La prolongación de la problemática podría afectar la tibia fase de recomposición de existencias que transita la Argentina, moderar la demanda interna de carne y darle aire a las exportaciones, en especial las de subproductos. |
Por Miguel Gorelik (*)
El hecho de que la Argentina haya recaído en una situación de default, por ahora selectivo, de su deuda soberana bajo jurisdicción extranjera, tendrá consecuencias sobre diversas variables macroeconómicas, incluida la economía real, y éstas, a su vez, tendrán un impacto en el negocio de ganados y carnes, que aquí tratamos de predecir.
La macro
En primer lugar, el default va a tener un efecto negativo sobre el nivel de actividad, profundizando la recesión registrada desde un año atrás. Salarios y empleo también continuarán bajando lo que tendrá impacto en la demanda total. Por su parte, el gasto público, que no muestra indicios de moderación, requerirá de una mayor emisión y ésta alimentará el aumento generalizado de precios.
La inflación, que estaba pronosticada en un 40% anual hasta fin de este año, tiene más probabilidades de acelerarse.
El crédito continuará reduciéndose. Hay información que indica que ya en junio era un 10% menor al de un año atrás, en términos deflacionados.
En materia de tipo de cambio, el país llegó al default selectivo habiendo erosionado completamente la devaluación de enero, ya que ésta fue igualada por la inflación desde fines de ese mes. Es decir, estamos nuevamente con una brecha de más del 50% entre los mercados oficial y paralelo, lo que pondrá una presión adicional sobre la marcha de los precios internos, como siempre sucede.
En la medida en que no se pueda salir rápidamente de este default selectivo, no se puede esperar el ingreso de fondos del exterior. Así las cosas, las ajustadas reservas del Banco Central llevarán a imponer mayores restricciones sobre las importaciones, que tendrán efectos negativos sobre la actividad y el empleo.
El cuanto a las exportaciones, un nuevo paso en la devaluación del peso en el mercado oficial podrá, en el corto plazo, darles un poco de aire.
El sector
La ganadería había comenzado una fase de recomposición de existencias a fines del último año, al menos de manera tibia. El ritmo de faena se moderó y los precios reales aumentaron, a pesar de que el porcentaje de hembras en la faena se mantiene alto y la relación de precios entre invernada y gordo tampoco es consistente con una retención.
Una menor disponibilidad de crédito afectará negativamente todo proceso de inversión, entre ellos la expansión del inventario bovino. Otro escollo adicional para dar continuidad a una fase de retención será la mayor inflación.
A su vez, un menor consumo doméstico de carne, por caídas en la masa salarial, tendrá algún impacto sobre el precio al mostrador, aunque la elasticidad de la demanda por disminución del ingreso no es muy fuerte.
Por el lado de la exportación, una corrección del tipo de cambio en el mercado oficial puede mejorar la demanda de animales, en especial de los más pesados. Sin embargo, dadas las restricciones que pesan sobre los embarques de carnes, no habrá un efecto demasiado elocuente. Es más fácil que reaccionen los precios de los subproductos (cueros, menudencias, sebos, harinas de carne y hueso), que no cuentan con ROEs, los que también tendrán un impacto sobre las cotizaciones de la hacienda, aunque más limitado.
En síntesis, una situación de default sostenida a lo largo de muchos meses puede poner en riesgo la tibia fase de recomposición de existencias vacunas, moderar la demanda interna y reactivar las exportaciones de carnes, que están extremadamente bajas, y de subproductos.
Distinto sería el caso si las autoridades se inclinaran por facilitar todo tipo de exportaciones, que pueden aportar, en el corto plazo, los dólares que no llegarán por los canales financieros.
(*) Director de Valor Carne. Fuente: VALOR CARNEENVIADO POR PREGON AGROPECUARIO http://www.pregonagropecuario.com/cat.php?txt=5549#KMwbvMQdWuYTKepK.99
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