jueves, 9 de agosto de 2012

OPINIÓN Noticias Urbanas
El arte de joder a la gente
Pareciera que es nula la representatividad política. No nos alcanza con que digan que el problema no es de ellos. Lo provocaron ellos y joden a todo el mundo.
Por Fernando Riva Zucchelli

Cuáles son los límites de la pelea política en la Argentina de hoy. Están difusos, ya que pareciera que no hay reglas de juego planteadas entre los actores. Es bueno reafirmar que la democracia y los votos son la manera más importante que ha generado la política como sistema representativo y de libertades individuales, derechos y garantías.

Pero a veces, y sin ánimo de cuestionar en lo más mínimo a la democracia, sobre todo en este país que sufrió las trágicas convulsiones de los golpes de Estado, lo que sí debería discutirse son los criterios de la responsabilidad que tiene la dirigencia por estos días. Es como si pasara a ser un dogma de la política y de la representatividad, que en nombre de los votos que determinado espacio político obtuvo puede hacer cualquier cosa y está socialmente legitimado para eso.
El problema es que mientras este cronista escribe estas líneas estamos al borde de entrar en el sexto día sin subterráneos en la Ciudad de Buenos Aires. En estos días de crisis de transporte se han puesto en funcionamiento varios estamentos de la vida democrática. A saber: dirigentes y funcionarios del Gobierno nacional y del local, aunque lo nieguen; jueces contenciosos y administrativos de la Ciudad; sindicatos con y sin personería jurídica; constitucionalistas; empresarios concesionarios, y periodistas renombrados de todas las líneas posibles (dos). A favor y en contra, el apéndice mediático del conflicto.
Y todos lo hacen por el bien de la gente. Maravilloso el cinismo y la mediocridad de quienes engendraron esta enorme falta de respeto al pueblo de manera directa, sin intermediarios. Como si no hubiera problemas en los hogares argentinos, se dan el lujo de arruinarles aún más la jornada de trabajo a casi un millón de usuarios diarios de este medio de transporte. Pero no solo a ellos; lo sufre también el grupo familiar; el que no tiene nada que ver pero soporta estoicamente un tránsito vehicular insoportable; los pasajeros en general, con un transporte colectivo ineficaz e incomodísimo para tamaña emergencia, y así podríamos seguir enumerando consecuencias, todas malas.

Un antecedente sucedió hace poco tiempo con el medio aguinaldo de los trabajadores de la provincia de Buenos Aires. Los rehenes de aquella ocasión sufrieron un daño económico, luego subsanado tras un debate que se transformó en combate político hasta que las llamas subieron. Allí, los bomberos de turno emparcharon como pudieron, las excusas fueron aceptadas de ambos lados, la mugre barrida debajo de la mesa; la enseñanza del camino a transitar había sido clara.
Este episodio aún no resuelto parece dejar hasta ahora dos cosas bien claras. La primera es que desde lo estrictamente político, la pelea de fondo fue por quién debía hacerse cargo de los subtes. No hay duda de que el kirchnerismo derrotó al macrismo.
Los subtes no funcionarán más –al menos con estos gobiernos– regenteados desde la órbita nacional. La Nación le tiró los kilos a la Ciudad y la dobló. La victimización elegida no le alcanzó para dar vuelta la realidad. Esto no quiere decir que el costo político sea mayor o menor para uno u otro. Ese será otro análisis.
La segunda es que el kirchnerismo parece haber descartado la Ciudad como fuente de votos para las próximas elecciones, ya que al tema de la conflictividad de los subtes seguramente le seguirán los hospitales, casualmente de paro, la basura y tantos otros temas con los que irán minando la capacidad económica de la gestión del Pro. Es más, pareciera que ese fuera el objetivo de los K: complicar la Ciudad y decir que Macri es una suerte de inútil, algo que se podría intentar probar sin tanto daño colateral a los habitantes de esta urbe. Esto tiene vuelto paar todos.

Diego Maradona no es un filósofo, precisamente. Pero tuvo claridad cuando dijo “con la gente no”. Cristina tuvo el 54 por ciento de los votos a nivel nacional y el 30 en la Ciudad. Macri tuvo el 63 por ciento en el balotaje porteño. Son muchos votos, y en virtud de los daños que venimos exponiendo, pareciera que es poca la representatividad. No nos alcanza con que digan que el problema no es de ellos. Lo provocaron ellos y joden a todo el mundo. Da bronca que nos tomen de pelotudos, igual que los metrodelegados, Metrovías y la UTA, que se ponen como Heidi por fuera del conflicto y viven en el corazón del mismo.
La mayor preocupación es que parece que los que sacaron esa cantidad impresionante de votos no quieren representarnos, o no saben, o no les importa un carajo, o son principistas inconscientes, casi inimputables. En todos los casos estamos jodidos.
Y falta lo peor: con esta situación que nos fabricaron, no hubo un solo espacio político o social que tuviera –al menos por oportunista o corajudo– la peregrina idea de juntar voluntades para intentar revertir el tema escuchando y organizando a los damnificados. Las oposiciones no existen. Lo nuevo tampoco. ¿Serán ellos o la nada? Esperemos que no. Si son religiosos perdonen, si no, puteen tranquilos. 
FUENTE: Publicado en www.noticiasurbanas.com.ar 

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