En su reciente visita a Lima, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama respondió al libro de Thomas Pikkety, quien afirma que el capitalismo condena a la humanidad al incremento de la desigualdad. Para Fukuyama esta afirmación es falsa, porque el capitalismo está unido a la democracia, que introduce los correctivos necesarios. De acuerdo a sus declaraciones a La República, “el capitalismo no puede funcionar sin un sistema democrático que lo acompañe”.
Así, Fukuyama elige la política para responderle a Pikkety. Las tendencias del capitalismo económico serían contrarrestadas por la democracia política, encargada de mantener la cohesión, impidiendo que la desigualdad comprometa al sistema. Pero, ¿realmente existe una simbiosis entre democracia y capitalismo?
Esa identificación parecía verdadera en 1991, cuando se derrumbó la URSS y apareció el libro de Fukuyama sobre el fin de la historia. Pero ahora es una fantasía, la contradicen la crisis internacional del capitalismo y, sobre todo, el vertiginoso ascenso de China.
El despegue de China y la dinámica asiática evidencian que la democracia política no tiene la delantera; por el contrario, la combinación entre autoritarismo y mercado está tomando el liderazgo. Ahora, pocos estudiosos dudan de la fortaleza china y de un siglo XXI oriental.
La respuesta de Fukuyama parece un deseo antes que un pronóstico sobre el mundo de mañana. Ante ello cabe preguntarse, ¿qué factores han impulsado el ascenso de China? ¿Cuál es su relación con la democracia política?
La fortaleza actual de China deriva de haber evitado la receta neoliberal y haber adoptado un camino opuesto al fundamentalismo que arruinó a Rusia de Yeltsin.
Por el contrario, Deng Xiaoping había iniciado las reformas antes de la caída del Muro de Berlín, y China tuvo tiempo para realizar su propia transición del comunismo al capitalismo. Comenzó por la agricultura y aseguró su seguridad alimentaria. Luego progresivamente soltó las amarras e ingresó a la OMC en 2001.
La economía de mercado no significó una ruptura total con el legado de la revolución china. Por el contrario, el Estado mantiene una fortaleza considerable y sus políticas constituyen el eje del crecimiento económico. En China abundan las empresas pequeñas y medianas de capital privado, agrupadas informalmente en redes. Ellas producen suministros y componentes del producto final para algunas grandes empresas, normalmente extranjeras o estatales, que funcionan conectando esas redes empresariales privadas.
El modelo empresarial no es una copia de la integración vertical de cara a Occidente. Por el contrario, es descentralizado y con el Estado como pieza vital. Este sigue en manos del partido comunista, que ejerce el poder con una elevada dosis de autoritarismo.
El ascenso oriental es silencioso, sin estridencias ni guerras exteriores que lo desgasten. Por el contrario, China se beneficia del fracaso de la guerra contra el terrorismo emprendida por EEUU. En efecto, el papel de guardián del orden mundial que ha asumido Norteamérica favorece indirectamente al Celeste Imperio. EEUU pierde en Irak y Afganistán, mientras que China asciende sin enfrentar a la potencia hegemónica actual.
El nuevo orden mundial con China como nuevo líder no es una buena noticia para la democracia política. La realidad contradice la tesis de Fukuyama. Al revés, el capitalismo chino agudizó contradicciones que no existían en el país rural e igualitario de Mao. Los nuevos millonarios han venido acompañados por elevada corrupción y actos terroristas.
La masacre de la Plaza Tiananmen en 1989 terminó con la democracia china por una larga temporada. Aún vivía Deng, quien reprimió a la oposición, evitando la deriva disolvente de Gorbachov en la URSS. Con ello, el PCCh recreó un viejo modelo político: autoritario y de mercado.
Ese modelo no es extraño a Latinoamérica. En realidad, lo conocemos bien. Salvo que en Oriente viene teniendo un éxito sin precedentes.
Antonio Zapata Velasco es Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Columbia , Nueva York. Profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú , profesor del Postgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Investigador Asociado delInstituto de Estudios Peruanos, especializado en historia contemporánea. Fue director y conductor del programa de historia “Sucedió en el Perú” del canal estatal peruano. Socialista convicto y confeso.
FUENTE: Publicado en La Republica.pe
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