domingo, 16 de septiembre de 2012

BANCARROTA ADMINISTRATIVA
Eduardo García Gaspar - Contrapeso.info
La idea tiene su nombre, “bancarrota administrativa”. Es una tipo de quiebra, como el que sucede a las empresas.
Pero la bancarrota administrativa le sucede sólo a los gobiernos.
La sufren cuando el gobierno tiene una sobrecarga de decisiones que tomar y servicios que dar.
Tan grande es la sobrecarga que ya no puede sostenerse.
La expresión es de un libro, Nationalism and its alternatives.
Hace uso de la expresión otro libro, uno dedicado a estudiar el apocalipsis maya, The dynamics of apocalypse: a systems simulation of the classic Maya collapse.
Todo el concepto es realmente llamativo. Lo podemos ver como un proceso en el tiempo. Como una culminación explosiva del desarrollo de acumulación progresiva de poder en los gobiernos.
Van ellos gradualmente acumulando responsabilidades, funciones, actividades, labores, hasta llegar el punto en el que el gobierno ya no puede funcionar. No puede dar los servicios que promete, ni tomar las decisiones que debe, ni pagar los costos que tiene.

Casos de esta quiebra los estamos viendo en Grecia, España, Italia, incluso tiene señales en EEUU. Son ellos variaciones de esa bancarrota administrativa de los gobiernos. El fenómeno tiene tanta repercusión en nuestras vidas que bien vale una segunda opinión el verlo un poco más de cerca.
Hay varias facetas de la bancarrota.
La financiera es la más visible de todas y es sencilla de ver: el gobierno llega al punto de no tener suficientes recursos para cumplir con las responsabilidades y funciones que ha acumulado en él.
Tales funciones y responsabilidades tienen ya costos que rebasan su capacidad de pago, incluso a pesar de créditos contraídos.
Una vez reconocida la bancarrota financiera, surge la crisis que es una de falta de recursos para seguir funcionando y se procede a tomar medidas de austeridad como les dicen.
Estas medidas afectan a todos los que recibían beneficios gubernamentales y, como consecuencia, surgen las protestas en contra de la austeridad. Quieren seguir en el estado anterior, para el que no hay recursos.

La otra faceta es menos visible y tiene que ver con el nivel de conocimientos y la habilidad para decidir en el gobierno. Para realizar funciones y responsabilidades de gran número, los gobiernos deben saber de todo más y mejor que el resto.
No sólo eso, deben tener una capacidad de decisión ágil y certera para aplicar las mejores medidas.
El problema es que es imposible que un sólo organismo tenga tal nivel de conocimientos sobre lo que sucede en una sociedad. No sólo debe saber de lo último de la tecnología, sino de la ciencia, de energía, de agricultura, de ganadería, minería, hábitos de consumo, sustitución de productos, necesidades de consumo, anticipación de sucesos, previsión de riesgos…

Tanto que es imposible.
Debe también tomar decisiones buenas y oportunas, pero tampoco puede, por la complicación interna de autorizaciones, permisos, trabas internas, negociaciones entre camarillas, enfrentamientos entre poderes y autoridades locales y nacionales.
Una decisión necesaria para mañana quizá tarde meses y, por complicaciones internas, no será la mejor.
Llega el punto en el que todo eso representa tantos costos adicionales a la población, que la actividad económica decae notablemente y, no hay remedio, se presenta una crisis de parálisis gubernamental gradual.
No es algo que sea ideológico, ni que sea un asunto de doctrinas políticas. Es algo real y objetivo. El resultado lógico de la expansión del tamaño de los gobiernos. La URSS es un caso realmente claro.
Si la bancarrota administrativa es el punto en el que explota el arreglo político basado en la expansión estatal, tiene más importancia saber el punto en el que arranca el proceso. Conociendo ese punto, podrán tomarse medidas preventivas para evitar arrancar un proceso que es difícil de detener.

Todo comienza con una opinión del ciudadano, la de presuponer que los gobernantes son más sabios, más inteligentes y más virtuosos que él.
Cuando los ciudadanos piensan eso de sus gobernantes, tenderán a aceptar con entusiasmo que ellos se hagan más y más cargo de más y más cosas, hasta que se presente la bancarrota.
Porque los gobernantes, en realidad, no son más sabios, ni más inteligentes, ni más virtuosos que el resto.
Fuente: Publicado en contrapeso.info

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