domingo, 12 de mayo de 2013

¿Usted les compraría un auto usado?

Por Enrique Guillermo Avogadro
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                                                                     “Los que se inventaron un pasado glorioso ya que no se animan siquiera a justificar en el presente sus demencias”.  Julio Bárbaro                     
El Gobierno, dueño y señor de la agenda nacional, ha consumado esta semana estragos cuyos costos deberán ser soportados por nuestros hijos y nietos, condenando a la Argentina a hundirse definitivamente en el lodo y en la nada de la Historia. 
Pero el objetivo de esta nota es otro. Ante la escandalosa corrupción divulgada al gran público por Jorge Lanata, mi pobre cabeza se ha llenado de preguntas que aún no tienen respuestas, salvo la obvia: somos un pueblo manso y masoquista, que goza con su exasperante humillación, hasta que pierde la paciencia y hace “tronar el escarmiento”.
El ciudadano común, ¿entiende que cuando lleva a su hijo al hospital, y allí no hay gasas, alcohol o medicamentos, esto se debe a que Lázaro Báez necesitó comprarse una nueva estancia, ahora en Uruguay? Los inundados de La Plata y los deudos de los fallecidos, cuyo número se desconoce, ¿comprenden que lo que les pasó se debió a que los fondos necesarios para las obras imprescindibles se transformaron en Ferraris, en aviones, en pisos en Puerto Madero? Los familiares de los 51 muertos de Once y de los 700 heridos, ¿se dan cuenta que ese crimen se produjo porque los subsidios fueron derivados a las bóvedas de la casa de los Kirchner?
Todos los que sufren diariamente la inflación, ¿saben que el origen de la misma fue la decisión de don Néstor (q.e.p.d.) de robarle YPF a Repsol, usando a los Eskenazi como testaferros? ¿Cómo soportan quienes cumplen religiosamente con los impuestos que quien los cobra esté imputado de robar créditos oficiales con un inexistente feedlot?; ¿no se indignan cuando los pagos que realizan se convierten en relojes de lujo, en carteras Louis Vuitton, en hoteles de la Patagonia, en motos Harley-Davison?
Los abogados que defienden a perseguidos por la AFIP, ¿no le explican a sus clientes que el principio de igualdad ante la ley, garantizado por la Constitución, les permite exigir las mismas facilidades que consiguió Lázaro Báez para sus deudas? Los que cruzan a Colonia y permiten que los perros de la DGI los huelan, todo para hacerse de unos pocos dólares, ¿qué piensan cuando los funcionarios que los insultan pesan su dinero por no poder contarlo? Quienes aúllan su apoyo militante a doña Cristina, ¿cómo explican su ya sideral riqueza personal? Quienes aplauden a Guita-rrita en los actos, ¿saben que juntó a un grupo de amigos y se robó la máquina de imprimir los billetes? Los que reniegan de haber votado a Menem, que robó dinero, ¿no se impresionan con los Kirchner, a quienes también votaron, que han robado empresas y actividades enteras?
Las familias de los chicos que consumen paco, ¿saben que morirán indefectiblemente, para que policías y funcionarios se puedan comprar más casas y más autos, además de fugar su dinero a paraísos fiscales? Los jubilados que pasan hambre, ¿entienden que sus haberes no aumentan para que Aerolíneas Argentinas, que permite viajar barato a los ricos, mantenga a los chicos de La Cámpora con sueldos imperiales? Quienes viven en chabolas de lata y cartón, ¿qué piensan cuando se enteran que Shoklender, Bonafini, Fatala y muchos otros funcionarios se robaron el dinero que debía construir sus casas?
Quienes, todos los días, sufrimos la presión tributaria más alta del mundo, ¿cómo no reaccionamos indignados cuando el Estado, que recauda esos impuestos, no nos da educación, ni salud, ni seguridad, ni jubilaciones dignas, ni transporte, ni justicia ni defensa, y todo ello tenemos que buscarlo –los que podemos- en la actividad privada (colegios, prepagas, etc.)? Podría continuar, hasta el infinito, formulando preguntas por el estilo, pero más me preocupa hoy ignorar dónde están las respuestas.
Con las disparatadas medidas económicas que, sin ponerse colorados, los cinco grandes del buen humor oficial encabezados por Patotín, anunciaron, el mundo entero tomó nota de que, como carecen de dólares por la supina impericia que comparten con la señora Presidente, están dispuestos a que lleguen a nuestras playas todos los narcotraficantes, los terroristas y los funcionarios y empresarios corruptos con sus valijas, bolsos y contenedores llenos de billetes mal habidos; pero, dados los tenebrosos antecedentes de quienes manejan hoy nuestro país, creo que ni siquiera ellos estarán dispuestos a otorgar un voto de tamaña confianza -¿le compraría usted un auto usado a cualquiera de ellos?- al ignorante y ladrón elenco gubernamental. En cambio, quienes tengan pesos “negros”, de cambio imposible fuera del país, puede que corran a comprar dólares “blue” haciendo subir aún más su cotización para, con ellos, suscribir los nuevos certificados ofrecidos y obtener dólares “blancos”. ¡Qué ensalada!
Detrás de este nuevo cachivache, quedó opacado el peor ataque a las instituciones que la democracia ha registrado: la sujeción de la Justicia al poder de turno. El futuro de la Argentina, a partir del miércoles pasado, quedó en manos de una Corte Suprema que no se ha caracterizado, precisamente, por hacer cumplir sus fallos. Es curioso, sin embargo, que quienes manipularon tanto la Constitución y las leyes para someter a los militares a estas parodias de juicios, no piensen que ellos mismos serán víctimas de la nueva criatura, tan pronto ésta cambie de dueño.
Veremos si el pedido de Alejandro Fargosi, integrante del Consejo de la Magistratura, para que la casa de doña Cristina -¿y el mausoleo de Río Gallegos?- sea allanada para comprobar la existencia de bóvedas de seguridad es aceptado por la Justicia. Estoy seguro que, a esta altura, no queda allí un solo difícil billete de € 500, porque creo que -ayudada por Patotín- ya se los llevó a Angola para cambiarlos por fáciles diamantes (http://tinyurl.com/bv6hqzz) pero, al menos, la medida solicitada permitiría verificar si el ex Vicegobernador Arnold y la ex secretaria de “Él” tenían razón. Total, siempre podrá salir nuestra señora Presidente a preguntar sorprendida, por cadena nacional: “Pero,  ¿quién no tiene una bóveda de seguridad en su casa?”
Bs.As., 12 May 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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