La prudencia política, también llamada regnativa o gubernativa es la virtud propia del gobernante: la de mandar bien; en primer lugar, a sí mismo, poniendo orden en sus afectos interiores y luego, en sus relaciones exteriores con los demás hombres, y a los demás en la familia, en el municipio, en el Estado, según se trate de prudencia personal o de prudencia gubernativa, aunque las dos estén estrechamente unidas, pues como dice la sabiduría popular: “Quien no es prudente en las cosas propias, no podrá serlo en las ajenas; y quien no tiene discreción para gobernar su vida, no la tendrá para gobernar la nación”.
La prudencia política es, más precisamente, una cualidad de la razón práctica que la dispone a realizar con prontitud, infalibilidad y eficacia los actos enderezados a la consecución del bien común. La prudencia gubernativa auténtica está integrada por tres momentos de la razón práctica: a) Consejo o deliberación, por la que se indaga los medios conducentes al bien común, que no excluye la propia iniciativa ni la propia investigación, y necesita, además, valerse del asesoramiento de personas virtuosas, competentes y experimentadas. b) Juicio, por la que determina cuál es el medio más útil para alcanzarlo: Es la decisión tomada luego de oír, de escuchar. c) Mandato o mando, por la que aplica la voluntad a las acciones ya deliberadas y juzgadas como convenientes. El mandato debe ser claro y decidido, firme y constante, suave en la forma y fuerte en el fondo. La prudencia es un conocimiento que por su índole especial requiere información del pasado y visión del presente; en suma, requiere memoria e intuición.
Es menester además usar hábilmente del conocimiento adquirido, o sea “la experiencia”, de ahí la necesidad de contar con una razón industriosa, de lo que resulta que la persona del político debe contar con unas cuantas condiciones elementales, partes integrales, requisitos o ingredientes para el desarrollo de su acción. Personalmente, como ciudadano formoseño y dirigente político, pienso que el gobernador de Formosa, Doctor GildoInsfrán, reúne sobradamente estos requisitos, ya que es ha demostrado ser un verdadero artífice, actúa como los obreros de la construcción, que van levantando las paredes de un lugar que albergara a los moradores, pero antes de colocar el techo tuvo que hacer las bases, y para hacer las bases tuvo que cavar, rellenar, apisonar y presionar firmemente para que resistan el paso y el peso de los años y de sus habitantes.
Nuestra provincia, como las mayorías de ellas, es sabido que tiene una dependencia del poder central, y todo gobierno provincial requiere y recibe una asistencia federal permanente. La mayoría de los gobiernos nacionales han dibujaron por muchos años porcentajes, pero la indigencia y la marginalidad siguen presentes en el todo el interior del país, castigado por los sucesivos desgobiernos de castas de iluminados amparados por el centralismo excesivo, con un discurso único, que hacen aparecer a las provincias como responsables de todos los problemas que tiene la Nación y hasta algunas catalogadas de inviables. En Formosa en cambio, pese a los ataques arteros de los medios nacionales, existe un proyecto de provincia, apoyado por el voto popular, y se divisa un horizonte que alberga esperanza, y por eso, le cabe a la gestión deInsfran, el calificativo de haber actuado con prudencia política, es decir con previsión, circunspección y cautela, mediante un silencioso y cotidiano trabajo de colocar ladrillo sobre ladrillo, y construir la Formosa que hoy nos cobija a todos.
Abogado - Desde Formosa
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