viernes, 31 de mayo de 2013

La intolerancia del Pj en el poder
Irreconciliables diferencias con el debate
El peronismo bien interpretado murió una vez con Menem y más tarde Kirchner lo volvió a matar. Ya no se define por una política, los sucesos lo trascienden y arrebatan más poder cada día en pos de mantenerse imperecedero e inmortal. Persisten en la necrofilia pero ya no cruda y constante, lo hacen de a ratos.
El historiador Halperín Donghi afirmó que luego de los noventa el peronismo se convirtió en un mamarracho de impensadas actitudes y pragmáticas soluciones tan imprevistas como desacertadas. No se equivoca.
Se encontró, al tiempo de andar, que muchos se volvieron menos verticalistas pero mas obsecuentes, se perdió individualidad en pos de la obediencia y tras la falta de personalidad, el arrebato del inhabilitado funcionario.
Hoy no se escucha a nadie, sólo se percibe insolencia, descrédito o ignominia.
Ahora bien; nacen de estas líneas diversas actitudes y comportamientos. No hay nada peor que la falta de respeto, el mal uso de las palabras, el enojo y el enfado por una opinión distinta. Más aun, una antipatía peculiar exaspera cuando una nota, generalmente crítica, sólo les hace ver la verdad.
No hay nada más democrático que el sano debate entre dos ideas distantes entre sí. El silencio no es salud, y peor aún, la indiferencia del interlocutor ante este dilema : no piensa igual a mi, por lo tanto no me parece válido y lo descarto de mis futuros comentarios.
Podemos ser intransigentes en determinados momentos y en determinadas situaciones, pero existen personas que lo son más a menudo que otras; se desprenden del valor connatural y no asumen verdades que podrían incorporar a su cultura. Aparecen las diferencias en las opiniones, las lee de mala gana, no cede a una sola frase y la excluye primero, la repudia después y la elimina finalmente. - J'ai un ennemi- .
Hay que hacer una distinción clara: Por supuesto que cuando se trata de principios fundamentales no tenemos por qué transigir, pero en el debate las reglas son otras; se expone un tema, participa la oposición, las comisiones, el parlamento y finalmente el voto de las mayorías dará un dictamen. No a mano alzada, sino acorde al interés del representado.
Si alguno se considera agraviado o entiende que la nota, la crítica, el espacio audiovisual y el debate no reflejan la realidad, que son es apócrifas o hieren sus sentimientos, no hay nada mejor que hacerlo saber; quedará al descubierto el desatino, si lo hubo, y no habrá nada peor que la mentira desnuda. Así se desplaza a los malos legisladores en las verdaderas democracias.
Por esas escabrosas escalinatas de la mentira y la falacia, un simple periodista con años de experiencia y con un bagaje de realidades incontrastables, está expoliando a un poder cada vez más vacío de contenidos.
El apocamiento, la cortedad, el disimulo o la indiferencia, no prueban nada, ni nos hace impecables : tan solo responde a una terquedad, un empecinamiento y una porfía propia del que no quiere escuchar otra cosa que su propia verdad.
Por Lorena Udaeta Siles
Fuente:Publicado en elopinadorporteño.com.a

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