Por Federico Tessore
El jueves por la noche veía televisión argentina haciendo zapping por varios canales. Me detuve en
la nota que hacía un periodista sobre los precios de los
estacionamientos. El cronista estaba indignado por su alto costo en el
centro de la Ciudad de Buenos Aires. En la escena se podía ver la
cartelera de precios del estacionamiento, los autos entrar y
salir, y a los transeúntes hablando con el cronista, indignados también.
En
un determinado momento la cosa se puso un poco más tensa aún. Apareció
en escena la dueña del estacionamiento. La señora, de unos 55 años,
arrugas en la cara, coqueta y bien vestida, pero firme y de carácter,
tenía cara de muy pocos amigos. Primero
se acercó tímidamente al cronista, pero luego se animó a intentar
"explicarle" por qué los precios habían subido tanto.
Entre
otras causas, le comentaba que tenía diez empleados, que tenían casi un
50% de costo laboral y que había que aumentar sus salarios
frecuentemente. Pero el periodista se mostraba cada vez más
indignado de la "vergüenza" que esos precios implicaba y de la "ganancia
extraordinaria" que la empresaria seguramente obtenía a costa de los
pobres automovilistas que tenían que pagar una locura por estacionar en
el centro.
Todo
terminaba de una forma desopilante, con la dueña del estacionamiento
golpeando el micrófono del
cronista, el hombre tan enojado como si le hubieran violado a su hija y
finalmente con la policía mediando entre la dueña y el periodista
indignado, y ya con toda la camisa fuera del pantalón.
Cuando
la nota se cerraba y se volvía al piso donde estaban los panelistas,
uno de ellos ensayaba una explicación racional a lo que
acabábamos de ver diciendo que esto pasaba porque el mercado de los
estacionamientos era libre y no estaba regulado por el Estado y que por
eso subían los precios. Ahora, la indignación del panel era total y no
me quiero imaginar a las millones de personas que estaban viendo el
programa...
Esta
escena es un ejemplo claro
del Estado de confusión que hay en la Argentina hoy. Esta mirada de que
la economía se maneja por empresarios "malos" que le quieren sacar el
dinero al pueblo debe tener una antigüedad de 100 años. En el mundo
moderno se usa algo muy simple para solucionar este "problema",
inventado hoy por la Argentina: la competencia.
La
competencia
es un sistema que logra justamente solucionar este inconveniente de
ponerle un precio a los bienes escasos. Y además lo hace en forma
automática, sin la participación subjetiva del funcionario de turno. La
competencia logra que como consumidores accedamos a productos y
servicios de mayor calidad y menor precio. Esto que ya es absolutamente
obvio en gran parte del mundo, parece ser algo desconocido en la
Argentina actual.
Piense
en lo siguiente: supongamos que el garaje de la señora abordada por el
cronista es hiper-rentable. Es decir, que gracias a los 30 pesos por
hora que cobra esta señora, a fin de mes obtiene un montón de dinero.
¿No les parece que habría una muy buena cantidad de personas que también
estarían armando estacionamientos en la zona para intentar quedarse con
parte de esa ganancia?
¡Obvio que sí!
Desde Inversor Global mismo
estaríamos armando un grupo de inversores para construir un
estacionamiento en la misma zona donde la señora se llena de plata. Si
armamos grupos para invertir en todo el mundo, ¿cómo no lo vamos a hacer
para invertir en esta opción si realmente es tan buena como decía el
periodista?
La
competencia y el libre mercado tienen esa potestad de regular los
mercados automáticamente y de acuerdo a la mejor conveniencia del
consumidor. Si Argentina tuviera una
economía de libre mercado, a nadie le importaría si esa señora dueña del
estacionamiento es "buena" o "mala". Porque esa señora tendría que
ocuparse por ser eficiente para lograr que los clientes vayan a su
estacionamiento. No sólo tendría que cobrar un precio competitivo sino
también ofrecer un servicio de buena calidad. ¡Qué importa si esa señora
es mala o buena! ¡Sólo importa si esa señora sabe manejar el negocio
correctamente para ofrecernos lo que nosotros buscamos como clientes!
Luego,
que haga con su vida, sus creencias y sus pensamientos lo que desee.
Y
lo mismo pasa en todas las áreas de la economía argentina. La gran
payasada de los "precios cuidados" que anuncia nuestra Presidenta o las
marchas de grupos como Quebracho que amenazan a los supermercados con
palos y fuego, va en la misma línea de
pensamiento: "Los empresarios son malos y hay que controlarlos". Esta
locura implica manejar la economía de un país como si la misma estuviera
en el año 1800 y no en el 2000.
¿Por
qué los políticos de turno tienen ideas tan nefastas para manejar a la
nación? Bueno, yo no creo que sean tontos, o por lo menos, una parte de
ellos, no creo que sean tontos. Seguramente saben, y muy bien, esto que
le cuento. Pero el "negocio" de ellos es ganar elecciones. Y luego del
fracaso de la convertibilidad de Menem y Cavallo, asociado al libre
mercado -lamentablemente-, era "rentable" para los políticos implementar
la política opuesta. Hacer todo lo contrario para ganar el voto de un
pueblo absolutamente confundido.
Pero
lo que falla en la Argentina no es el libre mercado, o el socialismo;
lo que falló en la Argentina durante las últimas tres décadas fue una
sola cosa común a los tres períodos: el déficit fiscal. En la era de
Menem se gastó como nunca y ese gasto superior a los ingresos del Estado
se financió con deuda. Estos excesos se pagaron con la crisis de 2002.
Con Kirchner se gastó como nunca también pero esos excesos se pagaron
con
emisión monetaria. Al igual que lo que pasó con Alfonsín. Estos tres
gobiernos gastaron mucho más de lo que sus ingresos podían pagar; uno lo
financió con deuda y los otros dos con emisión. ¿Qué tiene que ver esto
con el libre mercado o la competencia?
Absolutamente
nada. Por ello, no se confunda, si usted quiere vivir
mejor. Si usted quiere que los precios de la carne o del estacionamiento
sean cada vez más bajos, no son necesarios más controles o
regulaciones. Sólo es necesario que haya más competencia y menos
regulación. La receta para solucionar los problemas que tiene el país
son las inversas a las que toma el Gobierno.
Y
si no me
cree, mire lo que pasa en países como Chile, Perú, Colombia o México.
Estos países apuestan a la libre competencia y al libre mercado. Acaban
de firmar la "Alianza del Pacífico" firmando un acuerdo de libre
comercio entre ellos para el 92% de sus productos. El 8% restante
entrará en el esquema en forma gradual. Esto implica el mayor mercado de
Latinoamérica, inclusive más grande que Brasil con 210 millones de
personas.
Todos
estos países no sólo creen en la propiedad privada y en la libre
competencia, sino también tienen tasas de inflación muy bajas,
presupuestos del Estado equilibrados, y un crecimiento promedio del 4,3%
anual versus países como Brasil que, con suerte, crecen a un ritmo del
2% anual.
Mientras
eso pasa en nuestro vecindario, los aliados del Gobierno kirchnerista
presentan proyectos insólitos como informaba este viernes el diario La Nación:
El
diputado oficialista Héctor Recalde presentó ayer un proyecto que
modifica las leyes de lealtad comercial, abastecimiento y de defensa del
consumidor, y que habilita al Poder Ejecutivo a declarar "de utilidad
pública y sujetos a expropiación" todo tipo de bienes.
Asimismo,
en sintonía con lo expresado hace una semana por la presidenta Cristina
Kirchner y con dos proyectos presentados por el senador Aníbal
Fernández, Recalde propuso en su iniciativa "el requisito ineludible de
abonar la multa con carácter previo a que la medida sea revisada por el
órgano judicial".
El
proyecto de Recalde, suscripto también por otros catorce diputados
oficialistas, tiene como finalidad "cuidar la estabilidad, la
razonabilidad y la previsibilidad de los precios".
De
aprobarse este proyecto, el Gobierno no sólo podría imponer multas que
tienen que ser
pagadas antes de ser revisadas, sino que también podría expropiar bienes
sin mucho problema. Mientras en la "Alianza del Pacífico" se recorre el
camino del libre comercio, de la asociación, de la libertad, de la baja
inflación y el crecimiento, en la Argentina se recorre el camino
inverso de la alta inflación, el bajo crecimiento, cada vez menos
competencia y más controles, regulaciones y peleas.
Los
políticos argentinos hicieron un muy buen trabajo para confundirnos.
Pero el mundo va para otro lado. No crea en discursos obsoletos que se
usaban en la época de su bisabuelo.
FUENTE: Publicado en el Inversor Global - Newsletter Semanal recibido por mail
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