En un repaso histórico objetivo, el accionar de la organización guerrillera “Montoneros” responde claramente al terrorismo, entendiéndolo como una sucesión de actos violentos premeditados, destinados a infundir un temor general en la sociedad, a los fines de coartar la libertad e imponer un determinado régimen político.
Es preciso y oportuno contextualizar brevemente los hechos que dieron lugar a la reivindicación contemporánea del terrorismo y la violencia. Argentina entre 1853/1860 y la década de 1930 gozaba de un sistema liberal que le permitió ingresar al mercado internacional en base a su modelo agroexportador y la seguridad jurídica interna que proponía; ante tal situación, la masa inmigrante europea se vio atraída a invertir su esfuerzo en esta tierra. Posteriormente, el caudillo popular carismático de Juan Domingo Perón llega al poder en 1943, rodeado de una clase política heterogénea, aglutinando un poder sobre las masas que le permitiría direccionar la ética de la sociedad hacia su mejor parecer. La diversidad de pensamiento político en el poder, en sí mismo no implicaba un conflicto sustancial, salvo que el Partido Justicialista, como todos sus adherentes, siempre quiso vanagloriarse con cualquier ideología que les permitiera conservar el control del erario público. A partir de esta era comienza la división social argentina en un abismo insuperable; tal es así, que un sector de la militancia justicialista destruía templos de la Iglesia Católica mientras que otros funcionarios de turno intentaban realizar acuerdos internacionales con la firma “Rockefeller”.
Este vaivén ideológico y ético se sostuvo y profundizó con el arribo de tesis propias del marxismo-leninista. Existió un accionar armado destinado a subvertir el orden institucional republicano que intentaría aniquilar toda forma de resistencia a su idealismo. Es destacable que este accionar terrorista se dio primordialmente en períodos democráticos, lo que demuestra una clara incongruencia cuando se realiza un revisionismo parcializado sobre las décadas pasadas.
El “entrismo” marxista se realizaría tanto en lo ideológico como en lo combativo. El Partido Justicialista albergó a muchos líderes montoneros, varios de los cuales se reunieron con Perón durante su exilio en Madrid. Estos ejércitos irregulares se sintieron cómodos respondiendo al caudillismo provincial y enarbolando bandera que reivindicaran al ser “nacional y popular”.
Las “cárceles del pueblo”, las torturas atroces en búsqueda de doblegar conciencias quedaron en la total impunidad, lo que demuestra que cada gobierno sucesivo al de facto no tuvo una visión integral de las tesis “humanistas”. Las organizaciones terroristas coaccionaban para tomar el control sindical, hacerse de expropiaciones de terrenos privados e ingresar a los fondos de las bancas privadas; ergo, toda su lucha se resumía en obtener recursos financieros.
Hector J. Cámpora, el dentista presidenciable a pedido de Juan D. Perón, como principal acto de gobierno, liberó a todos la casta terrorista, más de mil terroristas condenados y otro tanto más de delincuentes comunes, lo que dotó de una gran fuerza a la autodenominada “Causa Peronista” o “Evita Montonera”.
La ruptura pública el 1º de mayo de 1974 de Perón con su “formación especial” sólo sirvió para acrecentar el accionar terrorista durante un gobierno democrático. Esta coacción social por medio de la violencia y la barbarie actualmente es reconocida, alentada, difundida y reivindicada por el Partido Justicialista en todos sus estratos (basta citar como ejemplo que la Legislatura de la Provincia de Córdoba aprobó en su mayoría, excepto un voto en contra y una abstención, la promulgación del día “córdobazo y las luchas populares”, omitiendo toda mención a los 14 muertos, los heridos, los robos, las violaciones, y todo el desmán vandálico que originaron los grupos subversivos).
La historia de Argentina se vio marcada por el secuestro, martirio y asesinato del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu, quien fuese Presidente Provisional de la República y ayudara al reestablecimiento de las prácticas democráticas; sin embargo, este trágico suceso se encuentra proscripto de toda mención pública por parte del oficialismo. Así también se mantiene impune el hecho acaecido entre el 10 y 11 de agosto de 1974, cuando secuestrasen al mayor Argentino del Valle Larrabure, quien tuvo que tolerar 372 días de cautiverio agónico, por cuanto la barbarie cobarde y vil del terrorismo no pudiese doblegar su espíritu. Igualmente terrible fue la matanza entre argentinos el 20 de junio de 1973 en Ezeiza, por el complot para asesinar a Perón en un palco de las inmediaciones, situación que fue permitida por Héctor J. Cámpora y su Ministro del Interior, Esteban Righi, quienes paralizarían el actuar policial previamente a su llegada.
Queda demostrado que somos una sociedad que con el paso de los años sigue eligiendo al partido político que más asesinos albergó. Estos hechos, como tantos otros, han quedado en el olvido, ya que desde una visión filosófica, recordando la teoría de justicia de Locke, el Estado al no promover la recomposición del orden moral alterado, está permitiendo el avasallamiento del individuo. Traducido al proceso judicial contemporáneo, el Estado argentino al no investigar el terrorismo armado que atentó contra la Patria está legitimando tal accionar, por cuanto no genera una disuasión general a tal conducta.
A decir de Vladimir Illich Ulianov (Lenin), “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletariado es imposible sin una revolución violenta”. El embate terrorista es intrínseco al actuar político del marxista, aunque bien es sabido que su batalla ideológica proliferó más que el armado, por cuanto las masas suelen sentir cierta repulsión al peligro de perder la vida por una falacia política como es el socialismo. Desde este punto es entendible que el denominado partido “peronista” diese cobijo a tantos líderes leninistas, por cuanto al movimiento justicialista se lo define por la constante tendencia a aliarse con cualquier ideología que le permita sostener en el poder gubernamental. Al momento de romper alianzas, las facciones subversivas incrementaron el alzamiento armado con civiles y militares, y siempre en pugna de un rédito económico.
Actualmente se sostiene desde el aparato estatal una fuerte arenga a realzar aquel espíritu combativo. Es el mismo Estado que solo promueve una acción judicial parcial sobre los hechos ocurridos en aquella época, y es el mismo Estado que indemniza a centenares de asesinos, violadores, torturadores y traidores.
Solo queda concluir entonces, ante la revisión histórica de los hechos anteriores al año de 1976, si estos jóvenes eran idealistas, ¿POR QUÉ PREDICABAN SUS IDEAS CON BALAS Y NO CON LIBROS?
Fuente: LIBRE http://www.libertadyresponsabilidad.org/?p=1029
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