resto del mundo:
"A pesar de
los profundos desincentivos generados por la emergencia del “estado de
bienestar”, la actividad benéfica en los Estados Unidos continúa siendo
sorprendentemente superior a la del resto del
mundo, lo cual evidencia el profundo arraigo de estas prácticas en el espíritu
de la población debido al clima de libertad y correlativa responsabilidad que
aún prevalece. Un cuadro elaborado por Mario Roitter muestra la preeminencia de
la beneficencia que aún conservan los Estados Unidos en este tema respecto a
otros países, asignando un 2.2% de su Producto Bruto Interno y 490.6 dólares
per capita anuales a este tipo de actividades."[5]
Por supuesto
que el "estado de bienestar", además de todos los efectos negativos
que promueve y desencadena, es una fuente constante y permanente de la corrupción
mas atroz. Esto es lo que sucede en países subdesarrollados como Argentina con
los Kirchner, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa, la Venezuela del
comunismo castrochavista, Nicaragua sandinista y otras naciones del continente
americano y también europeo.
[1] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa
de los más necesitados. Editorial Atlántida. Buenos Aires, pág. 259.
[2]
Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág. 259 y 260
[3] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit.
Pág. 282
[4] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág.
282 y 283
[5] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág.
287 y 288.
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