El cooperativismo nutrido por la fortaleza de sus valores: solidaridad, ayuda mutua, responsabilidad compartida, democracia e igualdad le aportó al sistema económico y social del planeta los frenos y contrapesos necesarios, para limitar el poder hegemónico de los monopolios, contrarrestar abusos, regular mercados, y en muchos casos cubrir falencias de los Estados. |
Por: Aldo Norberto Bonaveri
La historia de la humanidad registra la presencia de innumerables pensamientos, diversas tendencias, regímenes políticos de diferentes características, teorías económicas disímiles y movimientos sociales de heterogénea naturaleza. Varias de esas tendencias llegaron a tener auges memorables, pero también supieron de ocasos categóricos. Otras expresiones que lograron perdurar, debieron introducirles modificaciones substanciales, al punto de desvirtuar postulados de su dogma originario.
Bien podríamos decir que entre las excepciones que persisten universalmente con su predicamento, sin resignar principios y fundamentos, sólo adoptando las innovaciones que impone el decurso del tiempo, se encuentran el capitalismo (Sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, que constituyen el capital) y el cooperativismo (Movimiento que sustenta la promoción de asociaciones, cuyo propósito es fomentar las economías de sus integrantes y brindar a sus asociados servicios en mejores condiciones).
Aunque parezca una paradoja, modelos con fines tan disímiles y preceptos manifiestamente contrapuestos, conservan su vigencia; en muchos casos compitiendo, pero también en otros ámbitos compartiendo la elección de sus clientes, usuarios o socios. Inclusive en no pocas circunstancias, emprendedores que desarrollan sus actividades particulares dentro del sistema capitalistas (comerciantes, industriales, etc.) son dirigentes cooperativos, situación muy frecuente en las entidades prestadoras de servicios públicos.
Cierto es que el cooperativismo, gestado a mediados del siglo XIX en Inglaterra, se extendió en sus comienzos como un sistema de autodefensa de clases menos pudientes, con el objeto de contrarrestar determinadas formas de explotación provenientes del sistema económico, inspirado en los más rígidos criterios despóticos del capitalismo.
Aquel antagonismo a ultranza se fue atenuando con el paso del tiempo, no sin antes haber tenido lugar grandes disputas. Por estos días, podría decirse que salvo en los más radicalizados exponentes de una u otra doctrina no se encuadran en la antinomia; lo que no significa renegar de sus convicciones.
El cooperativismo nutrido por la fortaleza de sus valores: solidaridad, ayuda mutua, responsabilidad compartida, democracia e igualdad le aportó al sistema económico y social del planeta los frenos y contrapesos necesarios, para limitar el poder hegemónico de los monopolios, contrarrestar abusos, regular mercados, y en muchos casos cubrir falencias de los Estados.
Nadie puede ignorar la fuerza del capital, especialmente la que ejercen los grupos concentrados. Como en cualquier orden de la vida el poder de la naturaleza que sea, debe tener frente así un antídoto capaz de neutralizar de excesos, prebendas y supremacías. Precisamente el cooperativismo se fue consolidando por defender los intereses generales de la comunidad, las producciones de sus asociados, las fuentes de trabajo recuperando empresas o, el acceso a servicios y tecnologías, especialmente en lugares poco atractivos para empresas lucrativas.
Dichas premisas constituyeron factores determinantes para lograr el bienestar social. Como así también el mejoramiento de la calidad de vida de sus asociados o la comunidad en su conjunto, sustentada en un contexto de labor democrática, en el que cada individuo cuenta con los mismos derechos y, la posibilidad de participar en las decisiones trascendentes de su cooperativa.
Actualmente, con más de mil millones de personas ligadas, el cooperativismo constituye el movimiento más grande del mundo. Sobreponiéndose a múltiples crisis desatadas en diferentes épocas y circunstancias. Sin duda alguna, en gran medida ello está vinculado a que los propios socios, mediantes los mecanismos democráticos imperantes en las cooperativas, son quienes rigen los destinos de la entidad.
En virtud de las evidencias constatadas en sus anales, los logros obtenidos enfrentando a poderosas corporaciones, el baluarte que significa el concepto de economía solidaria y, el patrimonio moral conformado por la nobleza de sus principios y valores, el cooperativismo tiene plena vigencia y un potencial aún muy superior.
ENVIADO POR SU AUTOR http://www.pregonagropecuario.com/cat.php?txt=5494#l68s9Wprqoik8LUG.99
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