Se distinguen dos etapas de política macro, entre la devaluación de enero y el día de hoy. Luego del default, se precipitó la dolarización de los portafolios y el Banco Central dejó de comprar Reservas netas. Hoy la incertidumbre domina, no sólo por la “pavada atómica” del default, sino también por la desconfianza en la conducción económica y la quiebra de los acuerdos mínimos, que permitieran la pax cambiaria. Estamos en una situación parecida a la de mediados de enero.
Después del default, el Banco Central no sólo que dejó de comprar Reservas netas sino que, en los últimos días, perdió divisas. Hay una virulenta dolarización de los portafolios, que está motivada por tres razones:
a) El repudio de los agentes económicos a la extrema politización de la cuestión de la deuda y la fuerte desconfianza con respecto a la conducción oficial del proceso;
b) La certidumbre de que las exportaciones seguirán cayendo y La Argentina no accederá a los mercados voluntarios de deuda; y
c) La ruptura de la alianza táctica que mantuviera la pax cambiaria, con la participación de los bancos (ahora haciendo olas) y de los ingresos que proveía CIARA (muy menguados).
Por estas razones, y más allá de la pertinencia del Proyecto de Ley (sobre deuda) enviado al Congreso y de su improbable eficacia, la combinación de malhumor social y el veto de los agentes económicos a la política económica oficial, generan un ambiente de re-flación, con fuerte incertidumbre, que no se revertirá, a menos que se aplique una estrategia similar, en lo cambiario, a la adoptada en enero.
Mini balance anual de política económica.
Podemos dividir el lapso transcurrido entre el 22 de enero y el día de la fecha, en dos etapas: una en la que se avanzó, de manera improvisada y hasta incoherente, en algunos caminos correctos y otra en la cual, no sólo por el default sino también por la inconducta fiscal, se hizo estallar el buen resultado (precario) de los sacrificios a los que nos obligaron, luego del ajuste recesivo impuesto por la devaluación y la suba de tasas.
El punto de quiebre (fines de mayo), es el del descontrol fiscal y se dio en el último trimestre, en la que llamaríamos “etapa de la dilapidación” del efecto del sacrificio.
Analicemos un poquito la primera etapa .
Las exportaciones han caído 10% en el 1er. Sem. de 2014, no sólo por efecto de la política económica, sino también por el menor crecimiento mundial y, principalmente, por la fuerte baja en los precios de los principales productos que La Argentina vende, la cual aparece hoy como de difícil reversión. Aún así, luego de la “ayuda” de los aceiteros en febrero, se logró capear un pésimo (por bajos ingresos) primer trimestre fiscal y comercial externo.
A partir de abril, con el ingreso voluminoso de los Derechos de Exportación, y una buena comercialización de la cosecha gruesa, el Banco Central pudo recuperar Reservas netas. Obviamente, no se pudo bajar la tasa de interés, ya que era la variable estratégica para disminuir la velocidad de circulación del dinero y evitar la traslación total a los precios, del efecto de la devaluación. YPF emitió en Nueva York, en los primeros días de abril y se resolvieron los problemas de la inserción externa, salvo el Artículo 4º del FMI y los buitres.
El pecado fue avanzar en el sentido correcto, pero sin plan. Y ello se vio en la solución caso por caso, de los problemas que iban apareciendo, por ejemplo la refinanciación de vencimientos de deuda en pesos o la negativa al ajuste en Ganancias. En el lapso transcurrido hasta el 30 de junio, la emisión de Base Monetaria para el sector público fue de apenas M$ 12.320 (bajísima) porque, si bien hubo mayores vencimientos de deuda, buena parte de ella se re-colocó en la ANSES y los bancos locales, sin efecto inflacionario. Hasta antes de pagar los aguinaldos, todos los indicadores monetarios crecieron, en el año, muy por debajo de la tasa de inflación observada, lo que demuestra la eficacia de la política contractiva del Central, dándole cierta coherencia a un modelo que nunca la tuvo.
En la segunda etapa , se intentó bajar la tasa de interés y se descontroló absolutamente el gasto público, lo cual generó un cambio en materia monetaria, que es el que hoy se está canalizando a la dolarización de los portafolios. El Banco Central emitió para el Estado, en los últimos tres meses, por mes , lo mismo que había emitido en el total de los seis meses anteriores.
En las cuentas de Hacienda, del segundo trimestre, se evidencia que el déficit -neto de deuda- representa el equivalente anual de 3,4% del PBI, o sea que estamos prácticamente igual que el año pasado, en materia de financiamiento espurio de las cuentas públicas. Si bien es cierto que para dicho trimestre, el crecimiento de los servicios de la deuda fue de 124%, no es menos cierto que 63,4% de los mismos fueron refinanciados con la ANSES, sin causar inflación. Pero el Estado aumentó su gasto consolidado en 52% (las transferencias lo hicieron al 64%), mientras que los ingresos genuinos tributarios crecieron apenas 39%. Difícil de empeorar.
¿Enero, otra vez?.
El descalabro fiscal y el financiamiento monetario del déficit, difícilmente cesen, bajo esta conducción del Ministerio de Economía. Si continúa el cambio de portafolios, no hay manera de que el Banco Central recupere divisas. Hay renuencia a vender la cosecha y, por ende, la escasez de dólares se hace sentir mucho antes de lo esperado (normalmente recién aparece en noviembre). La caída de las exportaciones no es el mejor “momento”, para entrar en default y abandonar la estrategia de acceso a los mercados voluntarios de crédito. O sea, todo muy parecido a enero.
Hay cosas que están peor, por ejemplo, el final esperado, probablemente adverso, de la estrategia anti – buitres y el desborde de gasto, que consume todos los ingresos incrementados de Aduana, y además requiere permanente asistencia de la ANSES y del Banco Central. Ya no existe la división del trabajo entre “Banco Central para comprar Reservas” y “ANSES para financiar al Estado”. Los programas de inversión externa, como el de YPF, pasaron al freezer.
Algunas cosas no están tan mal: pese a la inoportuna baja en la tasa de interés de las LEBACs, no hay un crecimiento significativo de la liquidez y, todavía, se mantienen los mecanismos de esterilización, para la emisión que financia déficit público.
Así, en lo que va del año , la Base Monetaria y el circulante crecieron apenas 3,7 y 3,9%, nominal. Por su parte, M1 cayó 0,4%; mientras que M3 subió 8%. Como se ve, muy por debajo de la inflación observada. Este dato muestra una baja velocidad de circulación del dinero, para la inflación existente que, entonces, se debe, principalmente, a que nadie cree en esta política económica. No debe olvidarse que la devaluación nominal, interanual , a fines de agosto, fue del 52%; mientras que los agregados monetarios que influyen sobre la inflación crecieron apenas entre 21 y 24,5%.
Será inevitable que, rotos los acuerdos políticos con los agentes económicos de “la Pax”, el Banco Central ajuste el Tipo de Cambio, por las razones apuntadas anteriormente. ¿Cuánto tiempo se puede estar en esta situación, similar a la de mediados de enero?. Muy poco. Habrá que acelerar los ajustes y hacerlos con mayor consistencia macroeconómica, sobre todo si se pretende recuperar una fluida liquidación de las escasísimas divisas comerciales, que es lo único que se dispone, ahora que quemó las naves.
Obviamente, no es recomendable que sea este equipo ministerial, el que conduzca la transición, sobre todo después de la inevitable devaluación. Es evidente que se ha dilapidado el sacrificio y corresponde repetir una nueva etapa de Tipo de Cambio más alto, dureza monetaria y, ahora sí, ajuste fiscal en serio. Se debe retomar, de alguna manera, la estrategia vigente entre enero y mayo. Sin pax cambiaria, no hay manera de atacar los problemas de recesión e inflación.
Como este equipo nunca cuidó de las expectativas, no se puede esperar que haya aprendido a hacerlo y que sea el más apto para conducir los más de 15 meses que restan hasta que asuma el nuevo gobierno. Y menos aún, en medio de un desmanejo, tanto en lo fiscal como en la relación con los mercados mundiales de capitales, que nos condena a un bajísimo nivel de actividad económica, inferior al que de por sí íbamos a sufrir, a raíz del deterioro de los precios externos.
ENVIADO POR ARTURO NAVARRO
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