(*) Por Gabriel Boragina ©
La corrupción
es un problema mundial, que ha preocupado y sigue inquietando a muchos pensadores
y, en general, a otros, por lo que será interesante detenernos a analizar
algunas de sus probables causas y consecuencias.
Hans-Hermann
Hoppe, atribuye a los políticos y a la competencia política el "cultivo y
perfeccionamiento" de la corrupción junto con la de otros males, tal como
lo explica aquí:
"...dado
que, en todas las sociedades, existen más personas que 'no tienen' de todo lo
que vale la pena tener, que personas que sí 'tienen', los que tienen talento
político y poca o ninguna inhibición moral para tomar una propiedad y
enseñorearse de los demás tendrán una clara ventaja sobre los que tienen esos
escrúpulos. Así que, una competencia política favorece talentos agresivos, es
decir peligrosos, más que talentos defensivos, es decir inofensivos, y por lo
tanto, dan lugar al cultivo y perfeccionamiento a las peculiares habilidades de
la demagogia, el engaño, la mentira, el oportunismo, la corrupción y el
soborno. Por lo tanto, entrar y tener éxito dentro del gobierno será cada vez
más difícil, casi que imposible, para personas con escrúpulos morales contra la
mentira y el robo. "[1]
El Dr.
Krause, autor del Índice de Calidad Institucional, dice al respecto:
"Todos
los indicadores que componen el ICI están vinculados entre sí. De la misma
forma que la burocratización puede aumentar el nivel de corrupción, la pobre
vigencia del Estado de Derecho deteriora la libertad económica y el desempeño
de las economías de estos países., desalentando inversiones y elevando el costo
de las transacciones."[2]
La ausencia
de calidad institucional opera asimismo como factor que favorece la corrupción
y Krause acota algo muy importante: "el exceso de regulaciones no solamente
desalientan las inversiones sino también promueven la corrupción."[3]
Para
el insigne profesor L. v. Mises, la corrupción es consecuencia del intervencionismo,
término este que para el celebrado economista austriaco, incluye el de
burocratización y regulación empleado por el Dr. Krause y otros autores. Dice
L. v. Mises:
"Incompleto
quedaría el examen del intervencionismo de no aludirse, siquiera brevemente, al
fenómeno de la corrupción administrativa.
"No hay
prácticamente ninguna intervención estatal en la mecánica del mercado que,
desde el punto de vista de los ciudadanos por ella afectados, pueda dejar de calificarse
o como una confiscación o como un donativo. La actividad intervencionista da lugar
a que ciertos grupos o individuos se enriquezcan a costa de otras gentes o agrupaciones.
Lo que no impide que el daño infligido a unos, muchas veces, a nadie en definitiva
beneficie; saliendo todos, al final, dañados.
"Normativa
alguna garantiza el que sean, justa y equitativamente, ejercitadas las tremendas
facultades que el intervencionismo coloca en manos del poder. Los intervencionistas
pretenden que la actuación del gobernante, siempre sabio y ecuánime, y la de sus
no menos angélicos servidores, los burócratas, evitará las tan perniciosas consecuencias
que, «desde un punto de vista social», la propiedad individual y la acción empresarial
provocan. ... Los actos de los administradores públicos están siempre autorizados;
esa justicia sui generis que hoy por doquier se invoca precisamente les faculta
para sancionar a quienes ellos entiendan haberse egoístamente apropiado de lo que
a otros pertenecía.
"Los conceptos
de egoísmo y altruismo, sin embargo, tal como los intervencionistas los manejan,
resultan vanos y contradictorios. El hombre, al actuar, como más de una vez se
ha destacado, invariablemente aspira a provocar una situación que él aprecia en
más que la que piensa hubiera prevalecido en ausencia de la correspondiente actuación.
Toda humana actividad, en este sentido, viene siempre dictada por el egoísmo. Quien
entrega dinero para alimentar niños hambrientos lo hace o bien porque piensa
que su acción será premiada en la otra vida o bien porque disfruta más remediando
la necesidad infantil que con cualquier otra satisfacción que la suma en cuestión
pudiera conseguirle. El político, por su lado, también es siempre egoísta; tanto
cuando, para alcanzar el poder, hace suyas las doctrinas más populares, como cuando
se mantiene fiel a sus propias convicciones despreciando las ventajas y beneficios
que conseguirla si traicionara tal ideario. ...El burócrata, en su fuero interno,
estima torpe y deshonesto el mundo de los negocios; el depender de los consumidores;
el cortejar a la clientela; el obtener beneficio sólo cuando se ha conseguido
atender a las masas compradoras mejor que la competencia. Almas nobles y elevadas
- para él- son sólo aquéllos que aparecen en la nómina del gobierno.
"Pero,
por desgracia, no es angélica la condición de los funcionarios y sus dependientes
y pronto advierten que sus decisiones, bajo un régimen intervencionista, pueden
irrogar al empresario graves pérdidas y, a veces, también, pingües beneficios.
Hay desde luego, empleados públicos rectos y honorables; pero también los hay que
no dudan, si la cosa puede hacerse de un modo «discreto», en llamarse a la parte
en los beneficios que sus autorizaciones engendran.
"Hay múltiples
esferas donde, dada una organización intervencionista, imposible resulta evitar
el favoritismo. Piénsese, por citar un solo ejemplo, en la cuestión de las licencias
de importación. ¿A quién otorgarlas y a quién denegarlas? No existe módulo
alguno que permita hacer tal distribución de manera objetiva y libre de consideraciones
personales. El que efectivamente se llegue o no a pagar dinero por la
adjudicación, en el fondo, poco, a estos efectos, importa, pues no resulta menos
recusable él, sin nada cobrar, conceder las deseadas licencias a aquéllos de quienes
la Administración espera conseguir en el futuro particulares servicios (sus votos
electorales, por ejemplo).
"El intervencionismo
engendra siempre corrupción. Consignado este hecho, el economista se
desentiende del asunto, dejándolo en manos de historiadores y juristas"[4].
[1]
Hans-Hermann Hoppe. Sobre la Imposibilidad de un Gobierno Limitado y
Perspectivas de una Segunda Revolución en América. Artículo publicado en el
Blog del Instituto Mises - Articulo Diario – Junio 28 de 2008, Pág. 6.
[2]
Martín Krause. Índice de Calidad Institucional 2009.
[4]
Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía.
Unión Editorial, S.A., cuarta edición. Pág. 1063 a 1065.(*) Dr Gabriel Boragina www.accionhumana.com
ENVIADO POR MAIL POR SU AUTOR
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