Por Alvaro Vargas Llosa
Prefiero a un amigo que a un mártir, de modo que abrigo la esperanza
de que los pronósticos más tétricos sobre el fin inminente del
periodista argentino Jorge Lanata ("le van a provocar el infarto, lo va a
arrollar un auto de noche") por la cruzada que lidera contra la corrupción del kirchnerismo sean exagerados. Pero no descarto que le cierren el programa 'Periodismo para todos',
catalizador de la indignación ciudadana contra un régimen con afanes de
perpetuidad dispuesto a todo para alcanzar su objetivo. O que el grupo
Clarín, dueño del Canal 13 en el que Lanata hace sus denuncias
dominicales y de Radio Mitre, donde también se desempeña, acabe siendo
destruido.
Se aprobó en 2009 una ley de medios que apuntaba, bajo el pretexto de
"democratizar" las comunicaciones, a aumentar el poder de injerencia
del Estado y fragmentar al grupo Clarín, el más poderoso. Gracias a una
lucha titánica en la opinión pública y la Justicia, donde quedaban islas
de Derecho, Clarín fue capaz de resistir la presión. Desde medidas
cautelares hasta la suspensión de algunos artículos de la ley son
algunos de los obstáculos que han impedido al gobierno hasta ahora
acabar con el grupo. Por eso –y para evitar otras insolencias
judiciales— el kirchnerismo hizo aprobar hace poco una reforma judicial,
también bajo el pretexto de "democratizarla", que limita las medidas cautelares y modifica la forma de elegir a quienes nombran a los jueces.
Allí no termina todo. Está en marcha una operación legislativa para expropiar la empresa Papel Prensa,
que tiene el cuasi monopolio del papel para periódicos. El Estado ya
participa en esta entidad pero la mayoría la tienen todavía 'Clarín' y
el diario 'La Nación'. Con esta iniciativa, según un comunicado de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Argentina se "acerca" a "los Estados totalitarios".
Además, el gobierno ha prohibido a ciertos anunciantes privados, como los supermercados, comprar publicidad en los diarios.
El grupo Clarín cuenta hoy, para su lucha de supervivencia, con Jorge Lanata, quien, junto a otros periodistas pugnaces, como Marcelo Longobardi,
viene alertando a su país contra el riesgo que para la renga democracia
argentina supone todo esto. Que Lanata, otrora crítico implacable de
Clarín, al que se le reprocha haber estado en su día cerca de varios
gobiernos, incluido el kirchnerismo, haya trabado alianza con él, dice
mucho sobre la gravedad del momento. El propósito de impedir la
perpetuación de un régimen podrido y crecientemente 'matonesco' supera
toda otra consideración.
El problema es que el programa de Lanata en Canal 13 (medio
expropiado por Isabelita Perón en los 70 y privatizado con el regreso de
la democracia) está haciendo estragos en el gobierno. Numerosos
testigos de la corrupción 'milyunanochesca' del kirchnerismo han perdido
el miedo a hablar, en parte alentados por el coraje suicida de este
enorme (en todos los sentidos de la palabra) personaje. Gracias a
'Periodismo para todos', Argentina ha oído testimonios de que existía una trama de lavado de dinero que implica a la gente más cercana al difunto Néstor Kirchner, que al despacho presidencial llegaban bolsas de dinero, que hay una bóveda secreta
que atesora dinero mal habido en la residencia de la pareja y que el
patrimonio de la Presidenta y sus amigos ha crecido como un rascacielos.
¿Puede seguir existiendo en la Argentina de hoy un programa de televisión así? No, claro que no.
Habrá elecciones legislativas en octubre, que renovarán casi la mitad
de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Del resultado que
obtenga el gobierno depende que la Presidenta pueda reformar la
Constitución para presentarse a la reelección en 2015. Permitir que Lanata siga en televisión es jugarse la posibilidad de tener que dejar el poder ese
año y empezar de inmediato un calvario judicial. Por eso tienen que
acabar con Clarín antes de las elecciones. Y acabar con Clarín es acabar
con el
Lanata-jefe-de-la-oposición-desde-la-televisión-de-señal-abierta.
El periodista dijo el domingo pasado que no sabía si estaría con el
público el siguiente domingo. "Hagan algo", les pidió, en caso de no ser
así. En efecto, o los argentinos hacen algo, o Argentina acabará donde
está Venezuela.
Fuente: Publicado en El Instituto Independiente http://independent.typepad.com/
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